Sábado, 11 de Octubre de 2025

Nuevos vientos

ChileEl Mercurio, Chile 11 de octubre de 2025

Por estos días, sectores de Santiago han sido tapizados con afiches que claman por un Chile sin comunistas (Chile 5munistas es su texto)

Por estos días, sectores de Santiago han sido tapizados con afiches que claman por un Chile sin comunistas (Chile 5munistas es su texto). No dicen sin comunismo, sino libre de personas que adhieran a esa ideología. ¿Es que ha llegado la hora en que sectores de extrema derecha arrebaten el monopolio que ostentaban grupos anarquistas y de extrema izquierda de amenazar públicamente con acallar o eliminar a sus oponentes? ¿Hay ambiente de mesianismo, intransigencia e intolerancia en cierta derecha, como lo hubo en cierta izquierda para que brote también allí el discurso de odio?
El clima de opinión pública parece más alejado que nunca de reyertas ideológicas. Mayorías oscilan de un extremo a otro del espectro político en cosa de meses, buscando solución a sus concretos problemas, sin importarles el color del gato que sea capaz de cazar los ratones que las fastidian. Las demandas ciudadanas se concentran en cuatro o cinco tópicos y el abanico de soluciones que se ofrecen para ellos tampoco es muy amplio. Los proyectos políticos que se disputan el poder no presentan grietas. Ello pareciera indicar un clima de consenso; pero la retórica, esta vez del extremo derecho, se hace cada vez más arrogante y virulenta.
Es que la existencia de un ambiente desideologizado y pragmático, que reconoce como prioritarios los mismos problemas, no es lo mismo que un clima tolerante. Esa ciudadanía desideologizada está, a la vez, desconfiada y fastidiada con lo que la política le ha ofrecido hasta aquí (allí radica la fuerza de Kast), y no parece tener paciencia para debates técnicos acerca de los mejores medios para abatir el crimen, mejorar las listas de espera, reactivar la economía o evitar la migración ilegal (he ahí la debilidad de Matthei).
Es ese ambiente de decepción y desconfianza con las élites, y particularmente con las élites políticas, lo que permite adhesión al populismo de Parisi. El malestar con la migración ilegal sirve también a Kast y a Kaiser para subir el tono de agresiva animadversión a los extranjeros, mientras la desesperación con la delincuencia dispone los oídos a propuestas punitivas simplistas y a la exaltación del orden y los liderazgos fuertes. El cansancio con excesos en los discursos de género, internacionalista e indigenista refuerza la capacidad de ataque a la izquierda woke .
Estos discursos de la nueva derecha no son antidemocráticos, en el sentido de oponerse a las elecciones como método legítimo de acceder al poder, pero hay en su autoritarismo y mesianismo un desprecio por las formas democráticas y sus exigencias deliberativas, las que esa derecha minusvalora por burocráticas e ineficientes. Lo suyo no valora el pluralismo o la necesidad de empatizar con los distintos o siquiera negociar y arribar a acuerdos. Su énfasis está en la dureza, el antagonismo y la victoria.
Esos son los vientos que soplan, ya parece nos vamos subiendo a la misma ola en que navegan el país de Trump, media Europa, Argentina, El Salvador y otros. No son buenas noticias para la democracia, la que se marchita en suelos intolerantes. Desde sus orígenes, ella ha sido nutrida por la compasión y la empatía que nos disponen a escuchar y a tratar al que es distinto con respeto, reconociéndole la dignidad de escoger su propia vida.
Chile Vamos combate esta tendencia, no sabemos bien si por genuina convicción en la democracia liberal o porque les salieron contendores por la derecha. Lo sabremos si Kast triunfa. La centroizquierda, por su parte, continúa cavando su propia tumba, creyendo le basta con atrincherarse, sin voz propia, tras una izquierda que se mostró complaciente, cuando no aplaudió o hizo suyos discursos y métodos análogamente mesiánicos, intolerantes y violentos, antes de llegar a La Moneda.
Los vientos que marchitan la democracia, que hasta ayer venían desde la izquierda y que ahora comienzan a arreciar desde la derecha solo pueden ser aplacados abatiendo el malestar popular con la política. El apremiante desafío de los demócratas consiste entonces en dotar a las formas políticas deliberativas, pluralistas y tolerantes, inherentes a la democracia, de la musculatura y la agilidad necesarias para que puedan responder eficazmente a los problemas de la ciudadanía. Esa reforma política y del Estado es, además, la mejor garantía de crecimiento económico, otro antídoto para el malestar popular contra las élites, del que se nutre el fastidio, que termina en intolerancia.
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