Opinión | "El país se encuentra en un punto clave donde su encanto tropical se combina con las necesidades sociales, económicas y ecológicas de una industria turística de lujo en expansión."
Costa Rica está viviendo un notable crecimiento en su oferta hotelera de lujo y ultra lujo. Como un destino predilecto entre los viajeros de alto poder adquisitivo, el país se encuentra en un punto clave donde su encanto tropical se combina con las necesidades sociales, económicas y ecológicas de una industria turística de lujo en expansión.
Principales tendencias
En los últimos años, la oferta hotelera de Costa Rica ha alcanzado niveles históricos. Solo entre 2023 y 2024, el país experimentó un aumento del 6,5% en su número total de habitaciones, pasando de 52.679 a 56.106. Este crecimiento ha sido liderado por Guanacaste, que registró un aumento del 13,3% en habitaciones disponibles, impulsado en gran medida por el desarrollo de complejos de lujo y marcas reconocidas.
El impulso ha continuado en 2025, con grandes inauguraciones como Nekajui, un Ritz-Carlton Reserve ubicado en la Península de Papagayo, y el Waldorf Astoria Punta Cacique, ambos posicionando aún más al país en el panorama internacional de hospitalidad. Marriott también expandió significativamente su presencia en 2024, con diez nuevos acuerdos que sumarán 1.086 habitaciones y elevarán su cartera en Costa Rica a 15 proyectos.
Esta expansión ha ayudado a posicionar al país como uno de los destinos de turismo de lujo más destacados en América Latina. Si bien naciones como Panamá o República Dominicana también han desarrollado sus industrias turísticas, Costa Rica destaca por cómo ha evolucionado hacia un destino de lujo en la última década. Su tamaño compacto, estabilidad política y fuerte identidad ambiental lo hacen especialmente atractivo para los viajeros exigentes, en comparación con otros destinos regionales que aún buscan alcanzar ese nivel.
Este auge sigue las tendencias globales del sector hotelero de lujo. La inversión internacional en hoteles aumentó un 54% interanual, según CBRE, con EMEA, América y Asia-Pacífico impulsando esta recuperación. La inversión global en hoteles de lujo alcanzó los $154.000 millones en 2024 y se espera que supere los $166.000 millones en 2025, con un crecimiento anual de más del 5%.
Aunque Costa Rica es un mercado pequeño en tamaño, sigue esta tendencia con fuerza, especialmente considerando que América del Norte representa un 32% del turismo de lujo mundial y que hay una creciente demanda entre turistas estadounidenses por experiencias de lujo con conciencia ambiental.
El rendimiento turístico del país respalda esta demanda creciente: en 2023, se registró el gasto promedio más alto de la historia, con $1.892,8 por visitante, frente a $1.590,6 en 2022. Además, los turistas no solo gastan más, sino que también se quedan por más tiempo —alrededor de 12,9 noches por visita— una cifra que se ha mantenido estable en los últimos tres años.
Esta evolución ha acelerado también el desarrollo de residencias de marca y segundas viviendas, que hoy juegan un rol clave en la identidad de lujo del país. Proyectos como Reserva Conchal, Las Catalinas y Hacienda Pinilla ofrecen no solo alojamiento de alta gama, sino también productos de estilo de vida de marca que combinan propiedad privada con servicios de resort.
Discovery Costa Rica, uno de los proyectos más ambiciosos hasta la fecha, ha mostrado un fuerte interés en preventa, lo que confirma la demanda por modelos residenciales-turísticos híbridos. Estas propuestas están desdibujando las fronteras entre hospitalidad e inmobiliaria y han posicionado a Costa Rica como pionero en el segmento de segundas viviendas de lujo en la región.
Las tasas de ocupación también se han mantenido estables: 65,3% en 2023 y 64,8% en 2024. El acceso internacional ampliado ha sido clave, especialmente a través del Aeropuerto de Liberia, donde más de 20 rutas internacionales han facilitado la llegada de viajeros de alto perfil a Guanacaste.
A inicios de 2024 también hubo señales positivas, con un aumento del 14,5% en las llegadas internacionales respecto al año anterior. Para finales del mismo año, Costa Rica estaba en camino de recibir cerca de 2,6 millones de visitantes y generar más de $5.000 millones en ingresos por turismo, según datos del Banco Central.
