Domingo, 17 de Agosto de 2025

No es cualquier asesinato

ColombiaEl Tiempo, Colombia 17 de agosto de 2025

Es insólito que en este siglo de la civilización se considere el uso de las balas para callar al contradictor y silenciar sus ideas

Es insólito que en este siglo de la civilización se considere el uso de las balas para callar al contradictor y silenciar sus ideas. Se equivocaron con el asesinato de Miguel Uribe Turbay, cuyos autores verán una creciente propagación de su mensaje, que siempre reclamó para Colombia orden institucional, afecto por la democracia, seguridad fraterna y oportunidades para toda la sociedad. En el sepelio de Miguel, su ejemplar esposa, Claudia Tarazona, pidió justicia. No como manifestación de venganza, sino como una consecuencia que debe existir en cualquier Estado de derecho. La justicia a la que ella aludió, y que reclamamos con vehemencia, consiste en desenmascarar prontamente a los autores intelectuales del asesinato. Miguel Uribe no era un dirigente cualquiera. Era el corazón mismo de la crítica al Gobierno. Asesinaron al más caracterizado vocero del partido de oposición. Le quitaron la vida a la cabeza de lista al Senado del Centro Democrático y al congresista más votado de Colombia en el año 2022, con 226.922 votos, en plena carrera por la presidencia de la República. Se trataba de un opositor al régimen, beligerante, firme e ilustrado. Pero, además, eficiente. Fue uno de los líderes de las exitosas marchas contra el Gobierno y promovió con resultados el hundimiento de la reforma laboral, de la reforma tributaria y de la consulta ciudadana, todas ellas de iniciativa del Pacto Histórico. Optó por un tono franco para confrontar a Petro, porque "su discurso de odio y resentimiento es un riesgo para la democracia". "Todo lo que debamos hacer en defensa de la democracia, lo haremos. A Petro lo vamos a derrotar. Es momento de unidad. Vamos a sacarlo en el 2026", decía sin pelos en la lengua. De allí que el centro de su acción política haya sido articular una movilización nacional para rectificar el rumbo de la política y de la gobernanza. Su cuenta de X es un testimonio de todo ello. Una de sus mayores preocupaciones estaba relacionada con el orden público, la lucha contra el crimen organizado y el desmantelamiento de la Fuerza Pública. En plena campaña política, una semana antes de la segunda vuelta, advirtió: "Hace 30 años, Pablo Escobar secuestró y asesinó a mi mamá para exigir que no hubiera extradición. Hoy, Petro -al mejor estilo mafioso- ofrece la no extradición a los peores criminales para ganar la presidencia". Días después dicho ofrecimiento se hizo realidad y Miguel Uribe se convirtió en uno de los mayores críticos de la ‘paz total’. "Yo sí quiero paz, lo que no quiero es impunidad", manifestó en un debate el 23 de agosto de 2023, donde también enfrentó a la comandancia de las Farc en el Congreso, de quienes dijo: "Engañaron a las víctimas". La pugnacidad oficial contra Miguel Uribe quedó retratada en un trino gubernamental del 5 de junio, luego de que el precandidato le reclamara al jefe del Estado estar promoviendo un quiebre del Estado de derecho. Petro dijo ese día: "¿El nieto de un presidente que ordenó la tortura de 10.000 colombianos, hablando de ruptura institucional?". Miguel Uribe le contestó al día siguiente, un día antes del crimen: "Fue Petro quien empuñó armas y participó de un grupo criminal. Fue el M-19 el que asesinó, torturó, secuestró e incendió el Palacio de Justicia. No permitiremos que vuelvan a los verdugos salvadores, ni a las víctimas victimarios. No permitiremos que reescriban la historia". Este quedará grabado, para siempre, como su último trino. En este contexto, el Gobierno debería ser el más interesado en el esclarecimiento de este magnicidio. No lo parece, por su conducta silente e, inclusive, mediáticamente indiferente. A lo menos, el Gobierno debería abstenerse de aventurar en público hipótesis investigativas, para no condicionar, orientar o desviar el buen curso de la indagación de la Fiscalía y la Policía, hasta llegar al fondo de los hechos. Y si hay que reconocer que las autoridades fueron permeadas para el crimen, habrá que decirse sin vacilaciones y que el Gobierno asuma su responsabilidad. Taponazo. El atentado contra el congresista Julio César Triana, otro caso de violencia contra la oposición. ¿Hasta cuándo?
Urge esclarecer el magnicidio
Néstor Humberto Martínez Neira
Miguel Uribe no era un dirigente cualquiera. Era el corazón mismo de la crítica al Gobierno. Asesinaron al más caracterizado vocero del partido de oposición.
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