Domingo, 06 de Julio de 2025

Ni armados hasta los dientes...

UruguayEl País, Uruguay 5 de julio de 2025

Roberto Alfonso Azcona | Montevideo
@|Ni mansos corderos

Roberto Alfonso Azcona | Montevideo
@|Ni mansos corderos.

Hay un debate que divide aguas con pasiones mal entendidas: el de las armas en manos de civiles. De un lado, los que reclaman el "libre porte irrestricto" como derecho sagrado, casi como si la violencia fuera la madre de la libertad. Del otro, los que sueñan con un Estado todopoderoso que desarme por completo al pueblo, confiados en que la ley sola bastará para protegernos.

Ambos extremos están equivocados.

El Estado es el único habilitado para ejercer la violencia de forma legítima, porque en su esencia reside la responsabilidad de defender a todos: la ley, la soberanía, la vida de los ciudadanos. No se trata de entregarle un cheque en blanco al poder ni de caer en devoción ciega por la autoridad. Se trata de sentido común. Una comunidad organizada delega el uso de la fuerza para garantizar la paz social.

Pero esto no significa que el ciudadano deba ser un manso cordero en manos del lobo. Uruguay tiene delincuencia armada y violenta. Y claro que un ciudadano tiene derecho a defender su vida, su familia y sus bienes. Puede y debe haber tenencia y porte de armas, pero bajo norma clara, con registro, con controles de idoneidad. Un derecho responsable, no un salvoconducto para el caos.

El "libre porte irrestricto", sin límite de potencia de fuego, es una receta para el terrorismo civil. Ya lo vivimos en nuestra historia: un puñado de ciudadanos armados que se sintió con la verdad absoluta y decidió imponerla a punta de fusil. No importa si son de izquierda, de derecha o de ninguna ideología: bastan armas sin control y odio suficiente para encender la chispa de la guerra civil.

Y al otro extremo, el desarme absoluto solo beneficia al criminal que no respeta la ley. Ningún delincuente va a ir a devolver su pistola en un operativo voluntario. Es la persona honesta la que queda indefensa.

Hay quienes justifican el armamentismo civil como freno contra el Estado. Pero creer que un pueblo armado va a "parar" la tiranía es un infantilismo. Véase Venezuela: el problema no es que falten armas, sino que sobran intereses internacionales dispuestos a sostener al dictador mientras sea rentable. Y véase Estados Unidos, donde el fetiche de la libertad armada deja un reguero de masacres en escuelas y templos.

Ser liberal no es ser anarquista. No es defender la violencia como argumento político. Es defender la libertad con responsabilidad. Es entender que nuestros derechos terminan donde empiezan los de los demás. Que la libertad no es hacer lo que me dé la gana, sino vivir de tal modo que pueda exigir respeto respetando a los otros.

Y aquí está el núcleo de todo: el contenido más profundo del liberalismo está en el sentido común. No en la pasión desbordada, ni en el dogma, ni en la imposición. El pensamiento y la acción del liberal verdadero están regidos por la razón, los valores y los principios, pero tienen como base ese cimiento imprescindible que es el sentido común. Sin él, la libertad se vuelve capricho, y el discurso liberal se vuelve caricatura.

Por eso decimos: ni un pueblo indefenso, ni un pueblo armado hasta los dientes. Un pueblo responsable. Con leyes claras. Con controles firmes. Donde quien quiera un arma la tenga, pero la registre, la sepa usar y la use solo para lo que corresponde: defensa legítima, deporte o caza regulada.

Ni terroristas civiles ni corderos sacrificados. Ciudadanos libres y responsables. Ese es el único camino sensato.
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