Lunes, 01 de Diciembre de 2025

Nicolás Gadano: "Me parece que el cepo se prolongó demasiado en la Argentina"

ArgentinaLa Nación, Argentina 28 de noviembre de 2025

Estudió Economía en la Universidad de Buenos Aires y tiene un máster por la Universidad Di Tella (UTDT); fue subsecretario de Presupuesto, economista senior de YPF, jefe de Gabinete del Ministerio de Economía y gerente general del Banco Central; actualmente es economista jefe de la consultora Empiria En un contexto económico más estable tras las elecciones, Nicolás Gadano , economista de la consultora Empiria, analiza los avances y las deudas pendientes del programa económico

Estudió Economía en la Universidad de Buenos Aires y tiene un máster por la Universidad Di Tella (UTDT); fue subsecretario de Presupuesto, economista senior de YPF, jefe de Gabinete del Ministerio de Economía y gerente general del Banco Central; actualmente es economista jefe de la consultora Empiria



En un contexto económico más estable tras las elecciones, Nicolás Gadano , economista de la consultora Empiria, analiza los avances y las deudas pendientes del programa económico. Destaca que el resultado electoral fortaleció la continuidad del rumbo oficial y generó una mejora inmediata en los mercados, pero advierte que persisten desafíos estructurales, especialmente el prolongado cepo cambiario para empresas.

-¿Cómo ve la situación económica?

-Hay una sensación real y justificada de que, más allá de las preferencias políticas, el resultado electoral fue muy positivo para el programa económico. Recordemos que existían expectativas de una derrota muy fuerte del Gobierno; por eso, el apoyo logrado, aun después de haber aplicado en la primera mitad del mandato ajustes con un impacto significativo sobre la población, es un dato favorable para la continuidad del programa. Eso se reflejó de inmediato en una baja del riesgo país, una caída en las tasas de interés y mayor tranquilidad en el mercado cambiario. Todo eso es positivo y es tangible. Después, siguen presentes problemas que ya venían de antes, y creo que el Gobierno tampoco ha dado todavía señales claras de cómo planea enfrentar ciertos desafíos. Uno de los más importantes —y que también se vincula con el sector energético— es el cepo cambiario. Me parece que el cepo se prolongó demasiado en la Argentina. Hubo una idea de que se había levantado, pero en realidad se flexibilizó solo para individuos, no para empresas. Cualquier multinacional sigue viviendo una situación muy anormal en el país respecto de sus vínculos financieros con el resto del mundo y con su casa matriz.

-¿Por qué cree que el Gobierno no levantó el cepo para las empresas?

-El Gobierno fue muy prudente en su momento, y esa cautela le dio resultados. Mi impresión es que, si existe una oportunidad para completar ese proceso, es ahora: hay dos años por delante antes de la próxima elección, un contexto relativamente favorable y, además, hubo una dolarización excesiva generada en la previa electoral. Si miramos lo que hizo el Gobierno en abril, avanzó en dos direcciones correctas. Por un lado, otorgó más flexibilidad a la política cambiaria: pasamos del crawling peg a un sistema de bandas, que resultó bastante útil para permitir un movimiento más natural del tipo de cambio. Por otro lado, avanzó en una eliminación parcial del cepo, aunque muy orientada a individuos y poco a empresas. Tiendo a pensar que el Gobierno va a continuar por esos dos frentes: mayor flexibilidad cambiaria y una profundización en el levantamiento del cepo. Además, en estos meses posteriores a las elecciones, con esta relativa calma cambiaria, con stocks dolarizados que pueden pesificarse, y con un hito importante como el reingreso del Gobierno al mercado de capitales —al que las empresas también acceden—, es un buen momento para hacerlo. Nicolás Gadano: "El programa económico ganó respaldo, pero quedan desafíos clave"

-¿Por qué?

-Porque los beneficios superan ampliamente los costos eventuales. Es cierto que siempre existe el temor a una dolarización fuerte cuando se levantan restricciones: hay muchas compañías que hace años no giran dividendos, y aunque existió la opción del Bopreal y hoy está la expectativa de que podrán hacerlo más adelante, si se libera de golpe podría haber un movimiento inicial. Pero para la etapa que viene, en la que necesitamos mucha inversión en sectores de capital intensivo, especialmente inversión extranjera directa, el cepo actual —incluso con el RIGI— no es compatible. Por lo tanto, pienso que deberían avanzar, y que lo harán en el corto plazo, con un esquema más o menos gradual, pero con la conciencia de que es un hito ineludible.

