El jueves de los mazazos
En el viejo Chile, más pobre, menos cosmopolita, más conservador, más austero, era habitual que las personas dejaran sus cargos cuando sus gestiones fracasaban
En el viejo Chile, más pobre, menos cosmopolita, más conservador, más austero, era habitual que las personas dejaran sus cargos cuando sus gestiones fracasaban.
Era otro país. Sobrio para algunos, oscuro para otros. Pero todos sabíamos que cuando no funcionábamos, teníamos que irnos.
A todos nos sonaba normal. En el fútbol era moneda corriente, incluso en los peores años de nuestra historia republicana. Existía un respeto casi reverencial por el honor. Los tiempos y los valores cambiaron, al igual que el sentido de la responsabilidad y la dignidad del ejercicio de una función en cualquier actividad pública.
En esta materia, Chile sí cambió. Esto explica que Pablo Milad y su directorio se aferren a los cargos en la ANFP, luego de una gestión lamentable, coronada con dos eliminaciones a la Copa del Mundo de la FIFA. Con la selección nacional fuera, a falta de dos partidos de las eliminatorias al Mundial de 2026, que daba 6,5 plazas a las diez asociaciones de la Conmebol, la postura de Milad es inaudita.
No queremos creer que el notable estipendio que otorga la Conmebol a los presidentes de federaciones ate a Milad. Hablaría muy mal de él. No queremos pensar que su anuncio de no ir a la reelección de la ANFP forme parte de una operación para dejar en el sillón a Jorge Yunge, su secretario general y compañero de fórmula en estos cinco años al mando de la corporación.
El problema es que con su accionar nos dan más que razones para sostener que la mirada de ambos está puesta en la dieta que proviene de Asunción. Cualquier persona, con una mínima autocrítica, con el cuadro de situación que enfrenta el fútbol chileno, diría muchas gracias y partiría a sus cuarteles de invierno.
Con ingenuidad esperábamos que, luego de la derrota 3-0 ante Brasil en Maracaná, Milad hablara. No lo hizo. La noche del martes, después del partido con Uruguay, que traerá de regreso a Marcelo Bielsa, es otra ocasión. Es también la posibilidad para que los directores que lo han acompañado digan hasta luego y anuncien su renuncia al concluir el Mundial Sub 20.
Al no hacerlo, se transforman en cómplices de una administración macabra, que desde noviembre no tiene gerente general. Increíble en cualquier entidad que se precie de seria, sin olvidarnos de que tampoco dispone de gerente comercial. Si bien el grueso de la mesa goza de un saludable anonimato, en la medida que la debacle prosiga, serán salpicados.
La derrota con la escuadra de Carlo Ancelotti no llegó sola. Un par de horas antes, el tribunal de disciplina de la Conmebol se pronunció sobre los feroces sucesos del pleito entre Independiente de Avellaneda y Universidad de Chile. Brutales sanciones para ambos clubes, aunque la U fue beneficiada al mantenerse en la Copa Sudamericana, donde se medirá con Alianza Lima en cuartos de final.
El fallo de la Conmebol determinó que los azules fueran castigados porque un grupo de su barra brava desencadenó los incidentes que pusieron en riesgo a casi tres mil hinchas, que vivieron un infierno por culpa de unos delincuentes. Basta de romantizar el accionar de vándalos que dejaron a los aficionados laicos sin poder ver a su equipo en 14 partidos, con un daño económico que al menos rondará los siete millones de dólares.