Sábado, 12 de Julio de 2025

Topolansky con El País: la "labor del FA" en un escenario sin mayorías y cómo pasa sus días tras la muerte de Mujica

UruguayEl País, Uruguay 9 de julio de 2025

La exvicepresidenta describe su vuelta a la militancia para que los más jóvenes sepan cómo "negociar" en el Parlamento y habla de la responsabilidad de "trabajar para que el país no quede trancado".

Lucía Topolansky recibe a El País en la chacra que supo compartir tantos años con José Mujica. "La libertad de ser libres", de Hannah Arendt, está sobre una mesa con varias anotaciones. Junto con la vuelta a la militancia, la lectura forma parte de su voluntad de "llenar el día con agenda" para tratar de no sentir tanto su ausencia.

En esto también la ayuda su nuevo rol, encomendado por su sector: conversar con los diputados más jóvenes para "crear memoria institucional" y enseñarles a negociar para lograr acuerdos que, en este escenario político, resultan indispensables. El legado de Mujica se cuela inevitablemente en la charla.



-Cómo ha sido vivir estas semanas sin Mujica?

-Qué querés que te diga. Difícil (se emociona y hace silencio). Pero uno tiene que seguir... Y yo decidí seguir por donde venía. Meterme de nuevo de lleno en la militancia, trabajar con mis compañeros. Llenar el día con agenda. Y ta.

-¿Le dejó alguna tarea Pepe?

-Dejó tareas. Acá hay cosas que se hacen en la chacra. Además, lo último que estaba haciendo estaba vinculado a la integración regional. Por esto estuve participando en el Palacio Legislativo, un poco simbólicamente, en una actividad para unir universidades, para que los títulos sirvan de los dos lados de la frontera, con Argentina y con Brasil. Para que los estudiantes no tengan la desgracia de andar en peripecias para conseguir una reválida. Que, a veces, si van a Europa o a Estados Unidos, son cinco minutos.

-La integración regional era una de las grandes apuestas de Mujica.

-Sí, pero vista desde lo práctico. Desde los intereses de la gente. Siempre detrás de eso de empezar a funcionar un poco como bloque. El mundo funciona así, y América Latina en ese sentido no existe. Para un país chico como Uruguay, es de vida o muerte. Él estaba muy compenetrado con eso.

-Parece que no se hubiera avanzado demasiado.

-Se va avanzando muy de a poquito. Uno dice, cuatro títulos no son nada. Pero principio tienen las cosas.

-¿Qué rol político tiene usted hoy?

-Pertenezco a la dirección nacional del MPP. Entonces retomé esas actividades. Y ahora los compañeros me pidieron... Hay dos circunstancias nuevas que nos importa trabajarlas bien. Una es que, desde la época de Tomás Berreta, es la primera vez que falta una mayoría parlamentaria. Es una circunstancia complemente nueva, y no tiene nada que ver con el balotaje. Si hubiera triunfado (Álvaro) Delgado capaz hubiera sido lo mismo. O capaz peor.

-Ya hubo problemas para el Frente Amplio para articular mayorías.

-Siempre hay. Es un problema político. Para todos los proyectos hay que conseguir dos votos en Diputados. La otra circunstancia es que la bancada del Frente Amplio, la nuestra en particular, tuvo un recambio enorme. Nuestra bancada es particularmente grande. La lista 609... le ganó a la emblemática lista 15, que en la historia de este país era siempre la inalcanzable. Pero nosotros la pasamos. Todas las demás bancadas tienen, también, un enorme recambio político. Entonces, a veces, los cuerpos políticos precisan cierto marco de memoria institucional. Y como yo estuve 22 años en el Parlamento, me pidieron, no que conversara los proyectos en sí, porque eso lo tienen que hacer los que fueron electos, que tienen que poner el compromiso y la cara, y hacer la tarea. Pero sí discutir la estrategia. Cómo ubicarse, qué es la negociación parlamentaria. Una cuestión mucho más conceptual. Por eso el otro día hicimos una reunión grande con la bancada.

-En el Quincho de Varela, la semana pasada.

-Sí. La idea es que, a veces, si tenés que subir cinco escalones, subís dos y vale la pena. Aunque tu aspiración sea subir cinco, avanzás. Pudiste acordar hasta ahí. Claro que, muchas veces, uno va por todo, pero en política lo excelente es enemigo de lo bueno. Puede ser bueno que se avance ese tramo y que después, en otras circunstancias, (se avance en) los demás. Más el primer año, que está la ley madre, el Presupuesto.

-¿Cuáles fueron sus consejos?

-Contamos muchas cosas que vivimos. En nuestro caso, estuvimos como oficialismo y como oposición. Sabemos cómo es trabajar desde los dos lados. Mencionamos el caso de (Alejandro) Atchugarry. (Se ríe). Fue el negociador por excelencia.

-¿Cómo debe negociar el Frente Amplio en este escenario?

