Karen Reichardt introduce el tema la discriminación en la campaña
Javier Milei y Karen Reichardt
"La Argentina es el único país del mundo que acepta naturalmente identidades múltiples
Javier Milei y Karen Reichardt
"La Argentina es el único país del mundo que acepta naturalmente identidades múltiples. Eso que no existe en ningún otro lugar del mundo es algo que yo aprendí aquí y lo que la orquesta pone en práctica podría ser la convivencia si todo fuera como la música", dijo hace seis años el pianista y director de orquesta argentino-israelí Daniel Barenboim, refiriéndose a su creación: la Orquesta West-Eastern Divan, que Barenboim fundó junto con el intelectual palestino Edward Said en 1999 con el propósito es promover el diálogo y la paz reuniendo a jóvenes músicos de países de Medio Oriente, como israelíes y árabes, para que trabajen juntos a través de la música. El maestro fue claro, haberse educado en la Argentina le permitió interpelar a esa parte del mundo que no lo hacía, porque sus orígenes estaban atravesados por ese aprendizaje.
Nuestro país tuvo, y tiene, problemas de tolerancia, mayoritariamente ideológica, que es donde se visualizan las formas de discriminación, mucho más que por conflictos raciales o de género. Así lo demostró una encuesta de la UBA que reveló cuál es, por lejos, el principal motivo de discriminación en la Argentina destacándose claramente la discriminación ideológica o política. El trabajo fue publicado por el Observatorio de Psicología Social Aplicada de la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires el año pasado. Es muy interesante ver que el 45,2% experimentó discriminación por razones políticas o ideológicas, y muy lejos recién aparecen la discriminación por edad (18,8%), condición física o mental (14,4%), género (12,4%), religión (5,7%), color de piel (1,8%) u orientación sexual (1,1%). La investigación, además de ser reciente, lo que da cuenta de una fotografía social actual, muestra que el problema más grave que padece nuestra sociedad es la llamada "grieta política", las diferencias enconadas entre sectores que piensan distinto. En ese escenario, además, es claro detectar que, a diferencia de otros países donde la distancia entre bandos es de derecha o izquierda- Chile, Uruguay o Brasil son un claro ejemplo- aquí está marcada por los populismos de derecha o de izquierda: la variante más progresista del peronismo, es decir el kirchnerismo, y la versión populista de la extrema derecha, conservadora y autoritaria, hoy claramente interpretada por los libertarios. El problema se basa en que, tras la necesidad de refrendar electoralmente la representación social de cada sector, aparecen discursos de odio elitistas, y aunque duela el término al que no estamos acostumbrados por nuestra propia historia, últimamente apareció la variable más preocupante de todas: la supremacista.
Si bien, y por suerte, no se puede hablar de una generalización, sí somos testigos de que la aparición en el escenario político de la idea libertaria, con sus "fuerzas del cielo" y sus trolls de redes sociales, además de un discurso inédito cargado de violencia e insultos personales de parte del mismo líder de ese espacio, el presidente Javier Milei, hicieron que a aquel discurso sectario que imponía el kirchnerismo con adjetivos calificativos como "cipayo", "gorila" o "gato" hoy se le oponen los libertarios abusando de "kukas", "orko", "mandril" etc. Con un agravante, y sin tratar de banalizar los epítetos kirchneristas: los insultos libertarios superaron todos los límites. Los modos de Javier Milei son extremos, ya que es él mismo quien utiliza esos insultos que contagian a sus seguidores, y no hablamos de un líder barrial sino de un presidente de la república. Mal que nos cueste aceptar, en las redes sociales volvió a utilizarse el término "mogólico" como insulto, algo que la sociedad ya había naturalizado como un límite que no debía trasgredir, al punto que inmediatamente se censuraba a aquel que lo utilizaba. Milei, utilizándolo con frecuencia en las redes sociales y en debates encendidos, lo puso de moda, porque si el líder habla así, cualquiera puede interpretar que está autorizado a imitarlo. Parece que los argentinos nos acostumbramos rápidamente a normalizar situaciones incorrectas. Gran parte de la sociedad no incorpora ese discurso violento y segregador, pero termina tolerándolo. Y eso es lo peligroso.
En esta campaña electoral casi no se escucharon propuestas de las dos fuerzas mayoritarias. Los kirchneristas han hablado de "frenar a Milei" y los libertarios de impedir el retorno de los "kukas", todo esto en medio de acusaciones, algunas bien fundadas, como la que le costó la candidatura a José Luis Espert (vinculaciones con un empresario ligado al narcotráfico), y la que toca muy de cerca a la candidata por Río Negro al Senado Lorena Villaverde - en un capítulo que aún no terminó- y otras rebuscadas y sin pruebas concretas. Un nivel de debate subterráneo para una democracia en la que convive un sistema político de más de cuatro décadas.
Pero pasó algo, lo más grave y rechazable de esta campaña. Aparece en escena Karen Reichardt, que tras el escándalo de Espert toma protagonismo en la campaña libertaria en la provincia de Buenos Aires al erigirse como máxima candidata a diputada nacional, hasta que ese lugar lo ocupó Diego Santilli. Rápidamente toman estado público algunos posteos en redes de años recientes de la exactriz donde publicó mensajes cargados de prejuicios raciales. El 31 de octubre de 2017, escribió "negros grasas" refiriéndose supuestamente a hinchas rivales de River Plate, el club de sus amores. Días después, el 5 de noviembre, expresó "¡Bloquear a estos negros es un placer!". En 2018, continuó con tuits como el del 5 de marzo: "Y hay algunos tan negros grasas que no pueden poner una foto de lo feo que son y truchosssss… pimentón", sobre la apariencia física de otros usuarios. Otro tuit, del 5 de marzo de 2018, incluye una referencia a "humor negro" con una imagen de los Reyes Magos (Melchor, Gaspar y Baltasar), donde el de piel negra dice "aguante Cristina", usando un estereotipo racial de forma despectiva. También apareció en un video proponiendo construir un muro para separar a la "gente de bien", ella dentro de ese grupo, y los "negros planeros y vagos". ¡Un muro para separar ciudadanos según su situación social! ¿Se entiende la gravedad?
Ya era conocido que muchos libertarios, con influencia en las redes, enrolados de la Agrupación "Las Fuerzas del Cielo", agredían deseando, por ejemplo, que se contagie SIDA el diputado Esteban Paulón, o con términos e insultos irreproducibles hacia distintos opositores o periodistas. Pero aquí la cosa cambia, porque aun así el presidente Milei ubicó a Reichardt segunda en la lista de Diputados, ya no se trataba de un influencer o un tuitero desubicado sino de una posible legisladora nacional. Es sencillo interpretar entonces que a Milei no le molestan estas posiciones "supremacistas", donde ella se ubica. Y no se trata de una exageración, vale realizar el ejercicio de leer nuevamente los posteos de Reichardt y leer la definición de supremacismo: "Ideología que defiende la preeminencia de un sector social sobre el resto, generalmente por razones de raza, sexo, origen o nacionalidad".
El resultado de ubicar a Reinhardt como candidata con el deber de representar el pensar del oficialismo sin siquiera censurar públicamente sus agravios se vio enseguida. Días atrás, en una entrevista radial con Jony Viale en Radio Rivadavia, aseguró que aquellos que no votaban al oficialismo sufrían de una "enfermedad mental". Es decir, eligió potenciar su mirada discriminatoria.
Muy posiblemente no todos los votantes de La Libertad Avanza compartan esas ideas y ese nivel de discriminación, pero terminan abrazados con complicidad si hacen silencio ante lo que vimos estos últimos días. La economía, la educación, la seguridad, en definitiva, el proyecto de país puede y debe ser materia de debate en una campaña electoral, tanto como en qué se destinan los recursos, o sobre los niveles de corrupción, es decir, debatir la gestión en toda su dimensión algo que nunca encontrará posiciones uniformes, y está muy bien que así sea, que se debata hasta el cansancio y que las ideas peleen democráticamente por el modelo de país que queremos construir. Pero hay límites de convivencia cívica y una sensibilidad humana que no podemos obviar.
Al oficialismo, como suele hacerlo, le puede parecer un chiste de humor negro por el que no vale la pena detenerse, sin embargo, la "no discriminación" no es interpretativa, es un derecho consagrado en la Constitución Nacional (Art. 16) y en la Ley 23.592 que pena actos discriminatorios. Por eso, permitir que el discurso elitista, ofensivo, que denigra la humanidad de quienes son víctimas de los prejuicios sociales, raciales, de sexo o credo de parte de algún sector de la política se instale cómodamente en la conversación pública de la mano de hombres y mujeres del poder de turno, sin siquiera tener una reprimenda o un llamado de atención del Presidente, es más que preocupante. Nos hace retroceder.
Nunca fuimos así, no caigamos en el pozo ciego de la discriminación, hay experiencias en el mundo que muestran que salir de allí siempre tiene un costo demasiado alto.