Sábado, 06 de Septiembre de 2025

Una de policías y ladrones dirigida por un maestro del cine cumple 30 años y está para ver en dos plataformas

UruguayEl País, Uruguay 3 de septiembre de 2025

Estrenada mundialmente en diciembre de este año "Fuego contra fuego", la película de Michael Mann que reunió por primera vez en una escena a Robert de Niro y Al Pacino como dos rivales no tan diferentes.

Juan Manuel Fábregas
"Cuando tenía tu edad, nos decían que nos podíamos convertir en policías o criminales. Hoy lo que digo es esto: al enfrentarte a una pistola cargada, ¿cuál es la diferencia?", decía Jack Nicholson al inicio de Los Infiltrados, la película que finalmente le conseguiría a Martin Scorsese un Oscar en 2007. Si bien estaba protagonizada por Matt Damon y Leonardo DiCaprio era un remake de la hongkonesa Asuntos infernales, Scorsese se refirió a Los Infiltrados como su "película de Michael Mann".

Y, justo, una de las obras más representativas de la influencia de Mann, Fuego contra fuego, está cumpliendo 30 años (se estrenó en Estados Unidos en diciembre de 1995 y en Uruguay, de acuerdo al sitio Cinestrenos, en febrero de 1996) y está para volver a ver en los catálogos de Netflix y Disney+.


Mann, quien empezó dirigiendo episodios de series tan representativas de su época como Starsky & Hutch o Mujer Policía, llamó la atención en 1981 con Mi profesión: Ladrón, su primer largometraje, protagonizado por James Caan y con música de los alemanes Tangerine Dream.

También retrató al primer Hannibal Lecter en Cazador de hombres (1986), pero a esa altura ya existía Vicio en Miami, la icónica serie de la que fue principal responsable y de la que 20 años después hizo la versión cinematográfica en la que Atlántida y Montevideo se maquillaron en 2005 para hacer de La Habana, en un rodaje que, legendariamente, incluye una urgencia médica de su estrella, Colin Farrell.

Después de hacer una de las mejores películas de aventuras de la década de 1990 (El último de los mohicanos, la adaptación de la novela James Fenimore Cooper con Daniel Day-Lewis como un nativo americano), Mann se embarcó en Fuego contra fuego, un poliladron que, en un principio, parecía ser un simple vehículo para cumplir la fantasía cinéfila de juntar a Al Pacino y Robert De Niro en una película; El padrino: Parte II no cuenta ya que no compartían escenas.

En un estupendo juego de gato y ratón, el estoico y ergómano detective que compone Pacino, persigue sin descanso por Los Angeles a una aplicada banda de ladrones, liderada por un minucioso y perfeccionista encarnado por De Niro.

Vista como un éxito moderado en su estreno en 1995, Fuego contra fuego se ganó lentamente el estatus de clásico moderno.

A eso aportan el duelo interpretativo de sus dos estrellas; uno de los grandes elencos a los que se podía acceder en su época (Val Kilmer, Jon Voight, Tom Sizemore, Ashley Judd, William Fichtner, Danny Trejo, Dennis Haysbert y una jovencísima Natalie Portman); la bellísima fotografía azulada del italiano Dante Spinotti (hay que decirlo: nadie filma las ciudades de noche como Mann); diálogos memorables ("no te apegues a nada que no estés dispuesto a abandonar en 30 segundos si sientes la presión a la vuelta de la esquina", dice el ladrón si ataduras que interpreta De Niro); y probablemente el mejor tiroteo (junto con el baño de sangre con el que Sam Peckinpah cerraba la aún insuperable La pandilla salvaje) jamás filmado.



Un maestro del cine.

Dos escenas plasman la brillantez de Mann como narrador. En la primera, demuestra un soberbio dominio del guion y la dirección de actores. Transcurre en una cafetería y es cuando el policía y el ladrón (la tan mentada escena compartida entre Pacino y De Niro) se percatan que, en esencia, son lo mismo: ambos querrían una vida normal, disfrutar con sus respectivas compañeras, pero están condenados a una dedicación completa a lo suyo. Son los mejores en lo que hacen, y no se van a tener clemencia si se ven cara a cara y armados. Es una escena que homenajeó y referenció de gran manera (como a toda la película, en realidad) Christopher Nolan en Batman: el caballero de la noche, cuando Christian Bale interroga al Guasón de Heath Ledger.

La otra escena es, precisamente, la del tiroteo y que funciona porque los personajes importan. Aunque serían los villanos, se genera empatía hacia al trío De Niro-Kilmer-Sizemore, sumado a que en el auto espera el conductor recién llegado, que solo quiere ser un buen tipo, pero no se puede negar a la posibilidad del dinero rápido. Lo mismo pasa con Pacino y su tropa de policías.

Es la carpintería dramática y narrativa de Mann lo que lleva a ese punto, algo que Hollywood parecería haber olvidado, priorizando un mercantilismo descerebrado, desalmado e infantil. La ausencia de música en cuánto estallan las balas y el meticuloso diseño de sonido, demuestran las enormes virtudes de la técnica del director para narrar una batalla tan bien focalizada, que el espectador sabe dónde y qué está haciendo cada uno de los personajes.

Los actores se entrenaron por meses para ese momento, y cuenta la leyenda que los marines exigen a los nuevos reclutas que recarguen tan rápido como lo hace Kilmer en la película. Es tan realista todo, que el reconocido ladrón francés Rédoine Faïd se le acercó a Mann en un festival para decirle: "fuiste un asesor técnico para mí".

La carrera posterior de Mann tiene varios puntos altos (El informante en 1999 y Colateral en 2004), mediocridades (Ali en 2001 y Enemigos públicos en 2009) y películas más flojas (Hacker: amenaza en la red en 2015 y Ferrari en 2022).

No llegó, eso sí, nunca a la maestría de Fuego contra fuego. Hubo otros policiales, pero aún no existe uno que iguale la magnitud y majestuosidad que tuvo Michael Mann para hermanar y deconstruir la ley y el crimen. Fuego contra fuego es una obra gigantesca y está ahí para ver.
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