El protagonista del éxito de Netflix publicó "La muerte del personaje", su primer libro, y dialogó con El País sobre su entrada al mundo literario. También reveló detalles de su próximo proyecto para la pantalla.
Enzo Vogrincicse estrena como escritor en La muerte del personaje, un oportuno libro que aborda distintas aristas de su vida. Los diarios de rodaje de La sociedad de la nieve dialogan con escenas de su niñez y adolescencia, y las reflexiones en torno al universo de la actuación se encuentran con la extrañeza ante la fama repentina. Es una enriquecedora manera de mirar al actor desde su lado más humano.
La idea del libro nació de manera fortuita durante una conversación con el artista Felipe Ipar, amigo de toda la vida y compañero de proyectos. Según relata Vogrincic a El País, antes de viajar a España para empezar a trabajar en La sociedad de la nieve, Ipar le sugirió que tomara notas de lo que vivía. Era un modo de rescatar esos recuerdos del olvido.
En ese momento, Vogrincic no lo tomó demasiado en serio, pero durante el rodaje comenzó a escribir pequeños apuntes, fragmentos que funcionaban como una forma de ordenar lo que vivía cada día. "Había algo de limpieza en la escritura", cuenta. Lo que empezó como un simple diario de rodaje se transformó, con el tiempo, en un registro emocional y creativo que reflejaba no solo la filmación, sino también el proceso interno que lo acompañaba.
En esas páginas, el actor fue construyendo sin proponérselo un retrato de sí mismo. La muerte del personaje (edita Planeta y cuesta 890 pesos) presenta a Enzo como un personaje, con un contexto, una familia y una infancia que anticipan al artista que es hoy. "Nos parecía interesante entender de dónde viene este personaje para después ponerlo en contraste con los Oscars", explica. De esa mirada surge la tensión que atraviesa el libro: un niño nacido en Gruta de Lourdes que jugaba a ser espía y que, años después, termina en una alfombra roja en Venecia. Sobre esa distancia temporal y simbólica se construye un relato donde el autor se deja ver y, a la vez, se busca a sí mismo con transparencia.
La escritura también se convirtió en una forma de cierre. "Yo pensé que no necesitaba escribir, pero me fui dando cuenta de que lo necesitaba a medida que lo hacía", confiesa. La muerte del personaje, entonces, fue una manera de poner fin a una etapa marcada por la exposición y de traducir en palabras lo que había ocurrido en esos años vertiginosos.
En el proceso, Vogrincic descubrió que escribir también podía ser un modo de actuar: un espacio para jugar, explorar y aprender a mirar con otros ojos. "Fue una buena excusa para hacer un resumen de muchos años", dice. Y, sin buscarlo, La muerte del personaje terminó siendo eso: el registro de un aprendizaje y la apertura de otro camino posible.
Sobre eso, va esta entrevista.
La muerte del personaje es, entre otras cosas, una forma de ordenar el torbellino de cosas que generó La sociedad de la nieve. Durante el proceso de escritura te convertiste, además, en lector de tu propia historia. ¿Qué reflexión te dejó?
Es loco contarse a uno mismo. Es un buen ejercicio que nunca había hecho porque no soy una persona que suela escribir, pero hablar de uno mismo te hace verte con cierta perspectiva. El libro buscaba tener respuestas, pero abrió muchas preguntas. Me encanta esa sensación porque estoy siempre atento y tratando de resolver cosas.
¿Qué preguntas te están dando más vueltas en la cabeza en este momento?
¿Qué voy a hacer con la actuación? (sonríe) Me gustan muchas disciplinas, pero la actuación es la única que no puedo evitar. Todo lo demás puedo postergarlo, pero con la actuación no. Siempre me estoy haciendo preguntas, y ahora pienso varias: ¿Por qué actúo? ¿Por qué tomo las decisiones que tomo? ¿Qué es lo que realmente me gusta de esto? También me pregunto si me gusta el cine o si es algo que surgió y a lo que me estoy acostumbrando, porque en realidad mi mundo es el teatro...
