Por qué temer al comunismo
No son meros trucos o miedos irracionales las inquietudes ante la candidatura de Jeannette Jara. Esto hay que mirarlo de frente.
!Ha sido fácil ridiculizar el miedo al comunismo como patología anticomunista. Sucede que ante el comunismo en principio existen razones de sobra para un fundado temor, por lo que significó y efectuó en el siglo XX. Se dice que ya no existe el comunismo. Puede ser y yo mismo afirmo constantemente en estas páginas que Rusia, China y Vietnam ya no son comunistas; solo Corea del Norte lo es.
Primero, un reconocimiento. Como toda religión política, no solo recluta a seres dispuestos al mal desde un comienzo, sino que se nutrió de personas movidas por un fuerte impulso moral, de ira por los males del mundo y confianza en el pronto advenimiento del fin de la historia, o de la prehistoria, como sostenía Marx. Por lo mismo se da la paradoja -por la mezcla y mezcolanza entre el bien y el mal en la vida humana- de que los excomunistas han constituido un extraordinario aporte civilizatorio en el mundo cultural y también en la política a lo largo del siglo XX, lo que todavía resuena en el XXI.
Segundo, además de Corea del Norte, el único lugar del mundo donde todavía sobrevive un comunismo (o marxismo) revolucionario es en América Latina. Por aquí vienen los problemas. Desde luego, fueron en su origen fórmulas marxistas las que enquistaron regímenes comunistas semipatrimoniales de intensos caudillismos, casi mesías, en Cuba, Venezuela y Nicaragua. Llama la atención otro fenómeno de este tipo, Sendero Luminoso, en el Perú, entre los 1980 y los 1990, que creó un estado de auténtica guerra civil en ese país, fanatizando a poblaciones campesinas, indígenas y la carne de cañón de siempre, estudiantes universitarios. Entre sus víctimas hubo muchos campesinos, indígenas y homosexuales. Entre otros rasgos, representaba un neopuritanismo fundamentalista, amén de la pretensión de su líder, Abimael Guzmán, de ser la sexta espada revolucionaria, después de Marx, Engels, Lenin, Stalin y Mao. Todo esto es tan raro, y también tan latinoamericano. Y lo más extraño: sin influencia directa que se sepa de los países marxistas, cuyos sistemas estaban en estertores finales. Asombroso, pero no en nuestra América.
Y con esto llegamos a Chile. En analogía con lo anterior, el comunismo chileno de estilo soviético es la única fuerza de esa especie que pervive en el continente, y quizás en el mundo, fiel a sí mismo: avance a través de las instituciones hacia la meta final, que son los modelos marxistas. Eso sí que empequeñecido en un búnker hasta que ocurre el fenómeno Jara, prefigurado por Jadue el 2021. Desde 1922, el comunismo chileno evolucionó con rapidez hasta constituir una secta iniciática, capaz de reclutar talentos o educar a sus fieles en los textos sagrados, abnegados y sacrificados no sin heroísmo llegado el caso. Pase lo que pase en el mundo, sigue impertérrito hacia el paraíso socialista. Nada indicaba hasta la situación actual que la persona ungida difiriera de ese patrón. La diversidad y creatividad espontánea solo emergen cuando abandonan sus filas.
¿Que están en coalición? Desde Lenin los comunistas se maquillaban en estas alianzas, y también en nuestro país: frente popular, frente nacional, frente de unidad. No es que las manipularan a su antojo, pero sí multiplicaban su propia influencia. Por eso, no son meros trucos o miedos irracionales las inquietudes ante la candidatura de Jeannette Jara, que ha incrementado su fuerza en el último mes. Esto hay que mirarlo de frente. Mientras la candidata no se deslinde inequívocamente de los modelos marxistas y sus reproducciones, las prevenciones ante ella no solo son comprensibles, legítimas, sino que brotan desde la más mínima prudencia política.