Domingo, 06 de Julio de 2025

La banalidad del bien

UruguayEl País, Uruguay 6 de julio de 2025

Vivimos la irrupción de una camada de gente en la gestión pública que parece creer que el mundo es una película de Disney.

El lector estará cansado de escuchar hablar de "La banalidad del mal", ese concepto acuñado por Hannah Arendt en su libro "Eichmann en Jerusalén", para intentar explicar cómo un opaco oficial burocrático alemán pudo convertirse en un eficiente verdugo de masas. Arendt se ha vuelto un poco como Gramsci: el sabor del mes, en la heladería ideológica local.

Es curioso que nadie se haya enfocado en la contracara, o sea, la banalidad del bien. De la capacidad de alguna gente para generar daños trágicos, al mismo tiempo que posan frente al mundo como los grandes defensores de todo lo bueno y puro.

Un ejemplo claro de esto es Greta Thumberg, aquella joven sueca que saltó a la fama hace años por su activismo ambiental, y por un discurso en la ONU, donde acusaba a los líderes globales de ser culpables de la extinción planetaria, por no allanarse a su agenda genocida, que dejaba a Thomas Malthus como un tibio.

Pero era casi imposible contradecirla, porque era una mujer, joven, con algún tema de "salud mental"... Por lo cual, simplemente discrepar con ella, implicaba ser incinerado en la pira incandescente de la opinión pública. Aunque con cero legitimidad, increpara a gente que (en su mayoría) había sido votada por sus pueblos.

El tiempo pasó, vino Trump, la Guerra en Ucrania, Europa tuvo que cambiar radicalmente su agenda... Y Greta fue cayendo en el olvido. Al punto que para ganar visibilidad, tuvo que meterse en el conflicto en Gaza, dejando en claro tanto su ansia por llamar la atención, como que su agenda era más la de una Irma Leites milenial, que aquel rayito de luz ecologista que se nos había vendido.

Pero el fenómeno va más allá de una persona. Es como que hay un par de generaciones con un núcleo totalmente tomado por esta "banalidad del bien". Que irrumpen en el debate público no para sumar ideas frescas, planteos intelectuales sólidos, disruptivos. Sino para "posturear" bondad, y reducir la discusión a la complejidad de una película de Disney.

Lamentablemente, como decía Oscar Wilde, "la verdad raramente es pura, y jamás simple".

En este gobierno del Frente Amplio hay varios ejemplares de esta cosmovisión. Desde la Biblioteca Nacional, al Mides, vemos las consecuencias de esta mirada frívola ante la responsabilidad de un cargo público. Un de los casos ineludibles, por su propio empeño en enrostrarnos sus peculiaridades, es el de la directora de Cambio Climático, María Souza.

En apenas un par de meses en el cargo, nos ha regalado un manual casi perfecto para comprender el peligro detrás de esta corriente que nos llega con cierto retraso. Como todo a Uruguay.

En este plazo ha protagonizado un intenso raid mediático, donde pese a que aduce estar encabezando una austera cruzada salvadora para la humanidad, el 90% de las referencias son hacia su propia persona. Una acumulación de millas de viaje, capaz de generar dióxido de carbono como para derretir varias hectáreas del Polo Norte. Un victimismo casi a la par de su necesidad por ostentar su validación académica internacional.

Detalle al margen, el daño que hacen en el tercer mundo quienes concurren a estas excursiones fugaces por universidades anglo, de donde importan fórmulas ajenas, debería descontarse de la deuda externa. Hacen acordar a aquello de Abelardo Ramos "desarraigado como una planta esteparia en la tierra del ombú".

Casi tan conmovedor como todo esto es el léxico. Tras protagonizar una impactante producción de fotos para una revista de sociedad, la jerarca nos compartía una publicación que se iluminaba con su aporte. Trataría sobre "desigualdad climática, colonialismo ambiental, neoextractivismo y transiciones que repiten viejas lógicas".

Algo muy consistente con declaraciones previas. "Trabajamos para que la acción climática esté articulada con una visión de justicia ambiental, participación ciudadana y sostenibilidad real en los territorios. Queremos una transición ecológica que sea justa y que reconozca que los cambios se construyen con las comunidades, y con los saberes locales". Frases que nos hacen dudar si en la facultad de Ciencias Sociales otorgan puntos extras por usar palabras compuestas o términos en plural.

Pero el problema es grave. Porque esta es la gente que después compromete al país en planes que atentan contra el desarrollo económico que ha generado ese nivel de prosperidad que todos envidiamos del primer mundo. Que se puede banalizar mientras se toma un "flat white", y se conspira contra la gentrificación del Cordón. Pero que revuelve las tripas cuando vemos cómo se vive este invierno cruel en el Barrio Moderno, o Nuevo Ellauri. Vaya usted a hablarle de neoextractivismo a esa gente. Si estos son los embajadores que van a tener causas como el ambientalismo o la igualdad, vaya preparándose para tres generaciones de Trumps, Mileis y similares. Banalidad del bien, casi tan funesta como la otra.
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