Miércoles, 18 de Junio de 2025

Esperanza y unidad

ColombiaEl Tiempo, Colombia 17 de junio de 2025


Ricardo Santamaría
En momentos de dolor, la historia de Colombia ha demostrado que también puede surgir la esperanza


Ricardo Santamaría
En momentos de dolor, la historia de Colombia ha demostrado que también puede surgir la esperanza. Recientemente, el país se estremeció por el atentado contra el precandidato presidencial Miguel Uribe Turbay. Un ataque contra su vida, y contra la democracia. Pero, en medio de la violencia, emergió una respuesta poderosa: la unión. Una fuerza nacional que, más allá de ideologías y partidos, ha levantado una sola voz: No vamos a doblegarnos ante el miedo. El otro día conversando con un buen amigo, me preguntó si recordaba algún momento de la historia colombiana más complejo y desafiante que este. Le dije que sí: La campaña presidencial de 1990 cuando fueron asesinados tres candidatos presidenciales. Era el fin del gobierno Barco y el climax del narcoterrorismo. Pero le recordaba como en ese momento, el candidato que tomó las banderas del líder asesinado Luis Carlos Galán, el liberal César Gaviria, apeló a la esperanza y con la consigna de que "habrá futuro" se impuso en las elecciones. Y no solo eso, apoyó a los jóvenes de la séptima papeleta que fue el origen de la Asamblea Nacional Constituyente de 1991. De la peor crisis de violencia, surgió el mayor avance de nuestra democracia: la Constitución de 1991 que más que un texto, por la forma como fue elegida y conformada, se convirtió en expresión de la unidad nacional. La imagen de Miguel Uribe, firme en sus convicciones, se ha convertido en símbolo de unión y resistencia. Este nuevo ataque revive heridas profundas, pero renueva nuestra determinación de no rendirnos frente a la violencia. La marcha del silencio, convocada tras el atentado, fue mucho más que una movilización. Fue una expresión colectiva de rechazo a la violencia política, un acto de dignidad frente al odio. Miles de ciudadanos, en Bogotá y en distintas ciudades del país, salieron sin banderas, sin consignas partidistas, caminando en silencio pero con determinación en el corazón. Lo que está en juego, además de la vida de un candidato, es el derecho de todos a vivir en una democracia libre y segura. El derecho a estar bien gobernados. A que desde lo alto del Estado, se convoque a la unión y no al odio. Colombia no puede permitir que el miedo vuelva a marcar la agenda pública. No podemos retroceder a épocas donde las ideas se acallaban con balas. La violencia política no puede normalizarse, venga de donde venga. La esperanza une a ciudadanos, dirigentes, empresarios, periodistas, adversarios políticos. Es una mezcla de solidaridad, indignación y compromiso. Solo una sociedad unida puede ponerle freno a esa espiral. Que la indignación se traduzca en acciones firmes por la paz, la tolerancia y el respeto. Y que el silencio de la marcha resuene más fuerte que cualquier disparo. Hoy, más que nunca, Colombia necesita recordar que la fuerza de una nación está en su capacidad de unirse frente a la adversidad. La esperanza es una promesa colectiva de transformar el presente. Construyámoslo.
Analista.
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