Jueves, 27 de Noviembre de 2025

COP30: El "mutirão" global o el fracaso colectivo

ChileEl Mercurio, Chile 27 de noviembre de 2025

La COP30 en Belém dejó en evidencia una tensión que ya es estructural en la gobernanza climática: avanzamos, pero muy por debajo del ritmo que exige la ciencia

La COP30 en Belém dejó en evidencia una tensión que ya es estructural en la gobernanza climática: avanzamos, pero muy por debajo del ritmo que exige la ciencia. Que los países hayan acordado triplicar el financiamiento para la adaptación y fortalecer mecanismos de resiliencia es positivo y era urgente; también lo es que la Amazonía haya sido reconocida como infraestructura crítica para la estabilidad climática del planeta. Pero el hecho de que la cumbre no lograra un compromiso claro y vinculante para la eliminación progresiva de los combustibles fósiles demuestra que la política internacional sigue atrapada entre promesas y límites autoimpuestos. Belém confirmó algo incómodo: incluso en la primera COP amazónica, la ambición colectiva continúa lejos del tamaño del problema.
2024 dejó un hito decisivo: fue la primera vez que la temperatura global superó el umbral de 1,5 °C respecto de la era preindustrial. Ese cruce, anticipado por la ciencia, cerró la era de los diagnósticos y abrió la de las consecuencias. Por eso la COP30 fue llamada la "COP de la implementación", porque ya no hay margen para declaraciones aspiracionales; lo que cuenta es acción a escala.
En este escenario, Latinoamérica tiene la posibilidad inédita de reposicionarse como potencia en soluciones para la crisis climática. La sociobiodiversidad que recorre Perú, Ecuador, Colombia, Venezuela y Brasil es un laboratorio vivo de soluciones basadas en la naturaleza, al igual que los bosques nativos del sur de Chile. La sociobiodiversidad latinoamericana (integración virtuosa entre naturaleza y culturas tradicionales) es uno de los mayores activos estratégicos del planeta. Pero su potencial solo se cumplirá si la biodiversidad deja de verse como un pasivo a proteger y se convierte en motor de un desarrollo regenerativo, una economía que genere riqueza manteniendo la selva y los bosques en pie.
Natura ha demostrado, durante 25 años de operación en la Amazonía, que ese modelo no solo es posible sino también rentable. Nuestra estrategia combina dos fuerzas: fortalecer la oferta, apoyando a comunidades que producen insumos nativos de forma sostenible; y construir demanda mediante ciencia e innovación, creando productos que multiplican la riqueza de la biodiversidad.
Si queremos evitar un colapso climático, debemos actuar como una comunidad global
Pero la bioeconomía enfrenta barreras estructurales que ningún actor resolverá solo. Por eso los organizadores de la COP30 hablaron del "mutirão", esa palabra tan brasileña que expresa la colaboración colectiva. Es, en realidad, un ultimátum: si queremos evitar un colapso climático, debemos actuar como una comunidad global.
Esto requiere movilizar financiamiento para reducir riesgos y destrabar el billón de dólares pendiente para la acción climática. También exige impulsar innovación desde nuestros territorios; desde la Amazonía, desde el sur del continente integrando los servicios ecosistémicos de la Patagonia con el cuidado de glaciares y hielos continentales, hasta los modelos de desarrollo en colaboración con las comunidades locales. Esto demanda nuevas métricas de éxito, como el Balance Integrado (IP&L), que revela el valor real que genera un negocio al medir impactos sociales y ambientales.
Para Chile, este debate es inmediato. Entre la sequía estructural, los incendios y las lluvias cada vez más erráticas, la salud de la Amazonía influye directamente en nuestro clima. Del Bosque Valdiviano a la Patagonia, pasando por los ecosistemas de la zona central, Chile tiene la oportunidad y la necesidad de avanzar hacia un desarrollo basado en la biodiversidad y no en su agotamiento.
Para lograrlo, se debe evolucionar desde un modelo de desarrollo puramente extractivista que marcó el siglo XX. Innovar con biodiversidad local, distribuir riqueza con las comunidades que resguardan los ecosistemas y adoptar modelos de simbiosis industrial.
La primera COP amazónica será recordada no por sus discursos, sino por lo que hagamos después. La respuesta a cómo salvar la selva es también la respuesta a cómo construir una economía que funcione para todos. Si el mundo no logra unirse en este esfuerzo colectivo, el fracaso no será diplomático, será civilizatorio.
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