Jueves, 07 de Agosto de 2025

Uruguay, un país caro: las razones detrás de los precios

UruguayEl País, Uruguay 7 de agosto de 2025

No estamos condenados a ser caros: ser más baratos es posible, pero exige tomar decisiones concretas y sostenidas.

Es una sensación generalizada que Uruguay es un país caro. El café baja automáticamente de precio solo por cruzar unas cuadras en el Chuy. La pasta de dientes sale menos en varios países europeos, aunque tengan ingresos considerablemente más altos. Los extranjeros que nos visitan suelen quejarse de precios significativamente mayores a los de sus países de origen. Y así se podría seguir con un ejemplo tras otro. ¿A qué se debe? ¿Estamos condenados a ser caros?

Empecemos por lo evidente: somos un país chico. La población, de apenas tres millones y medio, implica un mercado interno de pequeña escala. Esto tiene al menos dos consecuencias directas. La primera es que un mercado reducido tiende a ser menos dinámico, con una menor cantidad de empresas que en países más poblados. La segunda tiene que ver con los gastos estructurales, que no siempre se adaptan a la escala: por ejemplo, construir un puente cuesta prácticamente lo mismo en un país de baja o alta población, pero en el segundo el costo se reparte entre más contribuyentes.

Además, Uruguay es considerado un país de renta media-alta, con un PIB per cápita entre los más elevados de América Latina. Si bien esto es, sin lugar a dudas, un aspecto positivo, también implica que los salarios son más altos que en otros países de la región, lo que conlleva mayores costos.

Estos factores repercuten directamente sobre lo que los economistas llamamos bienes no transables, es decir, aquellos que no pueden exportarse ni importarse, por lo que su oferta y demanda dependen exclusivamente del mercado local. En contraposición, los bienes transables aquellos que sí se pueden comerciar con el resto del mundo siguen una lógica distinta.

Los bienes transables se rigen por la Ley del Precio Único (Law of One Price, LOP, por sus siglas en inglés). Esta establece que los precios de productos idénticos deberían ser iguales en todo el mundo, salvo por diferencias en los costos de transporte. No obstante, la evidencia muestra que esta ley puede incumplirse durante períodos prolongados. Es el caso de Uruguay, donde los desvíos de precios son persistentes y significativos: en comparación con 43 países tanto desarrollados como emergentes, Uruguay es, en promedio, un 27% más caro. Esto no significa que lo sea respecto a todos ellos; algunos países, como Japón, Suecia y Dinamarca, son más costosos, aunque presentan niveles de ingreso considerablemente superiores.

Al analizar algunas categorías en particular, los desvíos se amplifican. En el rubro de alimentos y bebidas no alcohólicas, el desvío es del 55?%; en productos de limpieza e higiene personal, del 58?%. Asimismo, estos desvíos no afectan a toda la población por igual. Si bien todos compramos mayonesa y shampoo, estos productos no representan la misma proporción del ingreso para todos. Dado que la estructura de gasto varía entre deciles, el impacto sobre el bienestar de los consumidores por los desvíos a la LOP es asimétrico. En el primer decil de ingreso, ese porcentaje asciende al 26?%, mientras que en el décimo es apenas del 13?%. Las diferencias en los patrones de consumo, por tanto, se traducen en efectos diferenciados de los desvíos sobre el bienestar.

Vale la pena aclarar que estas diferencias en precios persisten en el tiempo, más allá de las fluctuaciones del tipo de cambio. Por lo que no se le puede atribuir a un factor cambiario (macro), sino que parece ser una cuestión más bien estructural (micro).

¿Cuáles son las posibles causas de estos desvíos? Algunos factores que podrían incidir son una mayor carga regulatoria laboral, rigideces en la determinación de salarios y la percepción de que los impuestos constituyen un obstáculo. Es decir, aunque los desvíos se observan en bienes transables, están en parte vinculados a diferencias en costos locales (no transables). A esto se suma una elevada proporción de insumos importados, especialmente en contextos de barreras no arancelarias y de baja intensidad competitiva a nivel doméstico.

¿Se puede hacer algo al respecto o estamos condenados a ser caros? Si bien muchos de los desvíos se asocian a bienes importados, la solución contrario a lo que podría pensarse no es importar menos, sino más. Un aumento de la competencia a nivel importador facilitaría la convergencia de los precios hacia la LOP. Para eso, es necesario contar con una regulación que habilite la entrada de nuevos jugadores. A mayor competencia, menores precios.

Entonces, ¿puede Uruguay ser un país barato? Somos una economía de renta media-alta, con costos no transables elevados y un mercado de pequeña escala, lo que impone límites reales. Pero no todo está determinado. En el terreno de los bienes transables donde los desvíos son pronunciados todavía hay espacio para actuar. Mejorar las condiciones de competencia, reducir barreras y facilitar la entrada de nuevos jugadores puede traducirse en precios más bajos y mayor bienestar. No estamos condenados a ser caros: ser más baratos es posible, pero exige decisiones concretas y sostenidas.

-La autora, Deborah Eilender, es economista, investigadora del Centro de Estudios para el Desarrollo.
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