"Era un crack. De esos tipos que te dan ganas de decir 'te quiero por buen tipo'", dijo el exarquero Jorge Seré, quien compartió plantel con el floridense en 1988.
Juan Carlos de Lima estaba pintando su casa, en Florida, cuando Gregorio Pérez, entonces técnico de Peñarol, lo llamó para invitarlo a sumarse al plantel. "¿Como jugador?". Era 1997 y él ya había colgado provisoriamente los botines, pero tras ese llamado el retiro no se consumó. El resto es historia.
El exfutbolista floridense, campeón de América y del mundo con Nacional y posteriormente figura clave del quinquenio de Peñarol, falleció ayer a los 63 años luego de que su cuadro de salud se agravara.
La noticia encontró a Gregorio Pérez en el exterior, a Mario Saralegui -actualmente en Rampla Juniors- a punto de dirigir la práctica y llevó a que un veterano periodista que lo admiraba revolviera páginas de cuando fue el plan B ante la llegada frustrada de Diego Maradona a Peñarol.
"Me acuerdo de concentrar con él. Era un tipo bonachón, que siempre estaba de buen humor. Pasábamos tomando mate e íbamos a la parrillada de uno al que le decíamos El Gordo y a otro lugar que vendía comida china", recordó Mariolo a Ovación, que compartió plantel en Emelec. "Éramos uruguayos los dos y teníamos amigos allá. Disfrutábamos mucho juntos con la comunidad de uruguayos, que es muy importante. Él ya estaba del año anterior y era el goleador". Entre los recuerdos, se cuela la anécdota del día en que se enteró que José Pedro Damiani lo había bautizado como "Mucama", en honor al oportunismo de sus goles. "Estuvo bien esa, ja. Mucama porque entraba a hacer el cuarto... Las salidas de Damiani eran increíbles".
Compinches para asistirlo desde el medio, el artiguense definió a su excompañero como un 9 de área "muy alto", pero que además "cabeceaba muy bien" y era "oportunista".
"No tenía mucha velocidad, pero ponía bien el cuerpo y era muy fuerte en el área. En Ecuador lo apreciaban mucho y en Peñarol, cuando volvió a Uruguay, difícilmente jugaba un partido entero. Entraba siempre faltando 20 o 30 minutos, pero hacía los goles".
Por el lado de Nacional, los recuerdos también son gratificantes. El gol con América de Cali en la semifinal de la Copa Libertadores de 1988 todavía aflora en los corazones de tricolores como Jorge Seré, quien ayer le confesó a Ovación que se enteró de la noticia por María de Los Ángeles, su hermana. "Era un crack. De esos tipos que te dan ganas de decir 'te quiero por buen tipo'".
"Él llegó a mitad del 88 y estuvo seis-siete meses con nosotros, pero dejó una huella enorme", reconoció en su programa radial, horas después. Su vínculo con el gol quedó impregnado desde el día uno, cuando debutó ante River y le convirtió un gol en su estreno. De ese imán ofensivo pretendió nutrirse Martín Lasarte, compañero de aquella histórica consagración, que lo consideró en 2005 para ser su ayudante técnico en su primera etapa como entrenador del club.
De Lima, además de Emelec, Nacional y Peñarol, tuvo pasajes por Liverpool, Defensor Sporting, O'Higgins, Botafogo, Universidad Católica de Chile y de Ecuador y Deportivo Quito, con el que fue goleador en la Copa Libertadores.
De esta manera, el fútbol uruguayo despide a un goleador entrañable, recordado por sus goles, su bonhomía y su huella imborrable en Nacional y Peñarol, dos camisetas que defendió con la misma entrega.