Domingo, 09 de Noviembre de 2025

Extrema sensibilidad

UruguayEl País, Uruguay 9 de noviembre de 2025

Enfrascados en sus historias, a los dirigentes politicos les cuesta entender que afuera, entre los votantes, hay otra visión de la realidad.

Si bien hay en Uruguay un periodismo de opinión y de análisis político que se expresa a través de notas y columnas en diversos medios y también en libros, existe la impresión de que entre sus leales y atentos lectores, no están los políticos, al menos no todos.

No es que esos analistas escriban para ellos. Al contrario, sienten que su tarea tiene sentido cuando anónimos lectores comentan un texto suyo. Sin embargo, entienden que su trabajo debería además ser un insumo útil para los políticos.

"Los políticos no leen", suele decirse maliciosamente, lo cual es una verdad a medias ya que algunos sí lo hacen y con atención. "No tienen tiempo para leer", agregan sus defensores pese a que hacerse tiempo para leer es parte de su trabajo.

Esta reflexión viene a cuento porque sería deseable que los políticos, casi como una necesidad, se hayan volcado al recién aparecido libro de Francisco Faig sobre la Coalición Republicana. Si bien el libro es un profundo y sólido análisis de la realidad política para argumentar en favor de la Coalición Republicana, no solo interesa a los partidos que forman esa alianza sino a todo el espectro nacional.

Al argumentar en favor de la Coalición, Faig hace un preciso análisis de la realidad nacional y del rol jugado por el Frente Amplio para modificar coordenadas que fueron aceptadas hasta 1973. El crecimiento del Frente y su capacidad de atraer a la mitad del electorado, cambió las reglas de juego, incidió en conductas, idiosincrasias y formas de hacer política que no eran comunes antes y afectó a los partidos fundacionales.

El libro se publica en un momento en que la discusión sobre como encaminar esa Coalición es fuerte y también confusa. No hay elecciones en el horizonte (recién serán en 2029) y por lo tanto el debate se puede procesar con franqueza, sin la presión de lo inmediato.

Pasada la gestión del anterior gobierno que funcionó gracias a una Coalición que se mantuvo hasta el último día y que luego volvió a apostar a un candidato común en la segunda vuelta de 2024, aquella consistencia empieza a crujir. Dar el paso decisivo (un único lema que acumule votos) asusta.

En lo regional, la Coalición funcionó en algunos departamentos con resultados auspiciosos. En otros departamentos el partido predominante (el Partido Nacional) prefirió ir solo confiado en que ganaría.

Eso implica emitir un mensaje complejo: donde tengo temor a perder hago la alianza, donde estoy seguro de ganar, me corto solo.

Lo paradójico es que aún no habiendo Coalición, algunos dirigentes colorados la forzaron, acordando a título personal con el candidato blanco. Tanto que se habla de si el Partido Colorado debería sancionar a quienes hicieron esos acuerdos e integraron listas departamentales blancas. O sea, forzaron una coalición donde formalmente se la rechazaba. Sancionar a pioneros resulta difícil de asimilar. Son los que se adelantaron a lo que un día será inevitable.

El dirigente del Partido Independiente Pablo Mieres, valoró en sus columnas de este diario, la importancia de que los tres partidos coordinen su actuación parlamentaria como un paso valioso.

A nivel nacional, empiezan a surgir dudas. En filas coloradas hay quienes hablan de una "fusión" a ser rechazada. Creen que en el futuro inmediato su partido recuperará la hegemonía que lo caracterizó durante buena parte del siglo XX.

Persiste en ambos partidos el temor a que acuerdos así, desdibujen sus respectivos perfiles e identidades. Hoy, con un Partido Nacional que pelea por mantenerse en el 30 por ciento del electorado y un Partido Colorado que celebra cuando de un consistente 12 por ciento sube unos cuatro o cinco puntos, la preocupación por la identidad pasa por otro lado.

Hace medio siglo, los dos ocupaban todo el espacio político del país. Ahora a duras penas pelean por defender esa escurridiza mitad que logran en cada elección.

Es difícil para dirigentes atrapados en sus rutinas, aceptar que la realidad cambió y que los parámetros válidos hasta hace poco, ya no se aplican. Aferrarse a lo conocido, aunque haya perdido vigencia, sigue siendo el reflejo más cómodo. Es no aceptar que aún en nuestro cansino país, las realidades cambian.

Basta pensar en las muchas cosas que sucedieron en nuestro tiempo de vida para entender que nada es rígido e inamovible.

El riguroso libro de Faig sirve entonces como disparador de una discusión que recién empieza y que transcurre en un terreno donde hay extrema sensibilidad.

Habrá muchas cosas para ajustar y espacios a respetar, pero el objetivo final es uno, y no debería ser eludido.

Enfrascados en sus historias y sus verdades, a veces les cuesta a algunos dirigentes entender que afuera, entre los votantes, hay otra visión de la realidad. La gente en la calle quiere votar a sus partidos, pero está convencida de que ese voto será eficaz si se vuelca dentro de la Coalición. A ellos hay que escuchar, no vaya ser que también los pierdan.


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