Exponen históricos óleos sobre tela de Ricardo Yrarrázaval
Dejó de pintar con espátula en la década del 90, apostando con decisión por el arte digital. Aunque suele exhibir las pinturas que hace en el computador, ahora se da una oportunidad excepcional: reencontrarse con sus obras realizadas entre los años 60 y 80.
Su contundente presencia es lo primero que se advierte al entrar a la sala. Algunos lucen el rictus estereotipado del hombre de negocios. Otros rostros se ven borrosos, desfigurados, o casi al borde de desaparecer, pero mantienen sus impecables ternos y corbatas. Todos tienen algo inquietante. Los hombres que Ricardo Yrarrázaval (1931) retrató en los años 80 se exhiben ahora en Il Posto junto con otras obras elaboradas por él entre 1964 y 1986, en una oportunidad única para reencontrarse con el trabajo pictórico de un artista que dejó la espátula y los pinceles hacia 1995. Desde entonces, Yrarrázaval pinta de manera digital, logrando sus volúmenes y texturas a partir del Photoshop.
"Ricardo Yrarrázaval: tres décadas", curada por Antonio Echeverría (1999), reúne una veintena de obras provenientes de diversos acervos privados; entre ellos, la Colección Solari del Sol. El sector que más atrapa la atención es el de los hombres -cuyo montaje da la sensación de enfrentarse a caminantes en el centro de Santiago-, pero el recorrido comienza con una pintura de apariencia abstracta.
"Antes, yo estuve pintando abstracto, pero luego me di cuenta de que esa pintura era vacía y no me gustó. No tenía contenido, era una cosa como decorativa", recuerda el artista sobre los años 60. Un período de intensa búsqueda y pintura solitaria -además de su quehacer en cerámica-, pero que tomó un buen rumbo cuando hizo un viaje por Bolivia y Perú. Iba acompañando a un amigo. "Fue fantástico, nos salíamos del camino a mirar y uno se impresionaba mucho. Me interesó tanto lo que veía, que dije: 'Tengo que pintar esto de alguna forma'". Y empezó a plasmar la presencia del hombre en el Altiplano. En eso estaba en 1973.
"Comencé a ver lo que pasaba: amigos que se fueron arrancando, que los echaron, que desaparecieron. Consideré que estaba en una burbuja, y entonces se me ocurrió salir a la calle, pintar la realidad. Me compré una máquina fotográfica y empecé a retratar gente. Trabajadores, señoras tomando helado, de todo. Incluso una vez seguí a un señor muy terneado. Cuando entró al banco, hice lo mismo, para tomarle fotos, y me tomaron preso", rememora el artista. Una vez en su casa, proyectaba la fotografía sobre la tela y, a pesar de ciertas complicaciones técnicas, pintaba: "Fue difícil, pero me hizo bien. Pinté muchos de estos señores poderosos, con plata, bien vestidos y bien recibidos. Un realismo muy exacerbado. Usaba en esa época solo espátula. Entonces, salían impecables, su ropa, su corbata brillante, su cuello blanco y duro".
A Yrarrázaval no le acomodan los encorbatados. Tampoco quienes andaban con el pantalón de línea marcada o con los zapatos lustrados. No se trataba de algo estético. Es más profundo. "Son como una clase social de hombres de negocios", comenta, instalado en el sillón favorito de su casa, y menciona también cuánto le ha molestado el racismo y clasismo que desde siempre ha visto aquí. Él no quería ser hombre de negocios: "Cuando le dije a mi padre que me iba a dedicar al arte él me inventó un puesto en su oficina, en la Bolsa de Comercio. Estuve diez días y me fui. No puedo seguir, dije. Entré a otro trabajo porque quería juntar plata para irme a Europa, y lo hice a los 20".
-¿Cómo fue reencontrarse con estas obras en Il Posto?
"Me interesa esta búsqueda y creo que están bien hechas. A mí siempre me importó mucho la técnica. Es muy importante en todas las artes. Hay una palabra que es misteriosa, el concepto de lo pictórico. Es difícil de explicar. Pero hay que ser pictórico y eso se va consiguiendo con mucho trabajo. Los grandes son pictóricos. Un Rembrandt, un Velázquez, un Bacon o un Picasso".
-Es interesante ver obras suyas de hace 40 años. ¿Quedó contento con esta muestra?
"Aquí, en Chile, todos te dicen: '!Qué linda tu exposición¡ Y yo lo menos que busco es algo lindo en mi pintura. He expuesto en Buenos Aires, por ejemplo, y los argentinos te dicen: 'Mira, la mayoría de los cuadros no me gustaron, pero hubo uno que me interesó por tal razón. Entonces, cuando me dicen aquí algo como 'qué linda tu muestra', a muchos les digo: 'No te creo'. Es que pienso de repente, ¿cómo puede gustar una pintura así, con estos señores, y así de realista?".