Sin embargo, 2025 comenzó con una leve baja: una caída del 7% en llegadas durante febrero, en parte atribuida a la escasa disponibilidad aérea y al fortalecimiento del colón costarricense. Con una moneda más fuerte, el destino se vuelve menos accesible para muchos visitantes internacionales, especialmente los de EE.UU., su principal mercado. Al mismo tiempo, la limitada oferta de vuelos en temporada alta añade fricción a lo que debería ser un viaje de lujo sin complicaciones. La infraestructura también influye: el acceso vial a zonas costeras remotas es desigual y, aunque los aeropuertos de Liberia y San José siguen expandiéndose, aún enfrentan retos de capacidad en temporadas pico.
A nivel global, el sector de lujo se mantiene sólido. Según Barron’s, el gasto de viajeros con alto poder adquisitivo sigue creciendo, con un aumento del 5,2% proyectado para las reservas de 2025. En este contexto, Costa Rica avanza en paralelo con las tendencias globales de consumo. Sin embargo, a diferencia de otros destinos, el país siente estos cambios más directamente. Es particularmente sensible a las fluctuaciones cambiarias, al aumento de tasas de interés en mercados clave como EE.UU. y Europa, y a los desafíos logísticos de conectividad aérea e infraestructura. Estos factores no solo influyen en cuántos visitantes llegan, sino en cuán fácil y atractivo se vuelve el viaje.
Este contexto ayuda a entender por qué una alta demanda no siempre se traduce en un crecimiento fluido o equilibrado; de hecho, puede traer nuevas presiones. Aunque el país sigue atrayendo visitantes e inversiones de alto nivel, muchas de las regiones con mayor crecimiento también están enfrentando tensiones sociales crecientes. En localidades como Nosara, Tamarindo y Santa Teresa, los residentes enfrentan un aumento del costo de vida, dificultades para acceder a vivienda asequible e incluso desplazamientos. A medida que más compradores extranjeros invierten en segundas viviendas o alquileres de corto plazo, los precios inmobiliarios han subido tanto que muchos habitantes ya no pueden competir. Lo que empezó como una oportunidad económica está generando temores reales de gentrificación y pérdida de identidad comunitaria. ONG locales y medios de comunicación han alzado la voz sobre si los beneficios del auge turístico se están distribuyendo de manera justa y si el modelo es realmente sostenible para quienes viven allí todo el año.
Marcos legales y de política pública
Los marcos legales añaden otra capa de complejidad. La Ley de Zona Marítimo Terrestre limita la construcción a 50 metros de la línea de marea alta y establece restricciones para proteger el acceso público y el paisaje natural. Sin embargo, su aplicación es inconsistente y varios proyectos han enfrentado demoras u oposición por no cumplir con los requisitos ambientales y de uso del suelo. El reto está en alinear los intereses de la inversión extranjera con la normativa local, integrando además las voces de las comunidades en la planificación del desarrollo. Este no es un desafío exclusivo de Costa Rica; otros destinos en el Caribe y el sur de Europa enfrentan problemas similares al tratar de equilibrar los beneficios del turismo de lujo con la equidad social y la protección ambiental.
Este mismo factor ambiental también complica el panorama de crecimiento. Costa Rica tiene una sólida tradición de conservación, con más del 25% del territorio protegido. Esta imagen verde es una gran parte de su atractivo turístico, pero también genera tensiones cuando la construcción avanza sobre hábitats sensibles. Los proyectos cercanos a parques nacionales, reservas marinas y corredores biológicos están sujetos a evaluaciones de impacto ambiental rigurosas, que suelen retrasar los cronogramas y aumentar los costos. Si bien muchos inversionistas ven estas medidas como necesarias para preservar el valor a largo plazo, otros las perciben como trabas burocráticas.
Informes recientes han señalado preocupaciones sobre el desarrollo excesivo en zonas clave como Papagayo y la Península de Nicoya. ONG ambientales han pedido controles más estrictos sobre la construcción de resorts, especialmente en áreas de alta biodiversidad. Al mismo tiempo, los desarrolladores argumentan que los retrasos en los permisos y la falta de claridad en los procesos regulatorios frenan el progreso y ahuyentan inversiones. Esto evidencia la necesidad de un sistema de permisos más coordinado, transparente y respaldado por tecnología, algo que países como Portugal y Grecia han implementado con buenos resultados.
