Quemadura china es la mejor película uruguaya estrenada en mucho tiempo. Hay quienes la podrán considerar áspera, hermética, algo intelectual o ambiciosa, pero son juicios que, en todo caso, hablan más del emisor que de ella. Algunos de esos atributos, en realidad, son las virtudes de una comedia atípica que no se parece a ese preconcepto que siempre baña al cine uruguayo.
Aunque codirigió su primera película
(Las toninas van al Este, con
Gonzalo Delgado en 2016),
Quemadura china puede ser vista como la ópera prima de Verónica Perrotta, que acá escribió, protagonizó y dirigió. Es una coproducción entre Uruguay y Brasil.
Es un texto que le es conocido a la directora ya que es una relectura de una obra homónima que estrenó en 2005, una puesta de la que en la película se ven fragmentos. Autodefinida como una "transposición audiovisual" de aquella, está planteada como un juego (todo es libremente lúdico acá) en el que la anécdota de la obra y el propio rodaje se combinan en una narrativa dividida que transcurre en un espacio único.
Esa anécdota es la de unos siameses una de sus tantas cercanías con el cine de David Cronenberg interpretados por
Néstor Guzzini y la propia Perrotta, que acaban de ser separados en una operación aparentemente clandestina a cargo de su hermano mayor, Willy, que interpreta
César Troncoso que tiene un fin ulterior en el procedimiento. Revelarlo puede ser para algunos, un spoiler.
La historia construye el pasado y el presente (a veces simultáneamente y en planos oníricos) del vínculo entre ese trío de personajes.
Filmada en una locación única el abandonado Club Neptuno de la rambla portuaria que también fue utilizado para
Virus 32 de Gustavo Hernández, y que vuelve a aportar sus propios fantasmas,
Quemadura china combina la aventura triste de los hermanos con el propio rodaje (ficcionalizado) de la película que estamos viendo.
Esa parte es presentada en tono de comedia disparatada que incluye el desfalleciente catering o los celos de Guzzini a Troncoso, ambos trabajando desde la caricatura de la imagen que han construido en el cine.
Así, Troncoso alardea de una forma bastante irritante de que Brasil es su segunda casa, dice "óchimo" y sube fotos del rodaje a sus redes, mientras Guzzini pasa como una estrella más discreta, más uruguaya, que intenta defender su protagonismo. Perrotta, como directora, en lo que también podría llegar a ser una versión de sí misma, busca mediar.
Es una comedia aunque la gama de matices de su humor va del deadpan al grotesco o lo ominoso y tiene partes dramáticas. Es una película divertida.
https://www.youtube.com/watch?v=LL5mmetJneg&ab_channel=QuemaduraChina
El humor es más recatado que, precisamente, el grotesco de
Las toninas van al Este. Aquella era una comedia sobre el vínculo entre una hija (Perrotta, quien ganó el premio a mejor actriz en el festival de Gramado por el papel) y su padre, un expatriado gay en Punta del Este y en decadencia que hacía Jorge Denevi.
Quemadura china es, está clarísimo, un proyecto más personal, más autoral. Eso no evita la factura colectiva que la propia película se permite subrayar, en esa crónica de un rodaje (ficticio y real), y lo lisérgico que puede ser un montón de gente aislada haciendo algo así.
Es una película de muchas lecturas. Sobre las pérdidas, las condiciones de un rodaje, pero también sobre la actuación. Cada espectador podría agregar su propio "de qué se trata" y eso, cuando los elementos son presentados de manera tan contundente, es otra de sus virtudes.
El distanciamiento que generan la puesta en escena, la película dentro de la película o la propia inclusión de los protagonistas de aquella versión teatral, se extiende a las actuaciones principales, cada una en su propio registro. Desde lo corporal de Perrotta (en una actuación destacadísima), el deadpan de Guzzini y la memoria emocional que explícitamente aplica Troncoso se combinan con fines dramáticos.
Se articulan, además, en una suerte de coreografía, y no es casualidad que en los créditos, la bailarina y coreógrafa
Carolina Besuievsky figure como encargada de la "preparación corporal".
Es, también, una película sobre el duelo: la propia Perrotta en voz en off vincula la obra de teatro y la película, a momentos en los que atravesaba duelos.
Y sobre el desprendimiento. Los siameses que se añoran casi incestuosamente refieren al Dead Ringers de Cronenberg. Hay algo de la extrañeza que provoca
Yorgos Lanthimos (la dualidad de Nimic, por ejemplo) y en diálogo con El País, y a cuenta de una entrevista que se publicará en estos días, la directora aporta como referencias a Crash, también de Cronenberg y
En busca de Ricardo III y
La amante del teniente francés, dos películas sobre actores en proceso creativo. Aplican.
Brillantemente fotografiada por Nico Soto Díaz (quien aprovecha la luz del Neptuno y le da a todo una belleza propia), con un imaginativo diseño artístico de Roberto Cancro Fabbri y la música de Maximiliano Silveira, exhibe un notorio cuidado estético que ayuda a la seducción.
Al final de cuentas, uno puede llegar a pensar qué fue todo esto (la propia película se lo pregunta a mitad de camino), pero es que la libertad que emana
Quemadura china (el nombre refiere a un autolesionante juego infantil) es de las que no se encuentra en los algoritmos. Y que la hace una obra formidable, una forma de hacer y ver cine, y una exótica comedia sobre siameses y separaciones. Gran película.
Quemadura china [* * * * * ]Uruguay/Brasil, 2025. Guion y dirección: Verónica Perrotta. Con: César Troncoso, Néstor Guzzini, Verónica Perrotta, Monina Bonelli, Joaquín de Ávila, Fabiana García Cuadro, Gabriel Macció Pastorini. Fotografía: Nico Soto Díaz. Arte: Roberto Cancro Fabbri. Dirección de caracterización: Silvana Cleffi. Montaje: Magdalena Schinca Damián. Preparación corporal: Carolina Besuievsky. Música: Maximiliano Silveira. Duración: 76 minutos. Estreno: 4 de setiembre, en cines.