Un premio Nobel al coraje cívico
En un continente donde abundan los líderes políticos que justifican o coquetean con los autoritarismos, este Nobel nos recuerda que la libertad sigue teniendo héroes.
El anuncio del Comité Noruego del Nobel de conceder el Premio de la Paz 2025 a María Corina Machado es una de esas decisiones que devuelven sentido a los galardones internacionales. En tiempos en que campea el relativismo moral y que la democracia se ve asediada en tantas regiones del planeta, el reconocimiento a la principal líder de la oposición venezolana reivindica los valores esenciales de la libertad y la dignidad humana.
Machado, hoy en la clandestinidad para evitar la persecución del régimen criminal de Nicolás Maduro, simboliza una lucha que trasciende las fronteras de Venezuela. Su tenacidad, su claridad moral y su compromiso inquebrantable con la vía pacífica y democrática la convierten en un ejemplo para todo el mundo. Este Nobel no solo la distingue a ella: distingue a un pueblo entero que resiste, que no se resigna y que sigue creyendo en el poder de la libertad frente al autoritarismo.
El Comité del Nobel justificó su decisión destacando la "incansable labor" de Machado en defensa de los derechos democráticos y su esfuerzo por promover una transición justa y pacífica en un país sometido a una de las dictaduras más brutales del continente. No es una exageración, Venezuela padece desde hace más de dos décadas un régimen que ha destruido su economía, su Estado de Derecho y su tejido social, provocando el éxodo de más de siete millones de personas. Frente a ese desastre moral y político, María Corina se mantuvo firme cuando muchos otros callaron o renunciaron a la lucha.
En las elecciones de 2024, tras ser inhabilitada arbitrariamente, Machado impulsó la candidatura de Edmundo González Urrutia, que según todas las evidencias ganó los comicios de manera contundente. Maduro, como era previsible, robó la elección, clausuró los espacios de protesta y recrudeció la represión. Machado respondió con la única arma que ha empuñado siempre: la verdad. Publicó miles de actas electorales, denunció el fraude y reafirmó su compromiso con una salida democrática. Ese coraje cívico, sostenido a riesgo de su libertad y su vida, es lo que el Nobel viene a reconocer con estricta justicia.
El premio también tiene un valor simbólico más amplio. Marca un contraste con la indiferencia internacional que tantas veces ha acompañado la tragedia venezolana. Durante años, una parte del mundo libre prefirió mirar hacia otro lado mientras el chavismo desmantelaba la república y convertía la bonanza petrolera en un sistema mafioso. Este reconocimiento también es una bofetada para el Frente Amplio que defiende al violador serial de los derechos humanos de Nicolás Maduro, negándose a condenar su brutal dictadura.
María Corina Machado pertenece a esa estirpe de líderes que entienden la política como un deber moral, no como un cálculo de poder. Su voz es firme pero nunca ha sido rencorosa; su lucha es combativa pero siempre pacífica. Ella representa el hilo que conecta la mejor tradición liberal latinoamericana -la de Bello, Alberdi y Sarmiento- con el presente trágico de un continente que aún se debate entre el populismo y el republicanismo.
Venezuela vive hoy bajo un régimen que combina la represión con el cinismo. Maduro, buscado por la justicia internacional por narcotráfico y violaciones de derechos humanos, ha hecho del terrorismo de Estado su forma de supervivencia. Frente a esa maquinaria, el Nobel a Machado es un acto de justicia y de esperanza.
Es de justicia porque reconoce a quien encarna el espíritu de resistencia democrática de millones de venezolanos. Es de esperanza porque envía un mensaje claro a toda la región: las dictaduras pueden perdurar, pero nunca triunfan del todo mientras haya quienes no se rindan. Este reconocimiento también interpela a las democracias occidentales, tantas veces cómodas en su silencio, a redoblar su compromiso con la libertad en América Latina.
En un continente donde abundan los líderes que justifican o coquetean con los autoritarismos, este Nobel nos recuerda que la libertad sigue teniendo héroes. Que el coraje moral todavía cuenta. Y que, como escribió Simón Bolívar, "el valor más grande de un pueblo no está en sus ejércitos, sino en su amor a la libertad".
Hoy, el mundo entero mira a María Corina Machado y ve reflejada en ella la dignidad de los venezolanos que no se resignan a vivir de rodillas. Su lucha, su ejemplo y su voz son una inspiración para todos los que creen que la paz verdadera solo es posible cuando la libertad triunfa sobre el miedo. Y, finalmente, triunfará.