Campi presenta por primera vez su unipersonal en Uruguay, y es la excusa para charlar con El País sobre los años que vivió en Punta Carretas, su experiencia en Carnaval, "Videomatch" y el furor en las plataformas.
Martín Campilongo, conocido por todos como "Campi", tiene un romance intenso con Uruguay que lo arrastró a varias aventuras, entre ellas, vivir dos años en Montevideo haciendo teatro a la gorra. El actor que hoy brilla como Domingo Cavallo en Menem (Prime Video), y que en 2023 encarnó al padre de Fito Páez en El amor después del amor (Netflix), asegura que Montevideo tiene la velocidad ideal para vivir 150 años. De yapa, su esposa Denise Dumas tiene familia uruguaya y este argentino está convencido de que algún día se instalarán acá.
Mientras tanto, se ilusiona con un fugaz regreso. El 2 de agosto presentará por primera vez Campi, el unipersonal, en el Teatro Stella, con doble función, a las 20:00 y 22:00. También actuará el 1° en el Teatro Uama (Carmelo) y el 3 en el Bastión del Carmen (Colonia). Entradas por Redtickets.
Ninguna de estas funciones, dice a El País, será una más: serán la oportunidad de reencontrarse con un público que adora, y que la última vez lo vio fue sobre un escenario improvisado con seis cajones de cerveza, en un extinto bar de Guayabos y Roxlo. Fue en ese under donde nació la abuela, uno de los seis personajes que integran esta, su primera gira teatral.
Atesora en su memoria el tiempo libre que pasó aquí. Conoce las baldosas de Montevideo de pe a pa, porque las recorrió a cualquier hora. Se bajaba del puerto y caminaba hasta su PH en Punta Carretas, donde vivía junto a varios más, apilados "como en un Tetris". Eso, y los amigos, es lo que más extraña, él que también recordamos por sus notables imitaciones a políticos en la época dorada de Videomatch.
De su idilio con Uruguay, su única experiencia en Carnaval, sus inicios, su veta dramática, el humor, el éxito en plataformas, su vínculo actual con Marcelo Tinelli y más, habló con El País.
El humor te salvó del bullying y de la separación de tus padres. ¿Imaginaste que podría convertirse en tu profesión? No. Pero me salvó y empecé a investigarlo y desmenuzarlo. Me convertí en especialista. Estudiaba con Agustín Alezzo, que fue mi maestro. Hacía la escena más dramática de Romeo y Julieta y la gente se moría de risa. Me daba bronca, hasta que un día me dijo: "No es normal que alguien provoque tanta risa sin querer. Amigate con la comedia, la vas a manejar y se van a reír y a llorar cuando vos quieras". Y así fue.
También diseñaste ropa y vendiste almohadones, ¿todo para sobrevivir? Sí. Me gustaba dibujar, me recibí de modelista y gané un premio en la primera Bienal de Arte Joven de Argentina. Vendía almohadones y vasos pintados que se despintaban rápido, pero sobrevivía. Hasta que el arte empezó a dar.
¿Cómo caíste en Montevideo? Una amiga, Corina de la Rosa hoy enseña tango por el mundo hizo la escenografía de una obra. No recuerdo ni el nombre, creo que duró una semana. Me dijo: "Vení a verla". Yo no tenía pasaporte, nunca había salido de mi barrio, Parque Patricios. "Con la cédula viajás", me dijo. No lo podía creer. Apenas bajé del barco, me enamoré. Llamé a mi vieja y le dije: "Me quedo a vivir en Uruguay". Y estuve dos años.
¿Cómo te las arreglabas? Tenía un videoclub en Buenos Aires, me mandaban la plata y lo atendía otro. Mientras tanto, hacía teatro a la gorra en un bar de Guayabos sin escenario, arriba de cajones de cerveza, y hacía monólogos. Pagaba el alquiler, pero no me alcanzaba para más, así que empecé a ir y venir para hacer funciones viernes y sábado en Buenos Aires.
