Trump conduce, Milei verticaliza
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, durante la visita de Javier Milei a la Casa Blanca
"Hola a todos, yo soy el león, rugió la bestia en medio de la avenida
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, durante la visita de Javier Milei a la Casa Blanca
"Hola a todos, yo soy el león, rugió la bestia en medio de la avenida. Todos corrieron , sin entender, panic show a plena luz del día", suele cantar el presidente Javier Milei en cada una de sus presentaciones en esa mezcla de espectáculos artísticos de clase B y acto político. Esa canción, "Panic show", pertenece al grupo La Renga, que ya hizo saber públicamente su descontento con el uso partidario de aquella. Milei, sin respetar la propiedad intelectual -raro para alguien que se precia de liberal que ya tuvo el mismo problema con algunos de sus libros denunciados por plagio-, la sigue utilizando porque él se siente "el león", así se hace llamar por sus seguidores, que lo identifican con ese seudónimo que le otorga una personalidad aguerrida, valiente y con venia para mostrarse "salvaje" si la situación así lo demanda. Bien, "el león" tiene agallas para rugir límites adentro del país, tratando despectivamente, y sin ahorrar insultos, a todo aquel que tenga el "tupé" de criticarlo, desmentirlo o -algo que cada vez se hace más sencillo para la oposición- mostrar sus contradicciones permanentes. Un león capaz de llevar a la justicia a un niño autista de 12 años antes de pedirle perdón por un exabrupto. Pero ese valor, ese grito que muestra el enojo con voz sucia que busca asustar, nunca se escucha en escenarios donde la balanza del poder lo desfavorece y marca una notoria asimetría con el suyo. Allí "el león" se entrega con una mansedumbre disfrazada de idolatría y fanatismo personal, como lo hace cada vez que se encuentra con Donald Trump.
El presidente de EEUU, que fue la figura relevante en esta parte del mundo luego de su acertada y hasta ahora exitosa intervención mediando entre Israel y Hamas, el martes sumó varias equivocaciones, lo hizo en al menos cinco oportunidades, sobre la situación política y electoral y las chances de su protegido Javier Milei: "Si el Presidente no gana, conozco a la persona contra la que compite. Esta persona se ubica extremadamente a la izquierda y es quien llevó a la Argentina a esta situación en primer lugar. Si el pierde, no vamos a ser generosos con la Argentina", aseguró, en algo que sonó más como una extorsión a un pueblo independiente y libre pensador que a una ayuda o acuerdo entre dos Estados.
Algo falló en el trabajo de la Cancillería y de la embajada argentina en Washington, porque Trump confundió dos veces en menos de 20 días el carácter del próximo turno electoral, lo hizo hace tres semanas en Nueva York, durante el encuentro en la Asamblea General de Naciones Unidas y lo repitió ayer, incluso elogió involuntariamente a Alberto Fernández, cuando dijo que la Argentina venía haciendo bien las cosas los últimos cuatro años, de los cuales dos serían del mandato del expresidente. Trump se expresó como si el 26 de octubre se tratara de una elección presidencial y no de una renovación parcial del Congreso. Es decir, no es definitoria, aunque sí muy importante para lo que viene. Todo esto fue un error, salvo que el entusiasmo y la vehemencia con la cual se pidió ayuda a Estados Unidos de parte del gobierno argentino haya tenido una impronta de "todo o nada" entendiendo que solo dos semanas atrás, si no aparecía el pronunciamiento del Departamento del Tesoro, para el Gobierno era game over , porque el precipicio financiero mostró su profundidad antes de que llegara el auxilio.
Las palabras de Trump , señalando que "si no gana Milei nos vamos y no ayudamos", llevaron inquietud al cierre de los mercados del martes, así de volátil es la economía argentina donde un tuit del Secretario del Tesoro hace bajar o subir 400 puntos el riesgo país.
El amateurismo político ya es un problema de esta gestión; seguramente, si hubiesen organizado este encuentro con Trump con la pasión y la puntillosidad que tuvieron para el show del Movistar Arena, hoy no estarían haciendo cola para oficiar de exegetas del presidente estadounidense para aclarar que "se equivocó, si perdemos el 26 de octubre nos van a seguir ayudando", algo que Trump luego intentó aclarar en redes sociales, señalando que hablaba de la elección de medio término. En el medio, voceros del Gobierno quedaron atrapados en su propia impericia intentando comunicar algo que salió mal. Nuevamente fueron salvados con un posteo de Scott Bessent que amplió la posible ayuda a 40 mil millones de dólares, siempre y cuando los argentinos voten como ellos quieren.
