El estreno de una nueva temporada de "La combi de Marcelo" es la excusa perfecta para repasar la intensa y versátil trayectoria del chef Marcelo Bornio, que llegó a la televisión casi por casualidad.
Caer y levantarse es una constante en la vida de Marcelo Bornio. Vivió en pensiones cuando se mudó de Tacuarembó a la capital para estudiar hotelería y gastronomía, hizo feria en Tristán Narvaja y empezó en un restaurante lavando platos. Más tarde abrió su propio negocio, se fundió, limpió calles en Nueva York para ahorrar y se fue a cocinar a Italia. Hasta que, un buen día, se coló en la televisión.
El ingreso a los medios sucedió sin buscarlo. Su amigo Rafael Carriquiry, chef y dueño de la Quinta de Arteaga, sugirió su nombre en Canal 12 y, allá por 2006, lo llamaron para el magazineBien despiertos. "No sabía nada de tele, pero empecé una vez por semana y terminé yendo tres", cuenta a El País.
Esa puerta le permitió cumplir el único sueño que mantiene intacto desde siempre: ser recordado por sus recetas. Hoy lo paran en la calle para contarle lo rico que les quedó un plato que él les enseñó o para agradecerle los piques que da para reciclar sobras. Entonces piensa: "Valió la pena el camino".
Cocina todas las mañanas en Vamo Arriba(Canal 4) y hace un par de años que conduce La combi de Marcelo, un ciclo semanal en el que recorre, junto a sus invitados, los lugares donde fueron felices.
Bornio compró la combi especialmente para este proyecto porque lo transporta a su niñez: "Mi viejo tenía una blanca y en esa hacíamos el reparto del pan, íbamos para afuera, y me trae lindos recuerdos".
Así, la propuesta combina recuerdos, emociones y una charla que enriquece a ambos, mientras comparten el plato preferido del homenajeado. El 11 de setiembre estrenó nueva temporada y el debut fue con Jorge Esmoris, a quien define como un "filósofo terrenal". Se conmovió cuando el actor le dijo que le gustaría ser recordado como "un tipo limpio".
Cada tanto se pregunta si merece estar al frente de un programa de televisión, porque no estudió Comunicación, pero a pesar de eso ya se dio el lujo de entrevistar a los hermanos Cardozo, a Raúl Castro, Luis Orpi, entre otros. Y sorprende al revelar el personaje que tiene en el debe: Paco Casal.
"No sé cómo llegar. Tampoco pregunto, porque no me gusta pedir favores. Pero me encantaría que se suba a la combi. Sé que es de barrio y popular. Más allá de todo lo que se dice, tengo conocidos que lo han frecuentado y hablan de un tipo muy generoso", comenta.
Marcelo Bornio, un nómade que aterrizó en la TV
Nació en Buenos Aires en 1977. Su padre era cortador de cuero y emigró con su madre en la época dorada de Argentina. Cuando se separaron, Bornio volvió con ella al barrio Peñarol, a vivir cerca de sus cuatro abuelos.
Ahí permaneció hasta los nueve años, cuando su madre quiso mudarse a Tacuarembó detrás de un amor. Ese desarraigo le pesó. Recuerda patente el día en que sus compañeros de escuela lo despidieron en la terminal y corrían detrás del ómnibus, cual escena de película.
Pasó una adolescencia "fascinante" en Tacuarembó y a los 17 volvió a Montevideo para estudiar. Vivió dos años con sus abuelos maternos y trabajó con ellos en la feria de Tristán Narvaja, ayudándolos a vender loza y cubiertos antiguos. Ahí aprendió el amor por la historia de la cocina, que luego plasmó en sus platos.
Pasó otro tiempo alternando entre pensiones, y consiguió su primer empleo a los 17 años en el restaurante Arde París. Empezó lavando platos y pasó a cocinar pastas cuando advirtieron su talento. Los sábados trabajaba hasta tarde y cruzaba a Azabache para bailar mientras esperaba que se hicieran las cinco para ir a armar el puesto en la feria.
A fines de 2003 se casó y partió a Estados Unidos con una meta clara: ahorrar para ir a cocinar a Italia, la tierra de sus abuelos paternos. Durante meses limpió edificios emblemáticos de Nueva York, como el Madison Square Garden o la estación de tren. "Trabajábamos 16 horas, pero había polenta", dice. Con lo reunido, se instaló seis meses en una colonia de vacaciones jesuita en Italia, y absorbió mucha técnica.
Al regresar, junto a Pablo Botta abrió el restaurante Malandrino, que funcionó seis años. "Le pusimos un amor tremendo, pero no daba para dos socios. Hay que saber cortarlo a tiempo", admite.
En paralelo, continuaba en Bien despiertos, hasta que levantaron ese ciclo y pasó un año más en la última temporada de La cantina de Chichita, junto a Cacho de la Cruz. Al terminar, pensó que la televisión no era para él y se alejó.
Entonces surgió la posibilidad de abrir la cafetería de Canal 12, donde estuvo ocho años, y luego se fue a armar y dirigir la cocina nueva del Casmu. Hasta que, en 2018, lo llamó Alfredo Caro que lo conocía de Bien despiertos para sumarse a Vamo Arriba. No dudó.
Carnaval, un sueño cumplido, y más anhelos
El 2025 lo arrancó cumpliendo un sueño que tenía mucho de utopía: salir en Carnaval. Lo hizo de la mano de Carambola, invitado por Carlos "Bocha" Pintos, que volvió a sacar la revista después de 15 años, y lo vivió como algo glorioso. "Quiero revancha y pasar a la Liguilla", asegura.
Aunque Pintos le reiteró la invitación y también lo tentaron de la murga Un Título Viejo, decidió darse un tiempo y volver después de haberse preparado mejor. "Quiero ir a aprender teatro porque es una falta de respeto para los artistas grosos que estudiaron actuación", dice quien promete retomar sus clases de guitarra con Numa Moraes.
El restaurante propio quedó atrás, pero despunta el vicio con un estudio ubicado en Gaboto y Maldonado, donde atiende a no más de 10 personas por vez. Funciona gracias al boca a boca, porque no lo promociona. "La idea es charlar de la vida, comer rico y cocinar juntos", resume.
¿Es la tele donde quiere estar para siempre? "No sé. Estoy donde está el trabajo", dice. "Hoy es la tele, pero mañana capaz que te dicen que no hay más programa. Es la ley del juego. Y si tengo que arrancar para otro lado, arranco, como fue toda mi vida. Pasé de tener un restaurante a fundirme, de atender una cafetería a abrir una cocina como la del Casmu. Y hoy estoy en Canal 4 porque es el sustento de mi familia".
Dice no tener sueños, sino pendientes, y está convencido de que no le puede pedir más a la vida. "Tengo dos hijas extraordinarias, mi familia, un buen laburo. Lo que pido es que toda esta regularidad que logré se mantenga y que pueda vivir de lo que me gusta durante mucho tiempo, sin sobresaltos. Nada más", concluye.