Esperanza oficialista
			
			Maximizar los efectos de la dispersión opositora es la apuesta estratégica de la izquierda para estas dos semanas.
			
				A dos semanas de las elecciones, es sintomático que las últimas esperanzas del oficialismo se sustenten no en la supuesta fortaleza de un proyecto político, sino en la dispersión opositora.
En efecto, hoy todas las encuestas advierten sobre las bajas opciones de la abanderada comunista, Jeannette Jara, en un eventual balotaje, ya sea que se enfrente a Evelyn Matthei o a José Antonio Kast (el último estudio de Criteria, previo a la veda de encuestas, la muestra perdiendo también ante Johannes Kaiser). Al mismo tiempo, sin embargo, esos sondeos anticipan que Jara, por una simple cuestión matemática -es la única carta oficialista en carrera-, será probablemente quien logre la primera mayoría relativa en la primera vuelta del próximo 16.
Pues bien, en ese contexto, el diseño oficialista apunta a lograr que la distancia entre Jara y quien llegue en segundo lugar sea la máxima posible, en la idea de construir una imagen de aparente triunfo, por más que la suma de las distintas cartas opositoras pueda incluso acercarse al 60%. La apuesta es, a partir de ello, generar un cambio de escenario que permita instalar la idea de que el balotaje es "otra elección" -un mantra que ya repiten varios de los dirigentes del oficialismo- y que la abanderada de izquierda llega a ella no como una postulante con mínimas opciones, sino como una carta competitiva. El apoyo del aparato gubernamental y la intensificación de campañas destinadas a sembrar miedo respecto de los candidatos de derecha (por ejemplo, instalando la idea de que supuestamente recortarían beneficios sociales) aparecen como elementos complementarios del mismo diseño, pero para que este tenga alguna opción de funcionar, será clave la referida imagen "ganadora" con que salga Jara de la primera vuelta.
Hay, por cierto, mucho de espejismo en esta estrategia, pero tal vez sea la única que le quepa sostener a un sector político que hoy aparece fuertemente castigado por la opinión pública. Elementos como el actual blackout de encuestas pueden serle además funcionales, al abrir amplio campo para la especulación: es probable que en estos días las redes sociales se vean inundadas con todo tipo de trascendidos sobre supuestos sondeos que agreguen confusión al escenario. Cómo manejar esto y mantener la competencia entre las distintas candidaturas opositoras dentro de parámetros que aseguren la confluencia de apoyos hacia quien pase al balotaje será, por lo mismo, un desafío clave para las fuerzas de derecha y centroderecha durante estas dos semanas. Uno que les exigirá contención y disciplina.
En cualquier caso, el hecho de que sean las divisiones opositoras el factor en el que cifra sus limitadas expectativas el oficialismo es la más clara medida del fracaso político del sector: después de cuatro años en el gobierno, más que un legado que pueda constituir un capital movilizador, solo queda apostar a la astucia para aprovechar los eventuales errores del adversario.