Chile en la Segunda Guerra Mundial: una historia poco conocida
Un nuevo libro ilumina un momento poco estudiado aún de la historia de Chile. La Guerra Fría, que nació tras la conflagración mundial, desvió el interés de los historiadores por mucho tiempo. Este es un trabajo colectivo editado por el Premio Nacional de Historia, César Ross y Juan Luis Carrellán.
Un grupo de investigadores acogieron el llamado de dos destacados historiadores, