Es imposible desentendernos de lo que sucede en Bolivia
La situación en Bolivia
Con Bolivia pasa algo poco común y realmente paradójico
La situación en Bolivia
Con Bolivia pasa algo poco común y realmente paradójico. Nacimos de las mismas entrañas, en el Congreso de Tucumán, el que declaró la independencia de las Provincias Unidas en Sud América, estuvo la representación de Mizque (Cochabamba), Chichas (sudoeste de la actual Bolivia) y Charcas, además de los diputados de otras once provincias hoy argentinas. Los congresistas ordenaron traducir el acta al quechua y al aymara. La población norteña -tanto la de Salta y Jujuy como la de las provincias nombradas- apenas hablaba el castellano. El Camino Real -la actual ruta 9- fue la principal vía de comunicación de la época inicial en nuestros lares. Arrancaba en Lima y seguía por La Paz en dirección sur. Fue la arteria que irrigó la civilización que amalgamó lo originario con quienes vinieron desde el otro lado del océano. No a la inversa.
No es anecdótico sino sustantivo que la que fue y en alguna medida continúa siendo la calle más famosa de Buenos Aires -la otrora esplendorosa Florida- deba su designación a la batalla victoriosa que se libró en 1814 en lo que hoy es el departamento de Santa Cruz de la Sierra. No es poco que el primer presidente de nuestro país, Cornelio Saavedra, fuera oriundo de Potosí. Suele olvidarse que nuestro primer triunfo en la guerra de la Independencia, el de Suipacha, el 7 de noviembre de 1810, se produjo en Tarija. La misma Tarija cuyo Cabildo adhirió a la Junta de Mayo el 18 de agosto de 1810, al igual que el 14 de septiembre de 1810 el gobernador de Cochabamba se pronunció a favor de la Revolución. Continuaron los apoyos con las provincias de Oruro y S. Cruz de la Sierra. Coetáneamente, Córdoba juraba lealtad al Consejo de Regencia.
Si nos introducimos en la cuestión Tarija, algunos datos sorprenden. Su territorio abarcaba desde Antofagasta hasta el río Paraguay, incluyendo el Chaco Boreal íntegro. En 1805, el rey Carlos IV dispuso que la jurisdicción sobre esas vastedades recayese en la Gobernación de Salta. En 1808 se incluyó a Potosí. Simón Bolívar, en una manda concluyente, dio una directiva a Sucre para que excluyera a Tarija de la Asamblea que había convocado en 1825 en el Alto Perú. Los esfuerzos más ingentes y los sacrificios más exigentes fueron los que se asignaron al Alto Perú. La Junta de Mayo envió cuatro expediciones auxiliadoras hacia esas provincias. La mala fortuna en las batallas de Sipe Sipe, Huaqui y los desastres de Vilcapugio y Ayohuma, más el designio del mariscal Sucre, unido a la escasa conciencia sobre el valor y significado del espacio territorial de algunos gobernantes porteños, determinaron que el destino del corazón geopolítico de América del Sur se desvinculase de las Provincias Unidas. Empero, hasta septiembre de 1831 Tarija siguió perteneciendo a las Provincias Unidas. Las luchas civiles, tan sangrientas como extensas en el tiempo, desviaron energías que a la sazón en los Estados Unidos se canalizaron en la marcha hacia el oeste, en una impresionante expansión. En esa misma época nosotros experimentamos un repliegue igualmente de significativo, pero obviamente de signo contrario al norteamericano.
¿Por qué tantas notas del pasado? Porque nos ponen en situación para poder aseverar que Bolivia está mucho más cercana que lejos, aunque la mayoría de nuestra nación, concentrada en el centro, el litoral y el área metropolitana, tenga la sensación de que Madrid, París y Roma, sumada ahora Miami, son próximas, casi de la familia, en contraste con Tarija, Potosí, Santa Cruz de la Sierra o Cochabamba, que casi ubicamos en otro mundo.
Bolivia es rica intrínsecamente, incluyendo a su laboriosa y hasta estoica población. Pero su devenir histórico estuvo plagado de los peores avatares . Solo basta con memorar que sufrió en su trayectoria 188 golpes de Estado, rebeliones y enfrentamientos literalmente sangrientos, pérdidas territoriales al este, al oeste y al norte -llamativamente, menos en su parte meridional- y otros lamentables hechos.
Hoy, Bolivia vive una profunda crisis cruzada por sus nuevos amigos externos que el partido gobernante desde hace años ha establecido con regímenes totalitarios de nuestro continente y también de más allá. Es tan aguda la problemática -cruzada además por el narcotráfico- que algunos analistas denominan al país hermano "el nuevo Afganistán".
Tenemos en nuestro norte un área geográfica enorme cuyas autoridades toleran el tráfico de estupefacientes, acuerdan equiparse con drones iraníes y otros armamentos y viven los prolegómenos de una guerra civil por el enfrentamiento de dos facciones del mismo partido oficialista. Es tan ruinosa la situación que de país exportador de gas -tarijeño, para mayores datos- devino en tener escasez de energía. La inflación es la segunda mayor de todo el hemisferio occidental. Para colmo, están operando actores no estatales muy poderosos. Es el preludio de un desemboque caótico. Aún peor: se estima que el Tren de Aragua -la organización criminal que acecha a todo nuestro continente sudamericano-, tiene en Bolivia su "santuario". Allí no se la combate ni la banda comete sus tropelías. Desde allí opera.
¿Nos hallamos ante un "Estado fallido"? Sería osado afirmarlo, pero no caben dudas de que tenemos en nuestra frontera septentrional un cuadro sumamente peligroso en un área geopolítica clave de América del Sur. Bolivia es amazónica y andina, y es también pradera en el llano de su flanco oriental.
La historia y la vecindad nos obligan a no desentendernos. La cuestión no es cómo levantar muros para protegernos. El asunto es buscar los caminos de rearticulación. De la distancia a la proximidad, De mirar para otro lado, con ajenidad, a sentir que la cuestión nos toca, y muy íntimamente. E imaginar otro y común destino.
La Argentina tuvo siempre una alta misión que trasciende su delimitación política jurisdiccional. Hace mucho tiempo que perdimos esa panóptica. Con Bolivia tenemos la oportunidad -y la necesidad- de mutar esa distracción histórica.
Quizá valga enfatizar un concepto como colofón: las fronteras no son lo último, lo más lejano y lo que nos disocia. Son el comienzo, el plano más relevante, el que nos abre el horizonte para la asociación y la proyección .ß
Diputado nacional (MC); dirigente político