Trump-Putin, cita a la vista
¿A qué está dispuesto Donald Trump para conseguir su objetivo de terminar la guerra?
Con el anuncio de una eventual reunión entre Donald Trump y Vladimir Putin, terminan días de alta tensión entre Moscú y Washington, después de que el expresidente Dmitri Medvédev advirtiera del peligro de una guerra nuclear y Trump respondiera enviando submarinos nucleares a una región cercana a Rusia. Este podría ser el preludio de un acuerdo de cese el fuego en Ucrania, o simplemente otra jugada de Putin para ganar tiempo y mejorar su posición en el campo de batalla.
Medvédev se ha transformado en el más vociferante propagandista de la guerra del Kremlin, y si bien sus declaraciones no son la voz oficial del gobierno, reflejan el pensamiento de influyentes halcones rusos. Que, en respuesta a la amenaza de aranceles de Trump, el expresidente le haya advertido que "cada ultimátum es un paso hacia la guerra... con su propio país", y recordado lo peligroso de "la mano muerta" -en referencia a un mecanismo automático de represalia nuclear, diseñado en la era soviética para responder a un ataque nuclear enemigo incluso si todos sus líderes hubieran sido eliminados en el primer golpe-, es una escalofriante señal de que un sector del liderazgo ruso juega con la idea de una confrontación directa con EE.UU. Quizás son bravatas para mejorar la capacidad de negociación, pero, como le dijo Trump, "las palabras son importantes y con frecuencia llevan a consecuencias no intencionadas".
Hoy se cumplen los diez días de plazo que dio Trump a Putin para aceptar un cese el fuego, antes de imponer nuevas sanciones económicas, ultimátum al que se refería Medvédev. Hay distintas opiniones sobre lo útil de estas medidas, que no han tenido el efecto deseado sobre Rusia, bastante exitosa para esquivarlas: la economía ha seguido creciendo hasta ahora a buen ritmo, con las industrias militares trabajando a toda capacidad, la inflación controlada y las cifras de desempleo bajas. A pesar de que el precio al que vende su petróleo es menor al del mercado, por los riesgos de las sanciones a terceros países, ha obtenido buenos ingresos, con China, India y Turquía dispuestos a hacer negocios. La amenaza de sanciones secundarias recayó en primer término en India, que sería castigada con aranceles adicionales de 25% (que sumarían hasta 50% para ciertos productos) si no se concreta un acuerdo de tregua en Ucrania y sigue comprándole crudo. Trump no ha hablado de aplicar la misma vara a China y Turquía, pero dado lo impredecible de su política de aranceles, nada se puede asegurar o descartar.
Antes de cualquier reunión deben eliminarse "impedimentos", según dijo Marco Rubio, sin aclarar cuáles son. Trump ya no confía en Putin como decía hacerlo cuando inició este segundo mandato y esperaba terminar la guerra "en 24 horas". Han pasado siete meses y el líder ruso no ha mostrado mínima voluntad de ceder en sus exigencias para terminar el conflicto, a las que volvió a aludir esta semana y que son inaceptables para Ucrania, que vería su independencia y soberanía sepultadas bajo la bota rusa. Putin quiere la rendición de Ucrania, una capitulación que supone no solo quedarse con partes de su territorio, sino también tener control sobre su gobierno. La aspiración de Kiev a ser parte de la Unión Europea y de la OTAN es inaceptable para Moscú, y ese probablemente sea el tema central en un cara a cara con Trump. Quizás el líder ruso trate de convencer a Trump de que esa es la forma para lograr la paz. A Putin le importa más conseguir sus objetivos reiterados hasta el cansancio -"eliminar las raíces del conflicto"- que terminar la guerra. Está dispuesto a seguir mandando soldados a morir a Ucrania para ejercer una presión insoportable sobre Kiev. Trump quiere a toda costa que el enfrentamiento bélico acabe lo antes posible. La pregunta que surge es si cederá ante Putin para lograr ese propósito.