La nueva película de Kathryn Bigelow que estrenó Netflix y que ya se menciona para los Oscar es una película de suspenso sobre un inminente ataque nuclear a Estados Unidos.
Hay una escalofriante urgencia en U
na casa de dinamita, de
Kathryn Bigelow que acaba de estrenar con Netflix. Es un alerta universal para no olvidar que la amenaza nuclear (es decir que todo esto vuele por el espacio ante una beligerancia creciente y atómica) sigue ahí a la vuelta. Funciona en ese objetivo en un thriller político de factura eficaz.
Es un territorio conocido que han recorrido películas como
La hora final de Stanley Kramer (1959),
Límite de seguridad de Sidney Lumet (1964) y con un tono más bonachón pero igual de terrible,
Doctor Insólito de Stanley Kubrick (1963). El tono de
Una casa de dinamita es más tirando a sombrío pero reconoce esos antecedentes.
La anécdota puede ser alguno de ellos. Un enemigo no identificado lanzó unos misiles nucleares que van directo a Chicago y quedan 19 minutos para tomar decisiones de las difíciles. Los sistemas de bloqueo no han funcionado y ahora todo se limita, como dice un general en el cuarto de guerra, a la rendición o el suicidio.
La historia transcurre entre bunkers, instalaciones secretas, oficinas gubernamentales, despachos que son salones llenos de pantallas en el laberinto de las dependencias que deben atender la emergencia. Bigelow (y el fotógrafo
Barry Ackroyd que sabe cómo hacerlo) los recorre con brío. Ayuda al ritmo una edición rápida y moderna.
Es una película coral en la que varios jerarcas y funcionarios discuten por teléfono o Zoom mientras el tiempo se acaba. Por ahí están la oficial de servicio superior de la Sala de Situaciones (
Rebecca Ferguson); su comandante Jason Clarke; el secretario de Defensa (Jared Harris); el general que lidera el Comando Estratégico (Tracy Letts) y el comandante de una base en Alaska del Sistema de Defensa de Misiles Balísticos (Anthony Ramos). Y el mismísimo presidente de Estados Unidos (Idris Ebra) en cuya decisión final se concentra el futuro de la humanidad.
A algunos de ellos se le da una llana profundidad con una esposa embarazada, un nene enfermo que humanizan y dan algo de aire al claustrófobico momento. Es, también un facilismo que aporta emotividad.
Los 19 minutos fatale son presentados desde tres puntos de vista, un recurso que funciona y estira la tensión. Es una buena idea del guion de Noah Oppenheim (Jackie) y da cierta originalidad a una historia que no evita las convenciones del género.
Los tres episodios, separados con un fundido en negro llegan a la misma conclusión: un contraataque significa una tercera y definitiva guerra mundial; resistir el impacto (al costo de 10 millones de muertes estadounidenses), una muestra de debilidad que tampoco estaría buena.
Alrededor de ese dilema y la fragilidad de todo va La casa de dinamita, un thriller bien contado sobre una tragedia que siempre está cerca.
Una casa de dinamita [* * * *]Estados Unidos, 2025. Director: Kathryn Bigelow. Guion: Noah Oppenheim. Fotografía: Barry Ackroyd. Editor: Kirk Baxter. Música: Volker Bertelmann. Con: Idris Elba, Rebecca Ferguson, Jared Harris, Willa Fitzgerald, Anthony Ramos, Jonah Hauer-King, Greta Lee, Gabriel Basso, Kyle Allen, Jason Clarke, Tracy Letts. Duración: 112 minutos. Estreno: 24 de octubre, Netflix