La fiebre amarilla
Esta semana el oro superó los 4
Esta semana el oro superó los 4.000 dólares por onza, alcanzando un máximo histórico. A primera vista podría parecer una buena noticia para países como el nuestro, ricos en este recurso. Sin embargo, detrás de este repunte se esconde una realidad menos alentadora: una creciente búsqueda de activos refugio a medida que la incertidumbre global se intensifica. Tradicionalmente, el dólar cumplía ese papel, pero cuando la inestabilidad proviene de la propia economía estadounidense, los capitales buscan otros refugios. El oro se convierte así en el termómetro de un miedo que no deja de crecer. El temor se propaga mientras se agravan varios factores: la guerra comercial y geopolítica entre potencias; el dilema de los bancos centrales, que enfrentan una inflación que vuelve a presionar por esos choques y, al mismo tiempo, una desaceleración del empleo en EE. UU., inclinando la balanza hacia la reducción de tasas; la fragilidad de los regímenes fiscales, sin excepción, y el desbordado aumento de la deuda global. A ello se suma el reciente apagón del gobierno norteamericano. La "fiebre amarilla" refleja que la economía mundial se deteriora más de lo previsto: ya estamos superando umbrales preocupantes —los 40 grados— y la posibilidad de que este síntoma derive en una enfermedad sistémica está cada vez más cerca. Aunque aún es pronto para hablar de gravedad, lo importante es estar preparados. La economía colombiana, lamentablemente, ha venido perdiendo las defensas que en el pasado la protegieron de las "enfermedades" globales. En crisis anteriores —la financiera de 2008, la petrolera de 2014 o la pandemia de 2020— el país logró resistir gracias a su estabilidad macroeconómica, que actuaba como escudo. Una de las principales líneas de defensa era el control de los llamados déficits gemelos: el fiscal y el externo. Cuando llegan los choques internacionales, los países con espacio fiscal o acceso a financiamiento pueden reaccionar con mayor flexibilidad, ya sea incrementando el gasto público o recurriendo al endeudamiento externo. Hoy, las noticias no son alentadoras. Para 2026, Colombia podría registrar uno de los déficits gemelos más altos del mundo: un déficit fiscal superior al 7% del PIB y un déficit comercial por encima del 4%. Esto revela una fragilidad estructural preocupante. Si bien las reservas internacionales permanecen en niveles adecuados, la pérdida de la Línea de Crédito Flexible del Fondo Monetario Internacional envía una señal negativa. Más allá del respaldo operativo, su ausencia confirma que la estabilidad macroeconómica —especial- mente la fiscal— ha dejado de ser el guardián que protegía nuestra economía. La fiebre amarilla, en el fondo, es el reflejo de un mundo temeroso. Su brillo dorado simboliza rentabilidad, pero sobre todo desconfianza. Ojalá reconozcamos los síntomas a tiempo, porque en economía, como en la salud, más vale el remedio que la enfermedad.
César Pabón Camacho
Director de Investigaciones Económicas de Corficolombiana.