Hay que defender al café
Mientras Brasil y Vietnam avanzan en negociaciones bilaterales con Estados Unidos para eliminar los aranceles al café, Colombia permanece en una preocupante pausa
Mientras Brasil y Vietnam avanzan en negociaciones bilaterales con Estados Unidos para eliminar los aranceles al café, Colombia permanece en una preocupante pausa. La falta de claridad, estrategia y acción por parte del Gobierno frente a este tema -sólo se limita a decir que todo está bajo confidencialidad-, pone en riesgo la competitividad del sector cafetero y amenaza directamente los ingresos de más de 550.000 familias que dependen de esta actividad en más de 600 municipios del país. En la reciente Cumbre Cafetera, gremios como Asoexport y Analdex fueron contundentes, al alertar sobre el rezago en las negociaciones arancelarias. Aunque el país fue habilitado desde septiembre para optar por el arancel cero, las conversaciones se han paralizado, aparentemente por el cierre administrativo en el gobierno federal. Sin embargo, otros países siguen negociando, lo que evidencia que el problema no es externo, sino interno: falta de gestión, liderazgo y voluntad política. Brasil, que enfrenta un arancel del 50%, y Vietnam, con 20%, ya están en mesas de negociación con Washington. Si estos países logran un trato preferencial y Colombia se mantiene conforme con el 10% que le impusieron, el impacto será devastador. No se trata solo de perder competitividad; se trata de perder mercado. EE. UU. representa alrededor del 40% de las exportaciones cafeteras colombianas. Quedar rezagados frente a competidores más agresivos y organizados sería un error estratégico de enormes proporciones. En negociaciones anteriores, el sector privado era parte activa del proceso, pero esta vez se le mantiene al margen, lo que limita la capacidad técnica y estratégica del país para defender sus intereses. Por ejemplo, la Federación Nacional de Cafeteros ha hecho esfuerzos con diálogo directo con el congreso de EE. UU., que hasta ahora han dado resultados y han evitado acciones contra Colombia. La Federación representa a quienes invierten, generan empleo y sostienen la economía en sus regiones. Lo mínimo es que el Gobierno los escuche, como ha sido tradición. El Estado vive de la prosperidad que ellos producen, y ellos dependen de la estabilidad que el Estado garantice. Aunque hay un mecanismo para ajustar estas tasas mediante negociaciones bilaterales, el gobierno colombiano parece no tener una hoja de ruta clara, desde el Ministerio de Comercio, para aprovecharlo. La respuesta del Estado debe ser inmediata y contundente. Primero, se requiere activar una diplomacia comercial efectiva, con participación del sector privado, gremios y expertos. Segundo, es urgente establecer una estrategia de negociación con Estados Unidos que contemple argumentos sólidos: Colombia no compite con producción local, genera empleo en ambos países y ofrece trazabilidad y sostenibilidad. Tercero, fortalecer la institucionalidad exportadora, con recursos, formación y apoyo logístico para enfrentar los retos de infraestructura, seguridad y formalización en las zonas cafeteras. El café colombiano ha sido históricamente un símbolo de calidad y orgullo nacional, reconocidos mundialmente. Hoy, más que nunca, se necesita una defensa decidida en los escenarios internacionales. No basta con esperar que el contexto cambie. Hay que actuar. Porque si Brasil, Vietnam, Perú y Honduras logran el 0% y Colombia se queda en 10%, no será solo una derrota comercial. Será una derrota política, institucional y social. Ser el 22% de las exportaciones, el 18,7% del PIB agrícola y haber generado ingresos por $25 billones en el último año demuestran que es una obligación defender al café.