Aprender o devenir obsoletos
En la Grecia presocrática, Heráclito asumía que lo único permanente era el cambio
En la Grecia presocrática, Heráclito asumía que lo único permanente era el cambio . Esa visión de la realidad en perpetuo fluir se reedita hoy frente a una experiencia de aceleración tecnológica que coloca el devenir en el lugar de la regla. Como lo advierte Byung-Chul Han, la contingencia intensificada desestabiliza la vida: carecemos de un plano simbólico que fije ejes temporales estables. Si para Heráclito el cambio era la ley que sostenía el orden del cosmos, en nuestros días, la mutación sin puntos de anclaje amenaza con disolver cualquier tipo de certeza. El desafío reside, justamente, en la producción de marcos de sentido que vuelvan habitable el cambio.
Como signo de época se reporta la emergencia del FOBO : fear of being obsolete o miedo a quedar obsoletos, un fenómeno que empieza a sonar fuerte. Ya en 2024, una encuesta de Gallup mostraba su incidencia en el mercado laboral, ligada a la irrupción de la IA generativa y la inminencia de la automatización de tareas. Así, al calor de este avance, se fue cociendo una sensación de ansiedad por el impacto de estas tecnologías en el mundo del trabajo. Según el Foro Económico Mundial, se predice que el 44% de las habilidades se verán afectadas en los próximos cinco años. Todo un giro. Y en la misma línea, el Human Progress Report 2025 asegura que 6 de cada 10 trabajadores reconocen sentir preocupación y que esta tendencia se hace aún más presente en los miembros de la generación Z.
El nuevo escenario dispara percepciones encontradas: crece el temor a la pérdida de empleos y se reafirma el llamado a una actualización incesante, lo que a priori aparece como la estrategia más efectiva frente al reto del FOBO. A la par, los datos muestran que la ventaja comparativa no se reduce al dominio técnico. De cara a 2027, las habilidades más demandadas siguen siendo el pensamiento analítico y la creatividad, con la fluidez en el manejo de IA en tercer lugar. Esto confirma que la vigencia profesional seguirá reposando en ciertos pilares, como la capacidad de razonar críticamente, de imaginar soluciones innovadoras y de comunicar ideas complejas. De tal manera que lo propiamente humano, en alianza con lo tecnológico, seguirá marcando la diferencia.
Ahora bien, ¿qué sucede en el terreno educativo? Las universidades ya tienen claro que el modelo viró de formaciones de grado y posgrado al lifelong learning , con énfasis en las certificaciones de competencias. Pero para lograrlo, también sus docentes tienen que trascender su propio FOBO, penetrar en un nuevo paradigma y construir cimientos en un campo en transformación. Una labor para nada fácil, que está provocando planteos cuasi existenciales sobre el rol del profesorado, las estructuras curriculares y los sistemas de evaluación.
Porque la educación puede y debe ser ese plano simbólico necesario, que no detiene el cambio, pero que garantiza continuidad y orientación. Es por ello que en el horizonte se perfila el ascenso de trayectos formativos humanísticos sustentados en el cultivo de virtudes intelectuales.
La práctica de hábitos positivos de pensamiento puede proveer las coordenadas para admitir el movimiento constante sin sucumbir al miedo a la obsolescencia. Porque el aprendizaje tiene que ser mucho más que un remedio contra la ansiedad, mucho más que una respuesta automática al FOBO. Tiene que ser pasión y compromiso con el desarrollo sociotécnico e impulso de una evolución social con rostro humano.
Docente investigadora del Instituto de Ciencias para la Familia de la Universidad Austral