Bueno, en un pasaje del libro mencionás que tal vez haya actores que solo tengan que hacer una película, o que, si hacen más, sea cada varios años. ¿Cómo te parás frente a eso ahora que te llegan tantas propuestas para hacer cine?
Es una posición muy extraña. Es rara la sensación de que te lleguen proyectos y tener que elegir, a veces sin pasar por un casting: decir sí o no, leer el guion, reunirte con el director para ver si el proyecto te mueve. Antes tenía que pelear por un casting, y cuando llegaba el momento era algo maravilloso. Entonces, la posibilidad de elegir es increíble, pero también se siente la falta de ese primer vínculo con el casting, que para mí es bastante fundamental. Muchos actores probablemente tengan una sola película, aunque hayan hecho muchas. A lo mejor es mi caso también, y un día me digan: "Este es el de La sociedad de la nieve, y chau" (se ríe).
Está bueno que puedas ponerlo en palabras y, en caso de que llegara a suceder, aceptarlo, ¿no?
Eso siempre. Sería increíble que los actores aparecieran solo una vez en una película, que desaparecieran y que, años después, te los cruzaras en otra y dijeras: "Ah, es el mismo". Yo me lo tomo con mucha calma. Actuar me fascina, y no quiero hacerlo en cosas que no me gustan, porque debe ser una tortura dedicarte a lo que amás de una forma forzada o si los motivos son malos. Trato de mantenerme alineado con eso: leer con tranquilidad, elegir los proyectos y tener la posibilidad de decir que no.
¿Estás en algún proyecto de cine ahora? A comienzos de año dijiste que se estaba "gestando" tu participación en la biopic de Zitarrosa...
Sí, eso va en camino y se están armando cosas, pero los procesos de cine son largos. En este momento tengo la cabeza dividida, porque a fines de octubre me voy a rodar siete meses a otro país...
¿Volvés a España?
Bueno, no puedo decir nada, pero es a Buenos Aires.
¿Y tiene que ver con lo de Zitarrosa, o es otra cosa?
Es otra cosa. Es un misterio, y no me toca a mí anunciarlo. Van a ser siete meses de rodaje, y cuando se acerca el momento, empiezo a separarme de mí y a trabajar en eso.
Sin decirme de qué va la película, ¿qué te conectó con el personaje para aceptar la propuesta?
El vínculo es puro y duro con el juego de la actuación. Todo lo que le pasa al personaje abre un arco muy interesante, y me gusta la idea de rodar durante tanto tiempo para que la historia y la aventura se cuenten con profundidad. Es un mundo que, cuando lo veo, pienso: "Esto me gusta. Me divierte, desde niño, poder actuar acá".
Ya que mencionás tu niñez, en La muerte del personaje describís un episodio fundacional en tu camino en la actuación: cuando tenías siete años, te mordió un perro y volviste a tu casa fingiendo que estaba todo bien...
Sí, era una mecánica que tenía integrada desde chico. También jugaba a ser espía, y cuando mis padres me preguntaban qué estaba haciendo, armaba todo un dispositivo para que pensaran que estaba en otro juego. Me lo tomaba muy en serio, y me divertía ese momentito en el que ellos no sabían si era verdad o no.
Te comenté la escena del perro porque hay algo que se repite en el libro y en tu forma de encarar la actuación en cine: a pesar del miedo, igual te comprometés y vas para adelante con un papel o un objetivo. Se podría decir que viene de ahí...
Sí, porque hay miedos fundacionales. La infancia es una etapa clave, y creo que hay miedos que se quedan y aparecen en situaciones ridículas, donde no hay ningún perro que te muerda ni una amenaza real. Pero igual, el miedo se activa. En el teatro no me pasa, pero en el cine se me activa un terror paralizante del que es muy difícil salir, como el del miedo a hacer el ridículo, ser un payaso o que el proyecto que haga sea lamentable y quede filmado. La única manera de seguir adelante, y en eso soy medio inconsciente, es hacerlo igual. La actuación es tirarse de cabeza.
El libro aborda el luto por la muerte de tu personaje en La sociedad de la nieve, y lo rápido que tuviste que construir tu personaje público, el de la fama. ¿Cómo fue?
