El 29
Los blancos tenemos un problema de crecimiento, porque recogemos más o menos los mismos votos hace varias elecciones.
Lacalle Pou sacudió la Convención blanca con la referencia a "el 29" y con eso sacudió el tablero político y desató una polémica en la que incluso terció el presidente Orsi, en un debate en el que se pidió evitar una campaña desde ahora.
Creer que se desató una campaña electoral por esa frase es un reacción superficial y fuera de lugar; no es por ahí la cosa.
La frase es para la interna nacionalista y está bien pensar desde ya en las tareas de oposición y la construcción de una alternativa: no solo corresponde hacerlo sino que es una obligación política.
Los partidos tienen que pensarse y repensarse, a partir de sus valores permanentes, y en cada coyuntura histórica.
La libertad que abrazamos, el nacionalismo humanista, de justicia, equidad y progreso, la querencia del pago, la cercanía, es siempre la misma, pero sus formas de trasmitir, de comunicar las decisiones que se deben tomar, no son lo mismo en tiempos de máquina de escribir que en el mundo de la inteligencia artificial o las redes sociales.
Lacalle Pou ocupa un lugar de liderazgo como pocas veces existió en el Partido Nacional en su historia; es un liderazgo que genera unidad.
Ni Herrera ni Wilson resumieron la voluntad del Partido ellos solos. Fueron mayoritarios, ampliamente durante años, pero siempre había otra ala.
Hoy, por mérito propio, Luis sale del gobierno con todo el partido atrás y además lidera a todos.
¿Es bueno que así sea? Sí y no.
Miro a 2029, porque una cosa es resumir la voluntad partidaria y otra colocar al Partido Nacional dependiendo de una persona, por importante que es.
Un partido "Luis dependiente" no es un buen camino. Tampoco es fácil que así no sea, porque los liderazgos no se inventan ni se decretan, pero la pluralidad y las opciones que integran e incluyen abarcan más.
Un liderazgo único, y del tamaño político de Luis, puede dar coherencia al partido, pero corre el riesgo de ahogar la renovación y de no incluir variedad de sensibilidades políti- cas, tonos, e ideas, más allá de una persona.
En el Partido Nacional la unidad es una obligación, pero la unanimidad no es buena. La unidad debe ser fruto de muchos que coinciden y no porque uno solo decide.
Preocupa que se empiece a generar una comodidad peligrosa entre los militantes y dirigentes: "tranquilos, en el 29 está Luis". Para llegar a esa fecha quedan cuatro años y muchas peripecias políticas y sociales.
La larga historia del Partido Nacional, casi bicentenaria, dependió de una profusa vida interna, motivante, vital, a veces exagerada, y hasta con algunas peleas que hicieron mucho mal, pero se aprende a no repetir errores. Aprendimos.
La hegemonía va en contra de la inclusión y el crecimiento. Los blancos tenemos un problema de crecimiento, porque recogemos más o menos los mismos votos hace varias elecciones. No nos podemos mentir y por eso el debate sobre el 2029 empieza ahora.
Dar por ganadas las próximas elecciones por las carencias de este gobierno y su falta de rumbo, es un tremendo error. Por grande y fuerte que es el liderazgo de Luis, depositar en una persona es arriesgado, más allá de las limitaciones humanas.
Nuestra colectividad política tiene un conjunto de valores e ideas que se funde en el crisol del partido.
Atar la suerte partidaria a esperar que las cosas sucedan por el solo pasar del tiempo es tremendamente peligroso. Además si es cierto eso, también está el peligro de que una de-rrota termine con una historia partidaria.
La continuidad histórica del nacionalismo está dada porque los liderazgos alimentaron al partido, se sumaron a una base política sólida que no depende del humor de una elección sino de los valores permanentes.
En estos tiempos nos tenemos que hacer muchas preguntas como par-tido, tenemos que abrirnos con humildad a una sociedad muy plural y que nos mira en algunos sectores de reojo.
Seamos sinceros, nos equivocamos porque a veces la soberbia nos ganó. Nos equivocamos los dirigentes.
¿Nos encerramos en nuestra comodidad de años o tratamos de romper el techo que nos limita y que no permite el crecimiento? Masoller es nuestro templo laico, pero es solo de nosotros los blancos; nos mueve el alma, pero no alcanza. Hay que abrirse a otros ámbitos.
Estamos, ajenos al mundo de la cultura, y no por no tener cientos de blancos ahí, sino por la inquietud a que la izquierda domine esa área, por creer que "ahí son todos frentistas".
Podemos vivir en nuestra comodidad o apostar a comprender a la sociedad toda.
Simultáneamente debemos poner rumbo a una coalición de partidos que no admite la menor demora, y ahí tenemos que ir sin complejos, no diluirnos, sino como blancos caminar políticamente hacia la Coalición Republicana: la mayoría de los blancos tiene claro eso.
Al 29 se llega bien si agrandamos al partido, y no lo achicamos solo a Luis y a su suerte. Ese es el desafío y esa es la tarea de hoy mismo, sin esperar al 29. Bueno fuera que tuviéramos que pedirle permiso al presidente Orsi para hacerlo.