Si Onegin había rechazado a Tatiana…
"Onegin", con Ciro Mansilla, Ayelén Sánchez y el Ballet Estable del Teatro Colón
Por temor a que le pase lo que a Onegin, Tchaikovsky decidió casarse con Antonina
"Onegin", con Ciro Mansilla, Ayelén Sánchez y el Ballet Estable del Teatro Colón
Por temor a que le pase lo que a Onegin, Tchaikovsky decidió casarse con Antonina. Tan habituado estaba a "transformar sus padecimientos en música", como dijo Klaus Mann en la biografía que escribió sobre el genio ruso, que aquí al revés, el compositor intentó evitar para sí el destino del personaje literario, el tormento de aquel joven engreído que hasta el final de su existencia se arrepiente de haber rechazado a Tatiana. Y una carta, una simple carta revelando ese amor no correspondido, el espejo frente al cual, contrario a la novela, Piotr Illich tomó la peor decisión de su vida, la más absurda y desdichada.
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En mayo de 1877 alguien le acercó la idea de componer una ópera basada en los versos de Alexander Pushkin. Y la aceptó, por supuesto. Porque nada más afín a su elegante pluma melódica que un drama sentimental de ribetes aristocráticos. Pero tal debió haber sido su identificación con el héroe, que pronto creyó una obligación suya cambiar el rumbo de la historia romántica: si Onegin había rechazado a Tatiana Larina, pues él no haría lo mismo con Antonina Miliukova. Y en un rapto de insensatez, donde la ficción animó a la realidad, a dos meses de iniciado el proyecto, Tchaikovsky se casó en Moscú.
Y así, como en un juego de reflejos ad infinitum , los cantos de Pushkin siguieron perpetuándose en otras formas del arte. De la rima poética al libreto operístico, la coreografía y el guion cinematográfico, la leyenda continuó su camino como un verdadero clásico de la literatura universal, por la humanidad que representa, que trasciende épocas y convenciones.
A la ópera la sucedió el ballet que John Cranko estrenó en el Staatstheater de Stuttgart en 1965 y que el Teatro Colón ofrece hasta el martes en una producción magnífica, con la estrella de Marianela Núñez como invitada principal en la función de hoy (cuando, dicho sea de paso, se conmemora el Día Nacional de la Danza en memoria de los bailarines del Ballet Estable fallecidos en la tragedia aéreo de 1971) y en la tarde del domingo.
Al ballet de Cranko lo sucedió la película de los hermanos Fiennes: Onegin , 1999, dirigida por Martha, musicalizada por Magnus y protagonizada por Ralph (el mayor del talentoso clan británico) junto a Liv Tyler como Tatiana y la aparición de Sophie Fiennes en un pequeño rol secundario. Pero la historia no termina ahí. Porque después de haber interpretado con delicadeza al galán soberbio que se mofa de los campesinos, Ralph Fiennes será el director escénico de un estreno lírico: una nueva producción de la ópera de Tchaikovsky que, a partir de enero de 2026, presentará en el Palacio Garnier de París al célebre actor en su debut como régisseur.
Una nota de color para los amantes del ballet en estos días fervorosos donde Tatiana volverá a ser rechazada y Onegin pagará con su remordimiento el precio amargo de su culpa. En el poema, en la partitura, en la pantalla y en la danza, el final se repetirá idéntico. Excepto en la vida ingrata de Piotr Illich Tchaikovsky que, por temor a sufrir lo que Onegin, intentó eludir su sino.
Pero por Antonina —esa alumna del conservatorio que lo admiraba con obsesión y locura, y le declaraba su amor por carta como Tatiana a Onegin—, el compositor nunca sintió atracción. Solo lástima. Y a los pocos días de casado, ni siquiera eso. Ya que en el viaje de bodas experimentó los sentimientos más atroces, el desprecio, la repulsión, el pánico y la fobia que (también por su homosexualidad inconfesada) le despertaba la intimidad con una mujer vulgar y odiosa.
Para terminar con Mann, que no hay mejores palabras que las suyas: "Transformar los sentimientos en música fue la misión de su vida. Un proceso difícil porque esa metamorfosis sagrada nunca se cumplía con la fluidez de un juego y los sentimientos acumulados tampoco se redimían solos."
En los arreglos de Kurt-Heinz Stolze, la música de Tchaikovsky en el ballet del Colón.