Nace solo, por suerte no tuve que armarlo deliberadamente. Se mezclan fotos, recuerdos y entrevistas, y junto con el personaje de Numa se construye una visión. Es lógico, porque no conocés a la persona; se arma un personaje con expectativas y virtudes que muchas veces no le pertenecen. Por suerte Numa era un gran tipo, porque, ¿qué hubiera pasado si el personaje fuera otro? Eso me hace reflexionar. No te queda otra que aprender a conocerlo y ver al otro a quien le habla. Ahora entro en una nueva etapa: la espuma de la fama baja, recuperé la tranquilidad en la calle y en mi vida. Pienso: "Ah, qué bueno es esto, sube y baja". Eso me deja en paz.
Fue muy abrumador, ¿no?
Sí, sobre todo porque hasta mis 30 años tuve una vida normal, y de los 30 para adelante el cambio fue muy abrupto. Y es rarísimo, porque uno ya ve las cosas con ojos de adulto y sabe más o menos cómo a uno lo han tratado toda la vida. Entonces, de repente decís: "Pero a mí no me hablaban así". O lo mismo cuando alguien me viene a saludar. Por momentos tengo mucha confusión de no saber si ya conozco a alguien, porque me saluda con mucha cercanía...
Como Javier Bardem, que te saludó como si te conociera de siempre en Los Ángeles.
¡El Javi! (bromea). Sí, esas cosas son increíbles. Yo me guardo todas esas anécdotas para compartirlo con mis amigos, porque sé que va a ser gracioso cuando se las cuente.
Después del furor de La sociedad de la nieve decidiste volver a trabajar con la Comedia Nacional y protagonizaste Dulce pájaro de juventud, que fue un éxito. ¿Por qué?
Porque estaba queriendo hacer teatro. Venía con amigos construyendo alguna cosa; incluso estaba haciendo diseño de sonido en una obra de amigos. Siempre estoy en vínculo con el teatro porque es mi lugar; es realmente para lo que estudié actuación. El cine es medio casual y se cruza, es otro vínculo con la actuación. Entonces, cuando terminé La sociedad de la nieve me di cuenta de que hacía cuatro años que no actuaba en teatro, y ahí apareció la oportunidad de hacer Dulce pájaro de juventud. Fue muy revitalizante; me hace estar muy vivo.
¿Qué es lo que más guardás de la experiencia? Además, elegiste volver a actuar en Montevideo, que no es menor.
No, porque para mí actuar es algo que hago con amigos o con gente que conozco. Me han invitado a hacer teatro afuera, como en Argentina, pero conocer a la gente durante los ensayos y ya estrenar no me gusta. No es el vínculo que tengo con el teatro, no es para eso que lo hago. Hay algo del convivio, de estar juntos, que es lo más lindo del teatro y lo refresco cada vez que vuelvo. Ahora que regresé dije: "Esto es en vivo, qué poder tiene esto de que estemos todos juntos acá". La mayoría de las veces no pasan cosas en las obras de teatro, pero cuando sí pasan es alucinante. Y esa sensación de estar en vivo con el otro, de reunirte, se empieza a volver algo bastante raro. Me gusta que eso se conserve.
Ahora que se publicó tu primer libro, ¿qué te gustaría generar en el lector?
Cuando lo escribí, esperaba que borraran el nombre. De hecho, intenté sacarlo de la tapa y no me dejaron. Me gustaría que el lector pueda entrar al libro más allá de la persona o de la curiosidad por la anécdota. Que despierte ganas de arriesgar, de probar, de hacer algo. Si no sale, después se verá qué hacer, pero que surja el impulso. Esa sensación puede llevarte a cualquier lado, y eso está bien. Ojalá el libro contagie algo de esa inconsciencia: la de alguien que no sabía escribir y, aun así, escribió un libro. Sea bueno o malo, lo importante es que está hecho y que implicó un aprendizaje. Me gustaría que quien lo lea se anime también a perder el miedo y sacar lo que tiene guardado.