La siembra del Maestro
En la carta del maestro Martínez nos encontramos con la pedagogía de la fortaleza.
Entre reclamos presupuestales y noticias policiales macabras, Montevideo Portal divulgó el gesto de un maestro rural, que, en los confines de la patria, le regaló su bicicleta a un alumno que se ilusionaba con que sus padres le compraran una igual.
Ocurrió en el paraje de Paguero, a orillas del arroyo Cuaró Chico, Artigas. Allí, en la Escuela Rural n° 11, su único maestro, Rodrigo Martínez, decidió realizar el sueño de Alan Pereira, discípulo aplicado que en el año sólo faltó cuando se lo impuso alguna crecida. Con la bicicleta entregó una carta cuyo mensaje sobrepasa la donación y la circunstancia de los protagonistas.
"Hoy quiero regalarte algo más que una bicicleta. Quiero regalarte un mensaje: vos podés llegar lejos, mucho más lejos de lo que imaginás. Esta bicicleta me acompañó en caminos difíciles, en días de cansancio y en momentos de alegría. Cada vez que pedaleé aprendí algo. Cuando uno sigue, aunque cueste, siempre llega más lejos.
Por eso te la doy a vos. Porque cada día veo cómo intentás, cómo te esforzás, cómo aprendés y cómo nunca te rendís. Vos tenés una fuerza especial de esas que hacen que una persona crezca y logre cosas increíbles.
Cada vez que subas a esta bici, quiero que recuerdes algo: siempre podés dar un pedaleo más, incluso cuando parezca difícil. Cada pedaleo es un paso hacia tus sueños. En cada enseñanza que te dejo, sigo acompañándote. Una parte de mí queda con vos. Confío en vos. Creo en vos. Y estoy seguro de que vas a llegar muy lejos en la vida. Disfrutala, cuidala y sobre todo, seguí avanzando. El mundo tiene muchos caminos esperándote. Con todo cariño, tu maestro: Rodrigo Martínez"
Este mensaje es mucho más que un éxito liviano y transitorio en las redes sociales. Este mensaje se dirige al fondo de la conciencia.
En ese fondo de la conciencia nos palpita el mandamiento de luchar y esforzarnos más allá de nuestras fuerzas, en vez de resignarnos más acá de nuestras posibilidades. Allí vibra la humana certidumbre de que hay amores y valores que, por ser incondicionados, no dependen del cálculo de probabilidades, las mediciones o las encuestas. Y allí volvemos a escuchar la voz firme del docente que nos formó en tiempos en que transitábamos de la niñez a la puericia: mi maestra de sexto de escuela se llamaba Sofía Halty y llamaba a la superación, porque no nos entregaba al determinismo de visiones miopes y materialistas y nos inculcaba una mezcla de deber y esperanza.
Sí, en la carta del maestro Martínez nos encontramos con la pedagogía de la fortaleza, que llama a ascender hasta con sacrifico y estoicismo. Todo lo contrario de unos psicólogos que declaran ansiógenas las incertidumbres presupuestales y por eso suspenden los exámenes y aprueban a todos al barrer. Hemos olvidado que en las mejores épocas del Uruguay, se fortalecía a la persona como proyecto de sí misma, en vez de debilitarla explicándole que es el producto predeterminado por sus circunstancias, ocultándole el valor de la voluntad ante lo molesto, lo difícil y lo que parece imposible.
La pobreza doctrinaria y la desorientación en que tenemos sumida a una enorme porción de la ciudadanía debe llamarnos a reconstruir el cultivo del espíritu, no sólo como mente inquieta sino como voluntad robusta. Que, por encima de divergencias, eso es lo que necesitamos.