Lecciones para el sistema energético colombiano
Con frecuencia cito la fábula de la rana, esa que nos recuerda que si una rana cae en agua hirviendo, saltará de inmediato para salvarse
Con frecuencia cito la fábula de la rana, esa que nos recuerda que si una rana cae en agua hirviendo, saltará de inmediato para salvarse. Pero si la ponemos en agua fría y la calentamos lentamente, se quedará quieta hasta que sea demasiado tarde. Cada vez que pienso en el sector energético colombiano, me viene esa imagen a la cabeza: estamos en una olla que se calienta poco a poco, mientras los desafíos crecen y las decisiones se aplazan o, peor aún, se omiten. Colombia vive un momento decisivo. Aunque el país ha avanzado en la diversificación de su matriz, enfrenta un escenario crítico donde la falta de gas y las limitaciones en la infraestructura eléctrica podrían generar restricciones cada vez más graves. Durante décadas, los embalses han sido el seguro del sistema eléctrico, pero depender casi exclusivamente de la hidroelectricidad y confiar en que el clima nos acompañará no es sostenible. El fenómeno de El Niño nos recuerda lo vulnerables que seguimos siendo en un contexto de demanda creciente. El riesgo no está solo en la escasez, sino en la falta de agilidad para anticiparnos e impulsar los cambios regulatorios y los proyectos que garanticen la confiabilidad del sistema. Mientras algunos países aprendieron tras sufrir apagones, nosotros seguimos discutiendo de forma teórica, viendo cómo el margen de seguridad se reduce. El corto plazo exige medidas claras: acelerar la entrada de nuevos proyectos de generación, fortalecer las redes de transmisión, garantizar la estabilidad financiera del sistema y asegurar el suministro de gas. Paralelamente, se requiere una estrategia nacional de largo plazo que combine seguridad energética, tarifas competitivas y una matriz descarbonizada. Y eso solo será posible con grandes acuerdos y una política energética de Estado que trascienda a los gobiernos. Colombia tiene un enorme potencial para integrar soluciones que están transformando el sector a nivel global: energías renovables distribuidas, almacenamiento, gestión inteligente de la demanda o digitalización del sistema. El país cuenta con conocimiento técnico, recursos naturales y talento. Lo que falta es velocidad en la ejecución -especialmente en los trámites sociales y ambientales- y estabilidad en las reglas. Sin planificación y confianza regulatoria, el mercado no se moverá al ritmo que requiere la transición. La experiencia internacional lo demuestra: los apagones no ocurren por azar, sino por la acumulación de decisiones tardías. Cada año que se posterga la acción, "la temperatura del agua sube un poco más". Como optimista convencido, creo que aún estamos a tiempo de cambiar de rumbo. Esta coyuntura puede ser el punto de inflexión para construir una matriz más moderna, diversificada y resiliente si tomamos decisiones firmes, técnicas y oportunas. La energía no es solo un tema de kilovatios o moléculas; es la base del desarrollo, la competitividad y la confianza de un país. En un mundo donde la electrificación, la inteligencia artificial y la movilidad eléctrica crecen de forma exponencial, Colombia tiene todo para ser una potencia energética regional si actúa con visión. Pero si seguimos en debates improductivos, cuando queramos reaccionar, "el agua ya estará demasiado caliente". Es hora de saltar a tiempo. * Vicepresidente de Gestión de Negocios e Innovación - Grupo Energía Bogotá
Cuando el agua se calienta
Álvaro Villasante*