Trump comprometió con su verba descuidada el comienzo del plan de auxilio al gobierno argentino, pero también mostrando un desconocimiento enorme del mapa político local, o simplemente le "soplaron" mal cuando aludió a la situación política y electoral dejando en el aire una pregunta necesaria: ¿cuál es la izquierda extrema que puede ganar las elecciones en la Argentina?, si habló del peronismo o del kirchnerismo debería utilizar el término "populista" para marcar su tendencia ideológica, pero el populismo de centro derecha y el de centro izquierda comparten modos pocos republicanos, y allí el mileísmo también tiene compradas varias fichas para participar del club. No existe en la Argentina un fantasma de izquierda. Eso sí, habría que explicarle a Milei que aquellos que critican u opinan algo contrario al Gobierno no son "zurdos de m…", algo que ayudaría mucho a la calidad del debate político.
El impacto de esta reunión y sus consecuencias rebotarán en lo inmediato en el escenario electoral el 26 de octubre. Una buena para el Gobierno: llegar con el dólar calmo y los mercados expectantes, pero no irritados. La mala es saber si la figura de Donald Trump, y ese sentido de pertenencia que muestra Milei a sus lineamientos, es aceptado por el electorado argentino. Hay encuestas que marcan un escenario complicado. La consultora Zuban Córdoba midió este acuerdo y el 64,6% cree que el pacto anunciado con Estados Unidos no traerá inversiones reales, sino que se trata de un gesto vacío. Además, el 62,7% de los argentinos se siente "lejano" aTrump y a Estados Unidos.
Quedan abiertas varias preguntas que aparecerán estos días : ¿Trump es un sedante para los mercados, pero un salvavidas de plomo para los votantes?; ¿hay en medio de este ida y vuelta intereses para negocios personales?; Robert Citrone, un gestor de fondos de cobertura y multimillonario estadounidense dueño de Discovery Capital Management, cercano a Scott Bessent, ¿lidera un "fondo buitre " con información privilegiada? Porque llamó la atención que adquiriera bonos de deuda argentina cuando estos se venían a pique y no se conocía públicamente nada sobre el salvataje del Tesoro estadounidense.
De todos modos, el evento del martes fue muy desprolijo ; al presidente argentino no lo cuidaron, lo sentaron de espaldas a los periodistas, nadie tradujo lo que dijo, ni Trump pidió saber qué decía. Son cosas que pueden pasar, un error, un cambio de agenda sobre la marcha, en este nivel de expectativas, puede ser muy costoso para el que arriesga más. La historia argentina nos recordaba ayer aquel 19 de marzo de 1985 cuando Raúl Alfonsín, con escasos 460 días de democracia y gobierno, tuvo una verdadera bilateral con el presidente Ronald Reagan. Había mucha expectativa y las aspiraciones argentinas eran conseguir un pronunciamiento de Washington sobre la consolidación de la democracia -algo que consiguió- y sobre las deudas externas que ya eran un problema grave para la región. Pero Reagan se saltó el protocolo y, como había hecho con otros líderes latinoamericanos, cambió el discurso y dijo esta frase inquisidora: "Los amigos de mis enemigos son mis enemigos". Apuntaba a Alfonsín y su agenda política de los 80, esa que gestionaba asistencia humanitaria para Cuba y para que Nicaragua recuperara la democracia luego de la guerra civil encarnada por el Frente Sandinista contra la dictadura de Somoza apoyada por Estados Unidos, que había financiado ese apoyo militar con la venta ilegal de armas a Irán. Alfonsín recogió el guante y en lugar de callar, mirar para otro lado y someterse a la presión del poderoso, le dijo con mucha tranquilidad: "Vamos a hablar dos presidentes elegidos por la voluntad de nuestros pueblos. Vamos a tocar sin duda, los temas bilaterales y también los que hacen a nuestro continente en su conjunto y no estará ajeno a nuestro diálogo el tema de América Central o Nicaragua". Se puso de igual a igual, como representante legítimo de un país soberano.
Sin dudas, la reunión de Milei con Donald Trump pasará a la historia como pasó aquella de Alfonsín con Reagan. Raúl Alconada Sempé, miembro de la Cancillería en el primer gobierno del retorno de la democracia y testigo de aquel encuentro de 1985, decía en una entrevista ayer en Radio República: "Me sorprendió la falta de valor de Milei para, al menos, decirle a Trump que agradecía el apoyo pero que votar libremente es una decisión soberana de los argentinos". Algo lógico ante semejante intromisión "cuasi colonialista", como la llamó el economista Carlos Melconián, a quien no se le puede señalar que encaje en algún tipo de izquierda.
Milei tiene más de dos años para honrar ese cargo donde ojalá encuentre el camino que traiga bienestar a todos los argentinos y no solo a los mercados y las postas financieras. Dentro de los deberes que se le dictaron desde el gran país del norte está justamente consolidar una base política más amplia y heterogénea que le permita realizar las transformaciones que su modelo le exige. Tarea para el hogar, deberá aprender, porque el dialogo no es una virtud que hasta ahora lo haya destacado.
En definitiva, Trump prometió ayuda condicionada a un resultado electoral , mientras, como postal de época, a sus plantas quedaba rendido el león.