-Estamos en una circunstancia nueva. Primero, hay que conversar mucho con todos. Todos los que están sentados en el Parlamento tienen parcelas de pueblo. Unos más, otros menos, pero todos tienen. La responsabilidad, en relación a la democracia representativa, es muy grande allí. Por eso es bueno que los proyectos, más allá de que uno tenga los numeritos mágicos, salgan con más. Cuanto más respaldo tenga una ley, más posibilidades tendrá de transformarse en una política de Estado. Hay que conversar mucho y tantear. De repente, puede haber un camino alternativo, algún proyecto de la oposición que haya quedado archivado. Siempre se negoció en el Parlamento. Y eso es lo que hay que recrear ahora. Puede ser vital.

-Las negociaciones no siempre llegan a buen puerto.

-Hay que ser optimista en la vida. Si yo parto de la base que no voy a hacer nada, el país está frito.

-¿No puede suponer un riesgo que el programa del Frente Amplio no se pueda llevar a la práctica en su totalidad?

-En la historia del país no hubo un solo período en que los programas se hayan cumplido al pie de la letra. Puede haber contingencias internas o externas, u oportunidades de otras cosas, que no las tenías escritas. Tengo ejemplos de todo esto. Hay un pensamiento maravilloso de Rosa Luxemburgo, una mujer muy inteligente que desgraciadamente fue desconocida durante mucho tiempo. Ella decía: "Cree el militante que porque está todo escrito, ya tiene todo resuelto". El programa es apenas un rumbo. Se atraviesa como se le atravesó a (Luis) Lacalle una pandemia, sequías, inundaciones. ¿Qué hace uno? No se puede. O se te atraviesa una oportunidad, como se nos atravesó a nosotros con el Plan Ceibal, que fue crucial en la pandemia. Se pudo dar educación en este país porque había Ceibal. Las cosas no son muy o tan tan. El que crea eso no entiende de política. La labor del Frente Amplio es trabajar para que el país no quede trancado. No le conviene a ningún partido, ni al país. Parto de la base que nadie querrá eso.

-¿Quién es el negociador ideal en el Frente Amplio?

-Ahora negocian los coordinadores de bancada. Negociar se puede. La experiencia dice eso. Los vínculos no son de cinco minutos. Hay que ir siempre con plan A, B y C. Escuchar lo que trae el otro. Creo que es posible, pero sobre todo porque al país le conviene. No creo que haya nadie que se niegue a negociar. Sería lo contrario a la esencia parlamentaria.

-Se le achaca al gobierno que viene lento. ¿Faltan concreciones? ¿Va a una velocidad adecuada?

-Va a la velocidad que las circunstancias le permiten.

-Usted habló recién de la necesidad de generar memoria institucional en la bancada. El MPP ya no tiene a Mujica. ¿Cuál será el futuro del sector sin Mujica?

-Es algo que siempre pensamos. En militancia activa, Pepe hace mucho que tenía una participación consultiva. Siempre sostuvo que el mejor dirigente era el que dejaba una barra que lo suplantara con ventaja. El día de la elección se decía que iban cabeza a cabeza. Pero de noche prendimos la televisión y vio el resultado y lo que habíamos votado. Dijo: "Este es el mejor premio. Me puedo ir tranquilo". Sentía que aquello que pensaba, empezaba a cumplirse.

-Pero Mujica participó en algunos actos.

-Estuvo en el acto final. Lo habíamos conversado. No lo anunciamos, porque el temor era que no estuviera del todo bien. Lo llevamos casi escondido. A él, humanamente, también le servía. Para él siempre fue fundamental el contacto con la gente. Ahí tuvo una oportunidad de despedirse.

-¿Qué le dejó Mujica, al MPP, al FA y al Uruguay?

-Hay que esperar que decante. El entierro fue impresionante. Lo más impresionante fue el arco social que se constituyó. Desde gente muy humilde hasta empresarios de alto vuelo y presidentes extranjeros. De todas las edades y condiciones sociales en un par de días laborables. Eso dice mucho. Quien dudara de la incidencia que él pudiera tener en la política uruguaya, tiene que reconocer la realidad. Rompió los ojos. Después recibí aquí todo tipo de visitas. En los análisis, quedará incorporado que no pasó al olvido. En el ciudadano de a pie, el "Sancho" que va indicándonos el camino, le dio la mejor votación de la historia del Uruguay cuando él se estaba yendo. Eso también hay que ponerlo en balanza.

-¿Le sorprendió ver en el día del sepelio a alguna persona en particular?

-No pude medir eso. Aquello era agobiante. Y ver esa cola infinita, esa variedad de gente. La gente que venía y decía: "Voy a rezar" (llora de nuevo y hace silencio). Yo qué sé. Y después, todo el arco político e institucional, que vino a saludar. Entonces, uno dice: en realidad, esto muestra algo. Nosotros fuimos cuidadosos, pusimos solo la bandera nacional en el féretro. Pepe siempre recibió a todo el mundo. Desde el rey de España hasta un pescador que le traía pescado de San José. Sus vínculos siempre fueron muy grandes y eso lo mantuvo. Y creo que eso fue uno de los aciertos políticos más grandes que tuvo. ¿Cómo se mide eso? ¿Cuáles son las palabras justas para expresarlo? No sé. Lo irán diciendo los que escriban los libros, no yo.


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