El actor con varias décadas en cine, teatro y televisión se presenta el 4 de diciembre en el teatro Stella junto a Marta González con la comedia "Negociemos: una historia de amor".
Se conocen desde chicos, aunque hace 25 años que no trabajaban juntos. "Así que feliz y contento", dice Rodolfo Ranni sobre Marta González, su compañera en la obra Negociemos.
Nacido en Italia y con una carrera que es casi un mapa del espectáculo argentino desde mediados de los cincuenta, Rodolfo Ranni se convirtió en un todoterreno que pasó por cine, teatro y televisión. A sus 88 años ha dejado una marca indeleble con personajes como Arturo, de Los machos, Octavio Capogrecco, de Herederos de una venganza, y Benito Galván de El marginal, entre muchos más. Porque si hay algo que define a Ranni es su versatilidad.
Negociemos: una historia de amor, es la comedia escrita por Alicia Muñoz y dirigida por Ernesto Medela que lo trae de regreso a Montevideo, el 4 de diciembre al Teatro Stella (entradas por Redtickets).
Allí interpreta a Miguel y González a Amalia; la obra se centra en el encuentro de estos personajes en una plaza.
Sentado en un hotel montevideano y luego de una larga jornada de entrevistas, Ranni comenta que le gusta mucho hacer gira y llevar el teatro a la gente. "Y si no hay una sala en el pueblo, la hacemos en una canchita. Ahora nos vamos a Córdoba, un día a Carlos Paz y el resto a pueblitos", dice.
Siempre se ha movido entre lo popular y proyectos más experimentales. ¿Tiene algún criterio para elegir? Lo que venga. Hago todo. Porque nunca soñé con ningún personaje u obra en particular. Me encantaría hacer La muerte de un viajante, pero si no la hago, no voy a morir frustrado.
Empezó en el cine en 1958 con Una cita con la vida, de Hugo del Carril, donde también debutó Graciela Borges. Sí, ahí debutamos varios. Fue una película que marcó una generación, porque en ese entonces el cine estaba frenado, Hugo volvía de Cuba e hizo esa película. Desde entonces no paré más.
También actuó con Del Carril, y con figuras como Sandrini y Tita Merello. ¿Cómo era ser un chiquilín rodeado de esas leyendas? Sí, eran leyendas. Tuve la fortuna de trabajar con los más grandes. En esa época no existían las clases de teatro. Uno aprendía trabajando, mirando, y tuve la fortuna de laburar con todos. Yo venía de la televisión y tenía que luchar con los prejuicios, porque en ese momento no era bien visto ser actor de televisión.
¿Cuándo sintió que usted se convertía en referente para nuevas generaciones? En ese aspecto soy bastante atípico porque yo laburo y me voy a mi casa. Tengo una vida familiar muy particular, cuando mis hijos eran chicos yo solo me iba a trabajar. Nunca hablé de mi trabajo en casa. Entonces, socialmente no viví la profesión. Tengo una chacra de hace muchos años, y cuando no laburaba estaba con las gallinas y los chanchos.
Muy lejos del glamour que uno piensa del actor. Totalmente. Yo soy un campesino que labura de actor.
Fue pionero al interpretar un personaje gay en televisión. ¿Sentía que estaba haciendo cosas jugadas? No, siempre tuve el criterio de hacer varias cosas distintas al mismo tiempo, porque no creo en la especialización. Uno tiene que hacer. Mirá a Marcello Mastroianni. Hizo de todo.
Usted también vivió la explosión de la ficción en televisión e hizo éxitos como Zona de riesgo, Matrimonios y algo más y, más recientemente, El Marginal y Coppola. ¿Cómo ha visto la evolución de la televisión? Hoy no está bien la cosa. Hay muchos actores sin laburo y las plataformas se están aprovechando, porque te dicen: "hay esto", y si no lo querés hay una fila larga de primeras figuras esperando. Hay actores que trabajan de Uber. Le he preguntado a productores por qué no hacen una ficción, y dicen que no dan los costos. Por suerte nos queda el teatro.
¿Es el refugio que queda? Sí. Lo que se hizo fue una parábola y volvemos al principio de nuestro laburo: el teatro.
Está muy activo. Este año vino a Montevideo con Graciela Pal y la obra La noche de la basura, y también estuvo en el cine con Mazel Tov, de Adrián Suar. Sí, Adrián me convocó y somos amigos. Los conozco desde chico, imaginate. Me gustó que me haya convocado y me encantó hacerlo. Es una satisfacción inmensa porque nunca me había pasado, y tengo 57 películas estrenadas, que terminé la escena y me aplaudió todo el estudio. Es una gran satisfacción. Cómo será que nunca voy a un estreno, y a este fui.
¿Y suele verse después de grabar? Por lo general no, porque cuando uno se ve dice: ¿por qué no habré hecho tal otra cosa?, ¿por qué lo hice así? Incluso cuando dicen "corte" y me preguntan si quiero ver la escena, no quiero. Si le gustó al director, me sirve.
Ahora vuelve a Montevideo con Marta González. Sí, vengo con Marta haciendo esto que estamos contentísimos porque la gente se ríe mucho, se emociona y nosotros la pasamos bien. A esta altura, es lo que importa.
Si le pregunto por un rol en su carrera, ¿qué le viene a la mente? No me viene nada, porque ya pasó. Son cosas que ya hiciste. Y las anécdotas que uno hace las ven los demás. A veces me dicen: "¿te acordás cuando dijiste tal cosa?", y la verdad que no. Porque las anécdotas son para los otros. Uno no las inventa, sino sería un pelotudo.
¿Qué lo motiva hoy a seguir actuando? Es lo mío. No puedo no actuar. Por ahí un abogado quiere jubilarse y lo hace. Si hubiese sido gerente de banco como quería mi mamá, ahora estaría cobrando una jubilación. Pero un actor no se puede jubilar. Es más, si estoy dos o tres meses sin trabajar, me pongo mal. Porque además uno necesita laburar. La gente fantasea que los actores somos todos millonarios. Ojalá.
Y eso que ha trabajado... Sí, pero también he vivido. Y hay que pagar las cosas. Tengo cuatro hijas y tres matrimonios. Gracias a Dios he laburado, porque con eso mis hijas han viajado, y le compré una casa a cada una. El otro día me dice una: "papá, llegó la luz, son 300 mil pesos", y no había ganado ni 200 con la gira. La gente fantasea mucho.
Así que no se viste de Gucci para ir al súper. Mirá, los otros días fui a la carnicería. Estaba de alpargatas, short y remera, y había dos señoras adelante mío. Una me ve y le dice a la otra: "mirá, es Ranni". La otra me mira de arriba abajo y dice: "¿Qué va a ser Ranni?". La gente piensa que uno va a la carnicería de smoking.