El rumbo del gobierno
Los primeros cinco meses de gobierno están dejando una peligrosa sensación de falta de liderazgo, y grupos radicalizados que tironean cada uno para su lado, de una frazada cada vez más corta.
Apenas van cinco meses de este nuevo gobierno frenteamplista. Pero las señales que percibe la sociedad son ca-da vez más alarmantes, y pintan un ejecutivo disfuncional, un partido oficialista sin un liderazgo claro, y donde sectores minoritarios y radicales, tironean para llevarse porciones más grandes de la frazada, sin que haya nadie que parezca preocuparse por el conjunto del país.
La primera señal preocupante viene de la propia Torre Ejecutiva. Allí lo que se ve es a un presidente Yamandú Orsi que parece cada vez más enamorado de su rol internacional, funcionando como bastón caminador del presidente brasileño Lula da Silva, que lo lleva para acá y para allá, presentándolo de manera indigna como "el último invento de José Mujica", y subiéndolo a una agenda geopolítica de la cual el Uruguay tiene poco y nada para beneficiarse. Lo vimos en la cumbre del Mercosur, donde Javier Milei dijo lo mismo que vienen diciendo los últimos tres presidentes del país, pero Orsi optó por alinearse con Lula y su proteccionismo retrógrado. Lo vimos en la cumbre de los BRICS, donde lo único que sacamos a favor fue una foto con el líder de India, y a cambio entramos en la lista negra de Trump.
Mientras tanto, en Uruguay las cosas no lucen bien.
Aprovechando las recurrentes ausencias del presidente Orsi, la vice Carolina Cosse no pierde oportunidad de salir en los informativos con propuestas cada vez más delirantes, y contrarias a la aparente estrategia del Ejecutivo. Un caso muy claro fue el de los derechos de TV del fútbol uruguayo, una pugna extremadamente compleja y sensible, donde Cosse entró como elefante en un bazar a exigir que Antel use plata de los contribuyentes, esa que tanto falta para primera infancia y otras urgencias, para darle pan y circo al pueblo.
Cosa que obligó al propio Orsi a dejar sus reuniones en las playas de Brasil, para salir a pararle el carro.
Como si fuera poco, Cosse se ha enfrascado en peleas estériles con la oposición, mostrando ese talante despectivo e imperial, que tanto aliena a la sociedad uruguaya. Al mismo tiempo que queda en claro que su gestión en la intendencia capitalina, fue un desastre financiero mayúsculo, que caerá como un yunque sobre los contribuyentes montevideanos. ¡Ah! ¡Pero qué linda queda esa ciclovía que corta nuestra principal avenida como una cuchillada infame, complicando la vida del transporte público y privado en la ciudad!
No solo Cosse percibe la carencia de liderazgo claro en el país. Los grupos de ultraizquierda, y los sindicatos también lo notan, y empiezan a tironear, intentando ganar alguna migaja extra, a cambio de bienestar general.
Lo hacen en el conflicto de la pesca, que amenaza destruir una industria que representa millones para el país, con un reclamo totalmente ridículo, y que viola los convenios firmados. Un precedente que se dará vuelta en su contra rápidamente.
Lo hacen con propuestas delirantes como la de este "impuesto a los ricos", que ya está generando ruido entre inversores. Alcanza ver lo que pasó en Argentina cuando los gobiernos kirchneristas impulsaron algo similar, para darse cuenta de lo funesto de la idea. Pero no hay nadie del gobierno que salga y la pare en seco.
A esto hay que sumar todo el ruido en torno a los cambios en el régimen de vivienda promovida, el elemento que ha permitido dinamizar como nunca a la industria de la construcción, generando un bienestar contante y sonante a los miles de obreros que allí trabajan, y aumentando el stock de vivienda nueva en el país de manera significativa.
Mientras todo esto sucede, la competitividad del país sigue barranca abajo, y la rentabilidad de las empresas se contrae hasta límites insoportables, por la insaciable demanda sindical, y los costos asfixiantes de un Estado que no cumple con sus deberes básicos, pero insiste en convertirse en estanciero y empresario en todos los rubros.
No hay día que no se informe del cierre de alguna empresa, del achique de otra, o de cambios regulatorios que ponen en riesgo la vida de sectores enteros de la actividad económica del país.
La única carta de esperanza a esta altura es que se trate de fallos propios de una nueva generación de dirigentes frenteamplistas que están haciendo sus primeras armas en el poder, y que están aprendiendo sobre la marcha. Ahora viene la discusión del presupuesto, y se verán muchas cartas más claras. Pero más allá de eso, la sociedad percibe una disfuncionalidad y falta de liderazgo en el país, que solo puede ser anticipo de problemas más serios si Orsi no toma el toro por las astas.