Poderoso gesto político de Frei
La señal es relevante, no tanto por el impacto electoral que pueda tener, cuestión siempre difícil de dimensionar, sino por su significado político
Una señal poderosa es la que dio el expresidente Eduardo Frei Ruiz-Tagle al haber recibido el lunes en su casa al candidato presidencial republicano, José Antonio Kast. El exmandatario evitó entregar un apoyo explícito a Kast, pero la fuerza política del gesto y la declaración pública que ayer difundió no admiten espacio a dudas. "Pude constatar que coincidimos en los temas esenciales en este momento para nuestro país", afirmó el ex jefe de Estado. Ello, tras "una conversación franca y profunda sobre los graves problemas que hoy nos afectan, y la urgencia de generar acciones que resuelvan las necesidades que afectan a todos los chilenos". Difícil ser más claro. Y más aún considerando que antes, en agosto, él mismo había manifestado su "consternación" ante la decisión de su partido de toda la vida, la Democracia Cristiana, de apoyar a la postulante comunista, Jeannette Jara.
El paso ahora dado por Frei es relevante, no tanto por el impacto electoral que pueda tener, cuestión siempre difícil de dimensionar, sino por su significado político. Durante esta campaña se ha pretendido desde sectores de izquierda deslegitimar la opción de Kast recurriendo al consabido mote del "ultraderechismo" y hasta presentándolo como un supuesto "peligro" para la democracia. El gesto de Frei, figura clave de la antigua Concertación, de impecable trayectoria democrática y ejemplar compromiso público, pone en evidencia el sinsentido de tales descalificaciones. "Pese a que, como todos saben, venimos de posiciones políticas distintas y hemos tenido diferentes posturas en muchos temas, nos encontramos en un momento crucial en el que el país requiere unidad", ha zanjado el expresidente, confirmando así que esta elección no se definirá en torno a antiguos clivajes, sino en la capacidad para enfrentar los graves problemas y urgencias que apremian hoy al país. Frente a ello, los esfuerzos de la postulante comunista por revestir su candidatura con ropajes de centroizquierda, modificando su discurso e intentando atraer nombres de esa línea, quedan reducidos a la condición de un empeño infructuoso.
No es sorprendente la molestia con que ha reaccionado el presidente de la Democracia Cristiana, el senador Francisco Huenchumilla, quien incluso dejó abierta la posibilidad de que la colectividad expulse al único expresidente que milita en sus filas (ya ayer algunos dirigentes llevaron el caso al Tribunal Supremo). Y es que, en momentos en que la DC celebra haber logrado la supervivencia gracias a una muy favorable negociación parlamentaria antes que a su escuálida votación (4,2%), la figura de Frei viene a recordarle cuál fue el precio que pagó: renegar de su historia y entregarle su apoyo a la abanderada del comunismo, la ideología a la que el falangismo había confrontado desde sus inicios por su carácter totalitario, incompatible con los valores democráticos y cristianos que configuraban su ideario. Precisamente cuando hace meses la colectividad dio ese paso, el exmandatario describió certeramente lo que estaba ocurriendo. Su partido, dijo entonces, "tomó una decisión que traiciona los principios que lo formaron". Un juicio compartido por las organizaciones democratacristianas internacionales, que suspendieron la participación en ellas de la colectividad chilena.
Esa vez la dirigencia también se molestó, pero, en medio de una campaña parlamentaria, no actuó contra su militante más destacado. Hoy, cuando el gesto de Frei viene a incomodar sus festejos, la mesa falangista enciende alertas y arremete. "Lesiona la memoria histórica del Presidente Frei Montalva, que es el padre del exmandatario. Lesiona la memoria histórica de la Democracia Cristiana", fueron las palabras de Huenchumilla para calificar lo obrado por el exgobernante. El recién reelecto senador pareció no reparar en la inmensa ironía de su acusación, habiendo sido él mismo uno de los ideólogos del pacto con el oficialismo y de la decisión de apoyar a la candidata comunista a cambio de asegurar unos cuantos cupos. Porque, más allá de resultados electorales, ¿no ha sido esa una de las más graves afrentas que la DC ha infligido a su propia dignidad como partido político?