Despertando
La asfixia financiera a las estructuras del crimen es un elemento más y suma. Pero no es la solución definitiva.
El domingo pasado algo se rompió. La incredulidad uruguaya se quebró en mil pedazos al momento que estallaron los vidrios de la casa de la Fiscal de Corte Mónica Ferrero, producto de un atentado poco antes de las 5 de la mañana. Si, en Uruguay. Si, a nosotros. Si, esas cosas que solo veíamos en películas o en noticias internacionales.
Parece que la sociedad despertó a una realidad que parecía imperceptible para algunos. Porque estar, estaba. Solo que no se percibía, porque era subterránea, porque no era notoria, porque era lejana geográficamente, o porque el instinto de autopreservación emocional eligió no verla. Es que eso sucede, es hasta natural no querer ver lo que duele. Porque el Uruguay de la convivencia se estaba rompiendo y se veía la rajadura, pero el estruendo de esa granada hizo que todos fuéramos testigos de algo que se quebró. Ese Uruguay que éramos (o que creíamos que éramos) ya no lo somos. Si volvemos a serlo, dependerá de la reacción.
Y el sistema político reaccionó, a su forma y en función del rol de cada uno. La oposición eligió el camino de la institucionalidad y de la responsabilidad exigente. Fue seria y humilde. Le dijeron al gobierno que están, porque esto no admite dos lecturas ni especulaciones políticas. Estuvieron a la altura de las circunstancias.
Y el gobierno reaccionó a su manera, intentando transmitir la seriedad del asunto. Con un Ministro del Interior que había ninguneado a la oposición hace unos días en referencia a que habían perdido las elecciones, y que tuvo que convocarla porque la gravedad del asunto era tan o más grande que su soberbia. Es una cuestión de calibre, de calibrar la magnitud del incidente. Donde no cabe la lectura de "patrones comunes" que hace Negro, porque un atentado a un Fiscal de Corte no tiene precedentes, ni el ninguneo corporativista de nombrar a la Fiscal de Corte, repito de Corte, como fiscal de estupefacientes. No calibra tampoco su tono el Ministro, que siempre está 2 tonos más arriba en términos de diálogo. Ojalá este lamentable incidente sea una oportunidad para que entienda que debe ser parte de la solución y no del problema.
La gravedad del atentado hace que la sociedad despierte y que el sistema político también. Tal vez fue la gota que derramó el vaso para entender que se necesita un Estado presente y que la respuesta va más allá de una fiscalía más o una fiscalía menos. Tampoco es apresurando una ley para combatir el lavado de activos.
Naturalmente que la asfixia financiera a las estructuras del crimen es un elemento más y suma. Pero no es la solución definitiva.
Acá hay que preguntarse por qué el narcotráfico le está ganando muchas veces a la sociedad en la construcción aspiracional. ¿Dónde estamos fallando para que el camino del narcotráfico parezca un camino atractivo y natural para tantos jóvenes?
Entendamos que la educación es clave en este combate, y no me refiero solamente a la formal de las instituciones educativas sino también y principalmente a la que se da en el seno de la familia, primera y fundamental institución socializadora y generadora de valores.
El poderío económico de las estructuras del crimen vuelve muchas cosas permeables, las instituciones, las personas, las conductas. Hacen lo que creíamos que nunca se haría, como sucedió el domingo. Pero que esto sirva para preguntarnos qué más pueden hacer. ¿Pueden volverse parte del sistema y corroerlo desde adentro? Por supuesto que pueden, como pudieron atentar contra una Fiscal mientras nos auto percibíamos ajenos a una realidad global ineludible. Empecemos a tener una actitud más anticipatoria. Si sabemos que hay abogados que defendieron narcotraficantes y hoy están pidiendo ingresar como Fiscales probablemente no sea porque se despertó en ellos una vocación de servicio público, pretendiendo perseguir el delito que hasta hace poco defendían. Anticipémonos.
Si vemos que su poder está en su estructura de organización debemos atrevernos a ampliar el radio penal y perseguir a la organización, alcanzando no solo a quienes cometieron el crimen sino a quienes integran la organización que opera para que eso suceda. Miremos la Ley Rico en Estados Unidos, el Código Penal Español, el Código Penal Italiano, veamos las herramientas que se han utilizado contra las mafias, maras, y cartels. Tengamos la humildad y la seriedad de salir de la aldea. Si queremos dar respuestas a crisis del segundo cuarto del Siglo 21 con visiones y soluciones del Siglo 19 no esperemos resultados. Tengamos coraje y seamos menos conservadores. Situaciones excepcionales requieren respuestas excepcionales. Siempre dentro de la ley, pero excepcionales.
Si vemos que sustancias como el fentanilo, los nitazenos y la xilacina son el próximo paso de la producción del narcotráfico y que pueden llevar a un nivel aún más complejo y terrible a la sociedad, pues anticipémonos.
Todo esto ya pasó en muchos lugares. Cortemos con la autocomplacencia entre ingenua y soberbia de creer que somos distintos e inmunes. Nos va a pasar lo que a todos, porque no se está haciendo nada para impedirlo, y aún más triste porque se está negando la realidad.
Despertemos. Que el estruendo de esa granada sirva para espabilar a tecnócratas de escritorio que se jactan de sus planillas Excel mientras en los barrios más humildes hay niños con armas, que sienten que su única salida es empuñar una 9 milímetros antes que un lápiz, que sienten incapacidad de leer la realidad porque no pueden leer su cuaderno. Porque la acumulación de frustraciones, privaciones, carencias de educación, ausencias de acompañamiento en valores, va permeando un alma que termina odiando una sociedad. Esa sociedad que no respeta ni cuidará porque siente que ella no lo cuidó ni lo respetó.
Que el sistema político calibre lo sucedido, que la sensibilidad no sea por egos heridos sino rebelándose ante la más cruda realidad. Porque nos pasó esto y nos pueden pasar cosas mucho más graves. No somos ajenos a un fenómeno tan global como terrible. Vienen por todo, como en todos lados. Seamos conscientes del punto de inflexión que vivimos. No nos acostumbremos, no naturalicemos, no minimicemos, porque el crimen se alimenta de la apatía y el desinterés. Ya sabemos que eso de "a nosotros no nos va a pasar" se rompió en mil pedazos el día que atentaron contra un Fiscal de Corte en Uruguay.