-¿Cree que el Gobierno se está demorando en quitar el cepo?

-Es difícil saberlo, porque acá estaba en juego la estabilidad: la inflación, la volatilidad del tipo de cambio. Pero sí, tendería a pensar que, si no lo resuelven pronto, será evidente que la demora fue excesiva, porque la economía sufre por tener el cepo, especialmente en lo que respecta a la inversión, el crecimiento del PBI y el empleo. Y son esos factores los que permitirán que la sociedad vea los resultados de un programa de estabilización más allá de la baja de la inflación.

-Con un tipo de cambio mayorista que cotiza a solo 6% del techo de la banda, ¿eso no limita el margen de maniobra que tiene el Gobierno respecto del cepo?

-Probablemente sí. Por eso digo que los dos aspectos —la flexibilidad cambiaria y el levantamiento del cepo— deberían ir de la mano. Si se mantiene el techo donde está y hay mayor flexibilidad, puede ocurrir que el tipo de cambio se mueva hacia arriba, toque el límite superior de la banda y obligue al Banco Central a intervenir. Por eso, es necesario un enfoque integral: avanzar en la eliminación de las restricciones del cepo y, al mismo tiempo, definir una política cambiaria que no implique que el Gobierno termine defendiendo una cotización que resulte demasiado baja. Nicolás Gadano: "Flexibilizar el tipo de cambio y levantar el cepo deben ir juntos"

-¿Hasta cuándo dura este momento propicio para flexibilizar el esquema de bandas?

-Este es el momento, cuanto antes. Porque, aun si en el corto plazo hubiera algún ajuste y el tipo de cambio se acomodara a un nivel levemente superior, ya vimos que el traslado a precios está en mínimos históricos y que los formadores de precios no reaccionan con remarcaciones automáticas. Por lo tanto, el costo potencial es relativamente bajo, y es precisamente ahora —sin elecciones ni tensiones políticas inmediatas— cuando conviene asumirlo. Es lo que necesita la Argentina para consolidar un programa económico que no solo reduzca la inflación, sino que también habilite una economía que vuelva a invertir y a crecer.

-Mencionaba recién el bajo traslado a precios. ¿Cuál fue el mérito del Gobierno para que eso ocurra?

-El superávit fiscal y, ligado a eso, la ausencia de monetización del déficit. Recuerdo una devaluación durante la gestión económica de Massa que se trasladó de inmediato a precios, y la depreciación real se evaporó rápidamente. Pero en ese momento la economía recibía de manera sistemática miles de millones de pesos sin respaldo. En ese contexto, con ese combustible monetario, la depreciación real se pierde enseguida. Hoy hay una política monetaria mucho más prudente. Además, la economía atravesó —y en parte sigue atravesando— una recesión. Muchas empresas, comercios y formadores de precios aprendieron en 2024 que no podían seguir con la lógica de "se mueve el dólar, remarco", porque quedaron con precios demasiado altos, sin ventas y con problemas. Hay un mérito del Gobierno en sostener una política fiscal y monetaria más razonable, y eso también va generando un aprendizaje en los agentes económicos, que empiezan a dejar atrás esa idea automática de que si se mueve el dólar se mueve todo, algo que no debería ser así. Desde abril, lo que hubo fue una mejora del tipo de cambio real: los bienes más vinculados al comercio exterior, exportables e importables, mejoraron su precio relativo frente a otros que no tenían por qué ajustarse.

-Las últimas crisis en la Argentina ocurrieron porque la economía empezaba a crecer y se quedaba sin dólares. ¿Eso puede volver a pasar o sectores como energía y minería podrán aportar las divisas que históricamente faltaron?

-En general, esos faltantes de dólares —el déficit de cuenta corriente— surgían porque la Argentina no generaba las divisas que necesitaba y eso respondía a los llamados déficits gemelos: un déficit fiscal financiado con dólares del exterior. Eso ya no ocurre. De hecho, a comienzos de año empezamos a ver un déficit de cuenta corriente más bien privado: muchos viajes al exterior, importaciones de bienes de consumo muy altas. Eso cambió bastante en los últimos meses. Si uno mira las importaciones, ya no se observa aquella tendencia tan creciente, en parte porque el tipo de cambio se ajustó. No me preocupa tanto que exista un pequeño déficit de cuenta corriente privado financiado con fondos del exterior o con los propios dólares que tienen los argentinos afuera. Por supuesto, eso plantea desafíos microeconómicos para algunos sectores. Porque si los dólares comienzan a entrar —y ya está pasando— desde petróleo, gas y minería para financiar los proyectos de inversión, ese proceso puede generar un tipo de cambio de equilibrio que deje a otros sectores —menos productivos en una situación de menor competitividad. Algo que cierra macroeconómicamente plantea luego el desafío de cómo se reestructura la economía: sectores que pueden perder empleo, otros que tal vez no puedan absorberlo porque son intensivos en capital, y además porque se trata de trabajadores provenientes de industrias distintas. Nicolás Gadano dice que el próximo paso clave para consolidar la estabilidad será recuperar el crédito voluntario y dejar atrás los préstamos excepcionales del FMI y de Estados Unidos

