Tan cerca y tan lejos
Resulta inentendible el espectáculo de la oposición en las últimas semanas. Parecen ensimismados en sus propios intereses y disputas por la hegemonía del sector, como si el éxito de las elecciones estuviera garantizado por la sola mala gestión e impopularidad del Gobierno.
Angustiada por la inédita crisis de seguridad vinculada a una criminalidad organizada que permea distintas instituciones, por la falta de oportunidades, un alto desempleo y una mediocridad que parece instalarse como la regla en la gestión pública, la ciudadanía reclama un cambio profundo del rumbo del país.
Según muestran todas las encuestas, las ideas de la centroderecha y la derecha son las que le hacen hoy mayor sentido a la población y cuesta encontrar otro momento en nuestra historia reciente en que este sector no solo pueda llegar a La Moneda, sino que también tenga la posibilidad de obtener la tan anhelada mayoría parlamentaria. Un objetivo clave, ya que pese al acentuado carácter presidencial de nuestro régimen político, existen fundados temores de que la izquierda, en caso de perder, ejerza una oposición desde el Congreso y "la calle" que comprometa la gobernabilidad, tal como le sucedió al Presidente Sebastián Piñera. Y es que la idea de que solo ellos tendrían legitimidad para gobernar es una estrategia antidemocrática a la que muchos en el oficialismo no estarían dispuestos a renunciar.
Frente a un diagnóstico compartido como este, resulta inentendible el espectáculo que los líderes de la oposición han dado en las últimas semanas. Parecen ensimismados en sus propios intereses partidistas y luchas por la hegemonía del sector, como si el éxito de las elecciones estuviera garantizado por la sola mala gestión e impopularidad del Gobierno. En unos, el desorden, contradicciones, amenazas fallidas de judicializar la política, improvisación y también manifestaciones de deslealtad para con su candidata; en otros, expresiones de soberbia y ansiedad por marcar la supremacía frente a quienes debieran ser sus naturales aliados y no las víctimas de los ataques en las redes sociales. Un proceso de deterioro de las relaciones que está teniendo altísimos costos, y que deja a la vista el error de no haber hecho una primaria lo más amplia posible.
El principal desafío de los candidatos de centroderecha y derecha es presentar proyectos convocantes y una estrategia parlamentaria coordinada que maximice la obtención de escaños. Todo ello, acompañado de una campaña sin descalificaciones fratricidas, que en una eventual segunda vuelta permita que quienes pierdan apoyen de forma natural y sin mayores traumas a quien pase y represente al sector. Esto, en el entendido de que la ciudadanía demanda un cambio profundo a la deriva que ha seguido este Gobierno y que es en la izquierda donde está el adversario político. Lograr también una combinación entre la seriedad técnica de las políticas públicas con que abordará la coyuntura y una visión de largo plazo del país con que ella sueña, que inspire a la población y la aleje del atractivo de las ofertas populistas, en un ambiente en que no se privilegie la crispación y recriminaciones estériles, es una tarea que todavía está pendiente.
La izquierda apuesta por la parlamentariaSolo el desorden y el triste espectáculo de la oposición le dan cierto respiro a un oficialismo incapaz de interpretar y representar con credibilidad el sentir mayoritario de cambio, de una ciudadanía que demanda mayor seguridad y oportunidades. Aprovechando la división de la centroderecha y derecha en la elección parlamentaria, confían en que una lista única les permita tener una representación que les posibilite alcanzar mayorías y encabezar desde el Congreso una dura oposición. Y es que al irse consolidando la idea de que las opciones de ganar la elección presidencial en diciembre son bajas -de hecho, varias encuestas muestran que Jara ni siquiera ganaría la primera vuelta y que, en todo caso, se amplía la diferencia con Matthei o Kast en una eventual segunda vuelta-, para muchos tendría sentido el privilegiar el obtener un éxito parlamentario.
Así, el apoyo de la DC a Jeannette Jara solo se entiende desde el frío cálculo que hicieron sobre el futuro de sus escaños y la invitación que les daban de integrarse a una lista única parlamentaria. El que sea una candidata presidencial comunista no alteraría estos propósitos, sobre todo teniendo en consideración que las posibilidades de llegar a La Moneda están cuesta arriba y difícilmente pueda darse un vuelco en un proyecto que se percibe continuista y genera diversas aprensiones. Es seguramente el cálculo que también ha hecho el Partido Comunista, que apuesta por aumentar su representación parlamentaria y afianzar su hegemonía en el sector, pero que no está dispuesto a arriar las banderas que configuran su identidad en un programa y candidatura presidencial que parece tener un techo infranqueable que le impide alcanzar la mayoría ciudadana.
La presentación, luego de varias semanas de búsqueda, de un deslucido comando de campaña, en que no hay mayores figuras ni técnicos de primera línea, es otra prueba del poco atractivo que tiene para muchos profesionales destacados el integrarse a un proyecto presidencial como este, liderado por una candidata del Partido Comunista.