Antes del estreno de "La Voz Kids 2025", hoy a las 21:15, la conductora repasa su recorrido, cuenta por qué le debe todo a la música y adelanta lo que se viene, en un mano a mano con El País.
Noelia Etcheverryno olvidará jamás la primera vez que puso un pie en el estudio de La Voz Uruguay (Canal 10), en 2022. En ese entonces, Natalia Oreiro conducía el show y ella era notera de Subrayado. Al toparse con la majestuosa escenografía pensó: "Ojalá algún día pueda estar ahí".
Quizás fue la visualización, la suerte, el esfuerzo o una combinación de todo eso, pero el deseo se cumplió. Primero la convocaron para La Voz Kids junto a Rafa Cotelo, y en 2024, La Voz Uruguay versión adultos se convirtió en el primer programa que condujo en solitario.
Hoy a las 21:15 se estrena una nueva edición de La Voz Kids, donde comparte la conducción con el mago Daniel K(ver recuadro), y esa adrenalina de la primera vez está intacta. Cada temporada es un reto y lo vive como si nunca lo hubiera hecho antes.
"No vivo mirando para atrás, pero trato de no naturalizar mi presente. A veces, cuando veo las audiciones, conecto con esa Noelia que entró por primera vez al estudio... y agradezco", se sincera con El País.
Aunque hoy copó la pantalla también conduce Sonríe junto a Rafa Cotelo y Jorge Piñeyrúa, y forma parte del streaming Mucho con Germán Medina y Leo Pacella por OLA, su camino fue arduo, tortuoso y doloroso en momentos. Se quedó sin trabajo de un día para otro cuando levantaron Desvelados (Canal 10), mandó CV a todos lados y hasta pensó en dejar la televisión.
Recién hace siete años, cuando volvió a Saeta para hacer móviles en La mañana en casa, logró encontrar una estabilidad laboral y económica. "Pude dejar de depender de mis padres para llegar a fin de mes", reconoce.
En 2024 regresó al teatro después de 14 años con la obra Paraanormales y el público la abrazó. Ahora se prepara para volver a las tablas el 1° de agosto con La vida continúa, una comedia con Coco Echagüe y Leo Pacella en el Teatro Metro.
Además, se viene un gran reto en Canal 10 para el segundo semestre, del que aún no puede revelar detalles, aunque adelanta: "Acepté una propuesta que me desafía como conductora y me tiene muy entusiasmada".
El estreno de La Voz Kids 2025 es la excusa para hablar con ella de su pasado musical, los sueños cumplidos, los tropiezos que forjaron su carrera y lo que se viene.
De cantar tango a la televisión
Ver a los niños en el set de grabación la conecta directo con su infancia, cuando cantaba tangos en festivales del interior o incluso cuando fue telonera de Los Nocheros. También soñaba en grande: se presentó al certamen Vení a cantarle a Gardel y, aunque no quedó, la música fue clave para que descubriera su real vocación: la televisión.
Mientras cantaba en uno de esos festivales, Jorge Cabrera la vio y la convocó para Sin Fronteras, en Canal 8 de Trinidad. "No sé qué vio en mí, pero creyó que tenía condiciones. Con 15 años le dije a mi mamá y me apoyó. Ahí descubrí que me gustaba cantar en los fogones y hacer televisión. Le debo todo a la música", asegura.
A los 17 se mudó sola a Montevideo y se anotó en Relaciones Internacionales, porque sentía que estudiar Comunicación para volver a Trinidad no tenía sentido, dado el esfuerzo que hacían sus padres. Lloró todo el primer año y pensó en abandonar. Luego probó con Trabajo Social y, en paralelo, se presentó al CONTA (Concurso Nacional de Talentos para Televisión). Su vida dio un vuelco.
No esperaba ganar solo quería conocer un canal de la capital pero fue la mejor entre 1.600 postulantes. Al recibir el premio contó que había soñado esa escena dos veces. Entró a Canal 10 por la puerta grande: empezó en La culpa es nuestra, haciendo notas desde Punta del Este, un destino que conoció gracias a ese trabajo.
"No sabía dónde estaba parada, pero tenía muchas ganas", se sincera. Entonces decidió hacer la licenciatura en Comunicación.
La televisión también le mostró su crueldad cuando se quedó sin trabajo de forma inesperada. Conducía Desvelados, el programa funcionaba, pero un día les dijeron que terminaban esa semana.
"Lloré mucho, me amargué, pero me levanté y empecé a golpear puertas", cuenta. Pasó de conducir en horario central a hacer asistencia y producción a cambio de viáticos.
La vuelta a Canal 10 se dio gracias a un casting cerrado. Estaba en Después vemos (TV Ciudad), una compañera le avisó que La mañana en casa buscaba movilera y no dudó. Se presentó, le aprobaron una semana de móviles y quedó. "Sentí que volvía para quedarme", dice.
¿Aunque estés en tu mejor momento, te da miedo quedarte sin nada? Estoy muy feliz en el canal, pero sentía la necesidad de tener algo propio porque esto no es eterno. Por eso, este año emprendí con mi pareja (Fabricio Fernández) y lanzamos Olivita, un kit de utensilios de cocina para niños. No fue por miedo, pero sé que el medio es inestable y no quiero depender 100% de nadie.
Volver al teatro y ¿hacer Carnaval?
En 2024, regresó al teatro después de 14 años con Paraanormales, donde interpretó a una villana que dio que hablar. "Me sorprendí a mí misma y también por la respuesta del público. Salir de la zona de confort enriquece", comenta.
Cuando el productor Diego Sorondo la volvió a convocar para La vida continúa, aceptó sin rodeos: "Me contó que estaban Coco Echagüe y Pacella le dije, 'no me cuentes la obra, si están ellos, voy'".
Dice que no se anima a actuar en series o películas. Si bien la llamaron de una murga y de un conjunto de parodistas, aún no se ve Carnaval: "Hay que estar a la altura de una de las fiestas más importantes del país, que respeto y admiro", afirma.
Sin embargo, elige dejar "abierta la puerta" a futuras propuestas: "Es largo, agotador pero hermoso. Si me llaman es porque me creen capaz", asegura.
¿Qué le dirías a aquella Noelia que llegó a Montevideo con 17 años sin saber bien para dónde arrancar? Que no se rinda. El medio a veces es injusto, frustrante, pero todo tiene su tiempo. Lo importante es no bajar los brazos y el mayor aprendizaje está en lo que no sale. La gente me ve hace siete años en la tele y piensa, 'está en todos lados', pero me costó un montón. Volvería a pasar por todo. No me arrepiento de nada.