Domingo, 14 de Septiembre de 2025

Alarmismo climático

UruguayEl País, Uruguay 14 de septiembre de 2025

En la primera Cumbre Ambiental de la ONU en 1972, Maurice Strong dijo que el mundo solo tenía 10 años para evitar una catástrofe.

Durante el último medio siglo, los ambientalistas han pronosticado innumerables calamidades. Sus predicciones extremas resultaron ser universalmente erróneas, sus contramedidas draconianas resultaron ser en su mayoría equivocadas, y debemos estar agradecidos de no haber seguido sus consejos perjudiciales. Debemos tener presente esta historia ahora que nos inundan con relatos sobre el Armagedón climático.

Las políticas medioambientales sensatas y que han mejorado la vida en las últimas décadas rara vez se han vendido con alarmismo. Los países ricos han reducido drásticamente la contaminación del aire y el agua gracias a los avances tecnológicos y, luego mediante la regulación. Los países más pobres están empezando a hacer lo mismo, a medida que salen de la pobreza y pueden preocuparse más por el medio ambiente. Los bosques se han expandido a nivel mundial, con un crecimiento evidente en los países ricos y cada vez mayor en todo el mundo. Este no es el futuro aterrador que nos prometieron los ecologistas. Un reciente estudio revisado por pares enumera casi un centenar de predicciones apocalípticas sobre el medioambiente que los ecologistas han hecho durante el último medio siglo. Dos tercios de ellas predecían el fin del mundo antes de agosto de 2025, y todas ellas han resultado ser falsas.

La primera historia alarmista sobre el medio ambiente que se hizo famosa fue el libro Population Bomb (La bomba demográfica), publicado en 1968, que advertía sobre el descontrol de la población mundial y abogaba por la esterilización forzosa generalizada. Dada la inevitabilidad de cientos de millones de muertes por hambre, el libro también argumentaba que deberíamos dejar de enviar ayuda alimentaria a países en ruinas como la India. Afortunadamente, el mundo ignoró en su mayor parte este consejo misántropo y amoral. En cambio, los científicos encabezaron la primera Revolución Verde, que condujo a un aumento considerable del rendimiento de los cultivos y a que más de mil millones de personas estuvieran bien alimentadas. Hoy en día, la India es el principal exportador de arroz del mundo.

En 1972, Limits to Growth (Los límites del crecimiento) pronosticó que la escasez de alimentos y la contaminación provocarían un colapso global. La revista Time predijo un futuro con unos pocos sobrevivientes demacrados sembrando desesperadamente las franjas centrales de las autopistas en lo que solía ser Los Ángeles. El mundo se quedaría sin nada, desde aluminio y hierro hasta petróleo y alimentos.

Este fue el estado de ánimo que sobresalió en la primera Cumbre Ambiental de la ONU en 1972, cuando el presidente Maurice Strong declaró que el mundo solo tenía 10 años para evitar una catástrofe ambiental. Se convirtió en el primer director del Programa de las Naciones Unidas para el Medioambiente y argumentó que el fin del mundo era "muy probable" a menos que pusiéramos fin al crecimiento económico destructivo. Afortunadamente, no hicimos caso a su consejo. En cambio, el crecimiento económico persistente ha permitido que más de tres mil millones de personas, el 41% de la población mundial, no vivan en condiciones de pobreza extrema.

Las predicciones de que nos quedaríamos sin recursos resultaron ser sorprendentemente erróneas: en lugar de racionar los últimos recursos, la humanidad optó por la innovación, lo que nos permitió aumentar drásticamente el suministro y reducir los costos. En 1980, el mundo tenía suficiente petróleo para 30 años al ritmo de consumo de 1980. Desde entonces, hemos utilizado todo el petróleo que creíamos que quedaba y un 80% más, pero gracias a la mejora de la tecnología, ahora nos quedan unos 50 años al ritmo de nuestro nuevo consumo anual, mucho más elevado.

Las predicciones simplistas y alarmistas de la década de 1970 marcaron la pauta durante décadas, y aún se reflejan en el alarmismo climático que aboga por políticas costosas e ineficaces, reciclando muchas de las viejas preocupaciones sobre la escasez de alimentos y el aumento de las catástrofes meteorológicas. El cambio climático es sin duda un reto real, pero, al igual que antes, los temores son exagerados.

En lo que respecta a los alimentos, esto queda claramente demostrado en uno de los metaanálisis más citados, publicado en Nature. Si no hubiera cambio climático, en 2050 se producirían un 51% más de calorías que en 2010. Incluso con un cambio climático mucho peor de lo previsto, la producción de alimentos "solo" aumentaría un 49%. Se trata de un problema, no de una catástrofe.

Y a pesar del alarmismo sobre los desastres climáticos, los datos concretos muestran que el número de víctimas mortales por inundaciones, sequías, tormentas e incendios forestales ha disminuido drásticamente durante el último siglo, pasando de medio millón al año en la década de 1920 a menos de 9000 al año en la última década, lo que supone una reducción del 98%. Los daños globales relacionados con el clima, medidos en porcentaje del Producto Interno Bruto como sostiene la ONU, han disminuido, en lugar de aumentar, desde 1990.

Es sorprendente observar que las soluciones que proponen hoy los alarmistas son muy similares a las de décadas pasadas: arrepentirse y alejarse del progreso. Desde su torre de marfil, los académicos del mundo rico abogan por el decrecimiento, incluso cuando la gran mayoría del mundo depende del crecimiento económico para salir de la pobreza extrema.

La preocupación alarmista por el clima se ha plasmado en las políticas, de modo que casi todos los países ricos respaldan ahora la idea de alcanzar emisiones cero netas de carbono para 2050. Las mejores estimaciones académicas muestran que los costos superan a los beneficios en el siglo XXI en una proporción de 7 a 1, ya que las políticas para alcanzar este objetivo tienen un costo inalcanzable de 27 billones de dólares anuales.

La economía climática nos dice claramente que el enfoque más eficaz y rentable para combatir el cambio climático es invertir fuertemente en investigación y desarrollo de energías bajas en CO?. Al impulsar la innovación, podemos lograr avances tecnológicos que, con el tiempo, harán que la energía verde sea más accesible que los combustibles fósiles. En lugar de que solo los países ricos compren energía verde cara para sentirse virtuosos, esto puede ayudar al mundo entero a cambiar eventualmente, porque lo verde es más barato.

Así como debemos dar gracias por no haber seguido las profecías apocalípticas fallidas del pasado, hoy debemos reconocer que el resurgido catastrofismo climático no solo es en su mayor parte falso, sino también totalmente inútil.
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