Lunes, 16 de Junio de 2025

Drogas, armas y colegios

ChileEl Mercurio, Chile 15 de junio de 2025

¿Será necesario esperar un Columbine local para actuar?

La masacre de Columbine se pudo evitar. Ocurrió en 1999 en Colorado, EE.UU. Dos estudiantes de cuarto medio del liceo del pueblo de 24.000 personas asesinaron a sangre fría a 13 alumnos y un profesor. Las imágenes son de horror. Ambos recorriendo el colegio, premunidos de armas y vestimenta ad-hoc . Las alertas tempranas sobre la salud mental de los asesinos habían sido desatendidas. Policía, colegio, familias, nadie prestó suficiente atención a los blogs, arrestos previos, macabros trabajos escolares de los dos criminales.
Como egresado de un liceo emblemático en Chile, el crimen de Columbine siempre me pareció distante. Una cosa era agarrarse a combos en el patio y otra muy distinta sacar un arma y atacar. Lamentablemente, los hechos sugieren que dicha distancia se acortó.
Desde el "jarrazo" a la ministra de Educación el 2008, los cercos de la violencia escolar se han desplazado un montón. En mi liceo, por ejemplo, los overoles blancos pasaron a ser parte del día día, se quemaron salas, atacaron docentes, se infiltró el centro de padres y apoderados, se fabricaban molotov como quien trabaja en un proyecto de química. ¿Imaginaba uno una debacle de tal rapidez y magnitud? Nunca. El sistema completo falló.
Pero fíjese que el drama de mi querido liceo parece una película de suspenso en comparación con el terror que se vive en otros colegios del país. Le dejo algunos ejemplos recientes que ponen los pelos de punta. Riñas estudiantiles en Melipilla no solo han dejado heridos, sino a un chico de 17 años asesinado en la plaza de armas. En Osorno, una mamá se encontró con un video en que un estudiante le pasaba un cuchillo por la cara a su hijo mientras lo amenazaba. Hace pocos días, en Estación Central, un estudiante de segundo medio sacó un cuchillo para agredir a uno de un curso menor.Y en una pequeña comuna del Biobío, en San Pedro de la Paz, dos encapuchados entraron a un colegio y dispararon a tres estudiantes. !Así no más¡
Cada uno de estos casos debería escandalizar, pero la violencia se ha vuelto costumbre. Si hasta se apela a una supuesta falta de gobernabilidad para justificar los niveles de protestas del 2011 y 2019 (¿y 2008 o 2014?). Han sido demasiados años y un plan nacional para erradicar ese virus o no existe o ha tenido cero efectividad.
Además, en Chile hay al menos cuatro acelerantes del fenómeno. Primero, el alto consumo de drogas entre los estudiantes (líderes en marihuana y cocaína en la región). Segundo, el amplio avance de la cultura narco (escuche música local). Tercero, la expansión del crimen organizado que recluta temprano y brinda acceso a armas a adolescentes. Y, por último, el deterioro de la salud mental en la edad escolar (hasta 20% de los adolescentes experimentan ansiedad, depresión y estrés).
Frente a estos ingredientes, se podría incluso plantear que el país ha tenido suerte de no tener eventos aún más graves. La acumulación de alertas es amplia. ¿Será necesario esperar un Columbine local para actuar de verdad?
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