Desde una perspectiva legal y de políticas públicas, hay varias tendencias clave. Primero, la Ley de Zona Marítima sigue siendo el pilar de la regulación costera, definiendo derechos de uso y acceso. Cumplirla es esencial, pero muchos proyectos omiten la debida diligencia legal en etapas tempranas, lo que lleva a costosos ajustes después. Segundo, todo proyecto turístico a gran escala en Costa Rica debe pasar por una Evaluación de Impacto Ambiental (EIA), un proceso supervisado por Setena, parte del Ministerio de Ambiente y Energía (Minae). Aunque su objetivo es garantizar el respeto al entorno, el proceso suele ser lento e impredecible, lo que genera frustración entre los desarrolladores y, a veces, incluso disputas legales.
Otro obstáculo para mantener esta expansión de lujo es la escasez persistente de mano de obra calificada. Los alojamientos premium requieren un nivel de servicio que el talento local aún no logra cubrir adecuadamente en áreas como conserjería, programas de spa, gastronomía y atención multilingüe al huésped. La competitividad salarial y el alto costo de vida dificultan atraer y retener profesionales locales, lo que ha llevado a muchos resorts a contratar personal internacional. Aunque esto resuelve vacíos inmediatos, no contribuye al desarrollo económico sostenible. El ICT, cámaras empresariales y organizaciones privadas han impulsado programas de formación técnica, pero su avance ha sido lento, en parte por la falta de coordinación entre la oferta educativa y las necesidades reales del segmento de lujo.
Este reto de capital humano no es exclusivo de Costa Rica. A nivel global, los operadores hoteleros de lujo reportan problemas similares. Un informe de McKinsey indica que la demanda por servicios personalizados ha superado la capacidad formativa en muchas economías dependientes del turismo. Lo que distingue a los destinos exitosos es su capacidad para crear alianzas público-privadas que fortalezcan la capacitación laboral. El Plan de Desarrollo Turístico 2022-2027 incluye medidas para mejorar la formación y el empleo, pero la ejecución y el financiamiento siguen siendo desafíos clave.
Costa Rica tiene una posición prometedora dentro del mercado global de lujo, pero necesita reformas legales y políticas que fortalezcan la confianza del inversionista, integren a las comunidades y fomenten la circularidad. A nivel internacional, destinos como Nueva Zelanda y partes del Sudeste Asiático han logrado atraer inversiones sostenibles al combinar protección ambiental rigurosa con procesos amigables para el inversionista. Costa Rica, con su marca verde consolidada y su ubicación estratégica, está bien posicionada para seguir ese camino.
El panorama actual es, en muchos sentidos, el resultado de un cambio profundo surgido tras la pandemia del COVID-19. Las preferencias de viaje cambiaron: la experiencia, la privacidad y la naturaleza se volvieron más importantes, incluso por encima del precio. Costa Rica, con su combinación de bosques tropicales, volcanes activos, dos costas y ciudades con encanto, responde a estas nuevas expectativas en un solo viaje. Pocos destinos en el hemisferio ofrecen esta diversidad tan compacta con vuelos directos desde los principales centros de EE.UU.
Sin embargo, a medida que crecen los mercados de lujo y de segundas viviendas, también aumentan las presiones asociadas. Para que esta evolución sea sostenible e inclusiva, la política pública debe evolucionar también. Una estrategia turística nacional coherente debería centrarse en tres pilares clave: infraestructura, seguridad e incentivos. El primero es fundamental para facilitar el acceso y reducir cuellos de botella logísticos. El segundo responde a las preocupaciones crecientes sobre seguridad en zonas de rápido desarrollo. El tercero, mediante herramientas fiscales o regulatorias, puede ayudar a mitigar choques externos como las fluctuaciones del tipo de cambio que encarecen el destino para los viajeros extranjeros.
En conclusión, Costa Rica ha emergido como un actor clave en el turismo de lujo regional, no solo por su oferta natural, sino por cómo ha sabido alinearse con las nuevas preferencias globales de viaje. No obstante, mantener esta posición requiere más que impulso de mercado; se necesitan marcos legales sólidos, inversión en talento local y políticas públicas que permitan crecer sin dejar atrás a las comunidades. Con la estrategia adecuada, Costa Rica puede convertir este auge en un modelo equilibrado y duradero, que respete tanto al visitante como al residente.
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Alejandro Antillón, es socio EY Law & Alejandro Vargas es gerente EY Law