Lunes, 04 de Agosto de 2025

Apuntes para el bicentenario

UruguayEl País, Uruguay 3 de agosto de 2025

La Tierra Purpúrea supo de conflictos feroces, de intervención extranjera, y de destrucción de riqueza, pero el temperamento nacional fue más calmo que el de nuestros vecinos.

Comenzamos a transitar el mes en que nuestro país celebra su bicentenario, en conmemoración del 25 de agosto de 1825 en que declaramos la independencia del Brasil. Más allá de las polémicas históricas, que también son bienvenidas por cierto, nuestra peripecia vital como nación a la luz de esta fecha bien merece un análisis detenido, sobre diversos temas, a lo bien vale dedicarse en las próximas semanas.

Casi que no hay temas en nuestro país exentos de polémicas. Y bien podríamos agregar, por suerte. Así como tenemos la sempiterna discusión por qué cuadro de fútbol es el decano en nuestro país (como si ser más viejo tuviera alguna virtud intrínseca), también tenemos la discusión abierta de la fecha de nuestra independencia. Por cierto que 1825 es un año clave, en tanto nos independizamos de quienes ocupaban nuestro territorio a fuerza de derrotarlos militarmente, pero también es cierto que el proyecto de Lavalleja y los suyos no era la independencia nacional de la Provincia Oriental.

La Convención Preliminar de Paz de agosto de 1828 también es un momento clave, en que se encamina, finalmente, el proceso independentista como consecuencia del acuerdo de Argentina y Brasil con mediación británica. A partir de allí se instala la Asamblea Constituyente y se comienzan a establecer los cimientos de la novel República.

Finalmente, el 18 de julio de 1830 también tiene su relevancia histórica fundamental. Con la jura de nuestra primera Constitución se cimienta la institucionalidad que dará el marco jurídico a todos nuestros acontecimientos políticos y mucho de lo mejor que tiene nuestra carta magna vigente proviene, indudablemente, de la original. A partir de la Constitución y de la elección de nuestro primer Parlamento y presidente, más allá del endeble nacimiento, puede decirse que Uruguay comenzó a andar.

Durante décadas -cualquiera sea la fecha que se tome- la independencia del país estuvo bajo cuestión en los hechos y en el debate público. En la prensa se debatía la viabilidad del país y los ejércitos argentinos y brasileros nos recordaban que el tutelaje no desapareció con la Constitución.

Más allá de estos acontecimientos, con mojones trágicos como los pactos de Lamas luego de la Guerra Grande y la invasión brasilera y argentina instrumentada por Flores, con el paso del tiempo nuestras fronteras y nuestra identidad se afianzaron progresivamente.

La construcción de un país con características distintas al resto de la región tiene su origen en estos comienzos convulsionados, en nuestro poblamiento tardío y escaso, en la estructura económica que determinó la ganadería y en la cimentación institucional y cultural de signo liberal. La aventura oriental tiene, por cierto, componentes comunes a los del resto de América Latina, pero la concepción de Patria Grande con su tranza asfixiante estuvo distante de las concepciones de nuestros principales estadistas e intelectuales. Afortunadamente tuvimos presidente como Bernardo Berro que supieron que debíamos "nacionalizar nuestros destinos", de ministros que defendieron el liberalismo clásico desde sus posiciones como Tomás Villalba o Pedro Bustamente y de pensadores como Juan Carlos Gómez o Francisco Lavandeira que lo hicieron desde la tribuna de la prensa.

Al observar las líneas de larga duración vemos que efectivamente nuestro país tiene características amortiguadas en la comparación con nuestros vecinos, como atinadamente observó Carlos Real de Azúa. Nuestros conflictos fueron menos virulentos, nuestras pasiones menos odiosas y los crímenes políticos -que existieron- no alcanzaron la institucionalización mazorquera de Argentina.

La Tierra Purpúrea supo de conflictos feroces, de intervención extranjera, de destrucción de riqueza y de usurpaciones de vecinos, pero el temperamento nacional fue mas calmo que el de nuestros vecinos, como si se adaptara a nuestra geografía. Desde nuestras primeras décadas dimos pasos acertados para consolidar nuestra República y para desarrollar nuestra economía, que en el siglo XIX encuentra su edad de oro, a contrapelo de lo que diría después la historiografía socialista encabezada por Barrán y Nahúm para quienes el país nación con el Estado que procura abarcar todas las áreas del quehacer nacional.

El bicentenario es un acontecimiento que invita a la reflexión, como en el gran evento que organizó el diario el viernes pasado. También lo es para pensar sobre nuestro pasado, el camino recorrido y los desafíos del futuro.
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