Domingo, 13 de Julio de 2025

El peligro de normalizar la inseguridad

ColombiaEl Tiempo, Colombia 11 de julio de 2025

Andrés Pérez
En Colombia, la violencia ha sido durante décadas parte del paisaje

Andrés Pérez
En Colombia, la violencia ha sido durante décadas parte del paisaje. Pero algo más preocupante es que está permeando a las grandes ciudades del país: nos estamos resignando a vivir con miedo; normalizamos la inseguridad. Bogotá, Medellín, Cali, Barranquilla, Bucaramanga y Cartagena comparten hoy un mismo síntoma: la ciudadanía no solo se siente amenazada, sino que ha comenzado a asumir esa amenaza como parte natural del día a día. La sensación de inseguridad ya no genera indignación ni moviliza protestas, se ha vuelto parte del guion cotidiano. La encuesta reciente de Guarumo y EcoAnalítica lo confirma. La inseguridad es el principal tema que los colombianos exigen que los alcaldes enfrenten, por encima del desempleo, la salud e inclusive el costo de vida. Y lo más revelador: esta preocupación es transversal. La comparten hombres y mujeres, jóvenes y adultos mayores, ciudadanos de todos los estratos y orillas políticas. En la encuesta, la inseguridad resulta ser el principal problema entre diez opciones para todas las ciudades. En Barranquilla -donde se tiene el alcalde con mayor favorabilidad del país-, 69,29% de los encuestados considera la seguridad como la prioridad número uno, seguida muy de cerca por Bucaramanga con 68%. En el centro del país, Bogotá registra 53,93% de ciudadanos que sienten que la inseguridad debe ser atendida con urgencia, seguida por Cartagena (53,15%). Incluso ciudades con trayectorias recientes de transformación urbana, como Cali y Medellín, reportan altos niveles de preocupación con 33,70% y 30,12%, respectivamente. No hablamos solo de cifras. Estamos hablando de vidas restringidas. De padres que ya no dejan salir a sus hijos al parque. De comerciantes que pagan extorsiones para poder sobrevivir. La resignación se ha convertido en cultura, frases como "por eso es que uno no puede andar con nada" o "me robaron, pero al menos no me mataron" se han vuelto comunes en conversaciones cotidianas. Se difumina el límite entre lo tolerable y lo intolerable. Se diluye la capacidad de indignación, de ciudadanos que, simplemente, dejaron de denunciar porque ya no creen en el sistema. Esta normalización tiene consecuencias peligrosas. Por un lado, desgasta el tejido social, porque genera desconfianza. Por otro, mina la legitimidad del Estado, porque debilita la exigencia ciudadana y la participación democrática. ¿Cómo exigirle resultados a las autoridades si ni siquiera creemos que puedan hacer algo? Hay quienes dicen que la seguridad es responsabilidad exclusiva del gobierno central. Otros culpan a las alcaldías, a los jueces, a la Policía o a la Fiscalía. Pero mientras se reparten culpas, el miedo sigue ganando terreno, en silencio, sin titulares pero haciendo daño de raíz. Los medios de comunicación siguen atrapados en la pelea política del día a día, enfocándose en escándalos triviales, disputas ideológicas y debates estériles que solo alimentan la polarización. Esa desconexión mediática es peligrosa, porque distrae la atención pública de los temas que los gobernantes realmente deben abordar.
Gerente EcoAnalítica.
La Nación Argentina O Globo Brasil El Mercurio Chile
El Tiempo Colombia La Nación Costa Rica La Prensa Gráfica El Salvador
El Universal México El Comercio Perú El Nuevo Dia Puerto Rico
Listin Diario República
Dominicana
El País Uruguay El Nacional Venezuela