Jai Courtney brilla en lo nuevo del australiano Sean Byrne, un thriller de supervivencia más que una película de terror, que propone algo distinto al cruzar tiburones con asesinos seriales.
En el reciente reestreno en cines de Tiburón, que cumplió 40, Steven Spielberg apareció en pantalla para decir que, mientras rodaba la que se convertiría en una de sus obras cumbres, pensó que nunca nadie le volvería a dar la oportunidad de hacer cine: filmar Tiburón era una aventura arriesgadísima.
Pero salió airoso y Tiburón se convirtió en canon para el cine de terror. Desde entonces, decenas de ejercicios fracasaron en sus intentos por acercársele. Los escualos fueron quedando relegados a la clase B y, cada tanto, una buena idea empuja sus aletas de vuelta a la superficie. Por ahí andan Megalodón, un éxito comercial con secuela, y la pequeña pero tensísima Miedo profundo, de Jaume Collet-Serra. Está muy bien.
A esa lista se le podría sumar, ahora, Animales peligrosos, que se anima a cruzar a los tiburones con el recurso favorito del género: el universo de los asesinos seriales. En el híbrido que aquí se construye, el tiburón no es villano y el asesino no necesariamente se ensucia las manos.
Tercera película de Sean Byrne un australiano que cosechó premios con su ópera prima, The Loved Ones, es la primera suya que llega a cines uruguayos. Antes se estrenó en Cannes.
Animales peligrosos prescinde del factor sorpresa y en un par de minutos expone al villano, Tucker (un desbordado e impecable Jai Courtney), que tiene un negocio en el que lleva a turistas a nadar con tiburones, una fachada para secuestrar mujeres y usarlas para un macabro entretenimiento personal. La cantidad de videotapes que acumula en el barco da cuenta de la cantidad de víctimas que se ha cargado en puestas en escena que rinden, a su vez, homenaje al cine.
https://www.youtube.com/watch?v=yVDwX0eCpx4 A Tucker lo impulsan un viejo trauma, una obsesión y una idea de creerse, él también, un tiburón. Todo se complica cuando su última presa, una surfista solitaria llamada Zypher (Hassie Harrison), a la que secuestra una noche, está dispuesta a todo con tal de sobrevivir.
Apoyada en un ritmo vertiginoso, un fino manejo de la tensión y un sólido duelo actoral, Animales peligrosos más thriller de supervivencia que película de terror es puro entretenimiento. Tambalea cuando el foco se desvía hacia una innecesaria subtrama romántica, pero se mantiene a flote por la fascinante composición de Jai Courtney, que logra con Tucker uno de esos monstruos a los que una no puede dejar de ver: carismático, con chispazos de comedia, con una convicción que se imprime en cada uno de sus gestos.
Un público disfrutará especialmente de los guiños cinéfilos (hay varios), y otro, de la lectura feminista que le cabe a la película. Eso, claro, si se sortea el obstáculo de verla doblada al español, la única alternativa para vivir la experiencia en cines locales.