¿A quién conociste en la noche montevideana? Era un momento hermoso para el under. Me hablaban de Roberto Suárez y César Troncoso. Nos cruzábamos en boliches y fiestas. Era época de mucha borrachera, poco recuerdo. Tenía 25 años.
¿Cómo terminaste haciendo Carnaval con Momosapiens? Horacio Rubino me llamó por 1996. Yo ya estaba en la tribuna de Nico Repetto, y cualquier excusa para volver a Montevideo era bienvenida. Venía los fines de semana para recorrer tablados. Hice de José Pedro Varela. No tenía cédula y no pude ir al Teatro de Verano. Me rompí una pierna en un tablado porque me revoleaban. Me divertí mucho.
¿Repetirías la experiencia? ¿Te lo propusieron? No me lo propusieron, pero le tomé un respeto que antes, por ignorancia, no le tenía. Al lado mío había tenores profesionales y yo era un caradura. No sé si lo haría. Lo disfrutaría más como espectador.
Videomatch te marcó. ¿Cómo entraste? Trabajaba con Gerardo Sofovich, le dejé un VHS con sketches a Claudio Villarruel y a los dos días me dijeron que estaba adentro. Tinelli me enseñó muchas ecuaciones del humor popular. Llegué a ser director artístico del Festival de Humor de Argentina por haber estado en esa "universidad".
https://www.youtube.com/watch?v=E3AT2WL1A-A ¿Qué tenía ese VHS? Un boceto de Jorge y Pucheta, ni me acuerdo, pero le gustó a Marcelo y entré de una. Laburamos juntos muchos años. De hecho, en 2024 viajé a México con él e hicimos algo que saldrá el año que viene para plataformas. No puedo decir qué porque firmé un contrato de confidencialidad.
Tinelli atraviesa momentos complicados por reclamos de deudas en su productora. ¿Hablaste con él? ¿Son amigos? Amigos nunca fuimos, calculo que por falta de tiempo, pero nos queremos mucho. Hace medio año que no hablo con él.
El unipersonal que traes a Uruguay rescata seis personajes queridos, ¿fue difícil elegirlos? Me los eligió Antonio Gasalla, que me ayudó en la dirección. Le fui infiel con uno que me dijo que no y para esta gira lo cambié: saqué a Pucheta y puse al Domador de Ñandú, que no lo había hecho en teatro.
¿Llegaste por casting a la serie Menem? Ya me conocían y me llamaron para ver cómo daba en cámara un Cavallo hecho por mí. No podía ir, pero me maquillé, corté unos pelos de una peluca y me puse lentes. Estaba igual. Lo mandé por WhatsApp y a los 15 minutos me confirmaron.
No quisiste encontrarte con él para quedarte con la imagen de los noventa, ¿te llamó Cavallo? No. Tampoco esperaba una devolución, pero si le gustó, hubiera sido educado de su parte un llamado.
En El amor después del amor sorprendiste con un rol dramático al hacer al papá de Fito Páez, ¿te llamó la atención la recepción? Me formé en el drama y todos los años hago algo para estar aceitado, pero mucha gente se desayunó con esa serie, y es entendible. Hice mucha película dramática (como ahora El beso de Judas, muy premiada), pero nada tan masivo como esa serie.
¿Qué fue lo más fuerte de esa experiencia? El llamado de Fito. Nunca habíamos hablado, y al día siguiente del estreno me llamó para agradecerme el amor con el que hice a su papá. Ahí empecé a disfrutar, antes estaba en ascuas.
¿Estás feliz de reencontrarte con el público uruguayo? No es una función más. Es la primera gira que hago en mi vida. Y la última vez que pisé un escenario en Uruguay fue sobre seis cajones de cerveza, 30 años atrás. Sé que lo vamos a disfrutar porque nos amamos, pero me tiene nervioso. Y eso pasa cuando te importa.