Que gane el mejor
La próxima inscripción de candidaturas presidenciales y parlamentarias es de esperar provoque una disminución en sus estructuras operativas y una distensión en el sistema nervioso, pues sus acciones agitadas no tuvieron la envergadura de sus similares en anteriores procesos electorales
La próxima inscripción de candidaturas presidenciales y parlamentarias es de esperar provoque una disminución en sus estructuras operativas y una distensión en el sistema nervioso, pues sus acciones agitadas no tuvieron la envergadura de sus similares en anteriores procesos electorales. Estos son hoy más proclives a la polémica que al mensaje constructivo basado en el compromiso que las futuras autoridades deben proponer para su trabajo ejecutivo y legislativo.
La tensión más subió para definir las postulaciones a sillones o, al menos, a banquetas parlamentarias, las que se disputan con rencor en regiones y distritos más certeros electoralmente, en los cuales han sido desplazados aspirantes a cargos legislativos que suponían adjudicados. Transversalmente, en los debates han primado las discrepancias y descalificaciones, las que no solo se dieron entre adversarios, sino también entre camaradas, correligionarios y compañeros. Todo ello, sin pizca de doctrina o ideología, pues lo que interesa es el poder y solo el poder con sus pocas virtudes, amagadas por sus muchos vicios.
En este desordenado panorama es difícil adoptar definiciones trascendentes en temas y protagonistas de interés personal y colectivo. Hace falta la sabiduría natural y criolla de Leonel Sánchez, quien ante un desafío parecido se pronunció diciendo que debía ganar "el más mejor". Ahora tendría que adicionar diciendo: "el o la más mejor".