-El Gobierno sostiene que la reforma tributaria y laboral puede ayudar a reducir los costos de los sectores menos competitivos. ¿Eso alcanza?

-Algo ayuda. Esos sectores, como todos, enfrentan una carga impositiva muy alta, incluida la que aplican las provincias; si una empresa es formal y paga todo, la presión es enorme. En lo laboral, lo que más preocupa —por lo que escucho— es la litigiosidad y los pasivos contingentes asociados a juicios laborales. Eso a las empresas medianas y chicas las asusta muchísimo a la hora de contratar: pueden estar bien y, de golpe, aparecer un pasivo que las puede hacer caer. Entonces, sí, son áreas donde se puede mejorar en el margen. En lo impositivo, el problema es que no hay demasiado espacio fiscal para bajar impuestos desde el Estado. El resultado primario previsto en el Presupuesto 2026 es bastante ajustado; no sobra nada. La reducción de tributos distorsivos, como el impuesto al cheque, las retenciones o incluso ciertas alícuotas, será lenta si se quiere mantener el equilibrio fiscal. Y sería un error que el Gobierno apostara a que bajar impuestos aceleraría tanto el crecimiento que permitiría compensar la recaudación perdida. Si yo estuviera ahí, sería tan cauteloso como ha sido el Gobierno hasta ahora: asegurar el ancla fiscal y, si luego se recauda más porque la economía crece, destinar eso a reducir impuestos, no a expandir el gasto.

-¿Cómo imagina el año 2026?

-Un año de crecimiento, aunque no un crecimiento extraordinario. Pero es muy importante, porque la Argentina viene de un patrón de muchos años: crece un año, cae el siguiente. Nosotros proyectamos que 2026 y 2027 pueden ser años de expansión. Es decir, por primera vez en mucho tiempo, podría haber un trienio con tres años consecutivos de crecimiento. Si eso ocurre, romperíamos con 15 años de estancamiento, con un PBI per cápita que viene cayendo. No soluciona todo, pero marca un punto de partida distinto para encarar los desafíos de empleo, competitividad y reducción de la pobreza. Ojalá que el Gobierno complete los hitos macro que son clave para normalizar la inversión y sostener el crecimiento.

-En estos dos años, el Gobierno pidió US$20.000 millones al FMI y otro préstamo al Tesoro de Estados Unidos. ¿Se podría haber evitado?

-Son señales complicadas, sobre todo porque ocurrieron cuando el mercado se ponía tenso, ni hablar antes de las elecciones. A veces el Gobierno es demasiado optimista, como diciendo: "todo esto es riesgo político, nosotros hacemos todo bien", y no es así. Ahora bien, también es cierto que ese financiamiento del FMI y la ayuda del Tesoro estadounidense responden a un punto de partida muy frágil: reservas netas negativas, sin acceso al mercado de capitales, vencimientos importantes y un esfuerzo por no caer en una nueva reestructuración. Por suerte, lo han logrado. No fue deuda adicional para cubrir un déficit fiscal o para frenar una fuga de pesos que se iba a las reservas; en gran parte fue porque —entre herencias y decisiones propias— en estos dos años no se logró estabilizar la demanda de dinero ni recuperar el crédito voluntario del Estado. Esa es la gran oportunidad de los próximos meses: recuperar acceso al crédito y dejar atrás estas herramientas excepcionales. Eso cambiaría la percepción y marcaría una etapa más estable.

-¿Recién entonces la macroeconomía estaría completamente estabilizada?

-Creo que sí. Porque lo que vimos antes de las elecciones es que hubo avances importantes, pero con ese nivel de reservas y sin acceso al crédito, el riesgo país puede dispararse, la tasa de interés puede saltar y puede haber una corrida contra las reservas. No podemos vivir con esa fragilidad recurrente. Por más que esta vez se manejó bien, es una dinámica que la economía argentina no resiste muchas veces más.
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