El dilema de los afectos
Al igual que la de los científicos, la misión de los filósofos y de los artistas consiste en sublimar las minucias que acontecen a todo ser humano en fórmulas abstractas de valor universal, noble tarea pero cuyo costo redunda en transformar lo que era accesible a cualquiera -el problema, naturalmente, no la solución-, en lenguajes a menudo encriptados en saberes que, cual tesoro de un capitán pirata, quedan ocultos a los simples marineros que deben continuar luchando para sobrevivir
Al igual que la de los científicos, la misión de los filósofos y de los artistas consiste en sublimar las minucias que acontecen a todo ser humano en fórmulas abstractas de valor universal, noble tarea pero cuyo costo redunda en transformar lo que era accesible a cualquiera -el problema, naturalmente, no la solución-, en lenguajes a menudo encriptados en saberes que, cual tesoro de un capitán pirata, quedan ocultos a los simples marineros que deben continuar luchando para sobrevivir.
Por ejemplo, los dilemas que suscitan algo tan cotidiano pero esencial como los afectos, han sido tratados desde Platón hasta nuestro tiempo en arduas teorías, al igual que grandes artistas como Shakespeare en Hamlet , han planteado disyuntivas eternas aunque herméticas.
Se requiere, entonces, de audaces y diestros centauros del pensamiento y del arte, es decir mitad filósofos y poetas y mitad gente ordinaria, para mediar entre dioses y mortales, acometer la búsqueda de aquellos tesoros y regresarlos por un camino inverso, es decir, desde aquellas arcanas recetas hasta las mesas de atribulados parroquianos.
Entretanto, los simples humanos continuamos enfrentándonos ciegos e ignorantes como éramos antes de Prometeo, a los embates diarios de los dilemas que plantean esos afectos esenciales en nuestra convivencia y decisivos para nuestra felicidad.
En esa compleja trama de sentimientos en la que se desarrolla diariamente nuestra existencia, impera un dilema con el cual debemos enfrentarnos a cada paso y que constituye una fuente recurrente de conflictos a los que sorteamos con relativa atención y precaria intuición, pero que produce efectos sustantivos en nuestras vidas.
Se trata de lo que podría denominarse "el dilema de los afectos" que consiste en que asiduamente debemos decidir cómo reaccionar cuando un ser querido actúa de modo que juzgamos perjudicial para él, pero que a la vez comprendemos que nuestra advertencia podría ser mal interpretada y dañar ese vínculo. ¿Quién podría eludir este dilema en su diaria relación con una pareja, un hijo o un amigo? Lo mismo ocurre en sentido inverso. ¿Quién no ha recibido de ellos una advertencia incómoda o un silencio prudente de quien, por afecto, teme ofendernos? ¿Qué amor, amistad o familia resistiría enfrentarse a opiniones adversas por bien intencionadas que fuesen? ¿Es preferible callar un error previsible o pronunciar un consejo ofensivo? La vida está plagada de esta espinosa clase de dilemas.
Recuerdo que cuando una prestigiosa intelectual y querida amiga fue persuadida , aprovechando sus días postreros, para publicar una abstrusa hipótesis histórica, me faltó el coraje para advertirle del error en que se había empeñado, pues arriesgaba nuestra amistad.
El flamante film 27 noches , referido al caso verídico de una conocida pintora y mecenas que derivó en un escándalo judicial por el control de sus parientes sobre su fortuna aduciendo insania -más allá de las verdaderas intenciones del caso-, plantea de forma extrema el dramático dilema de cómo proteger de sí mismos a seres amados sin dañarlos u ofenderlos.
Este dilema se repite a menudo no sólo en ámbitos privados, sino también sociales y políticos , como fue notorio durante el frustrado intento de reelección del presidente Macri, cuando una parte del electorado que lo apreciaba prefirió señalarle sus errores con un voto castigo a costa de dañar a todos.
La moraleja podría ser que no existen recetas sencillas para este compleja clase de dilemas, pero que no deben ser tomados a la ligera sino considerados meticulosamente, pues son decisivos para el destino de nuestro entorno y de nuestro país.
Diplomático de carrera y doctor en Ciencias Políticas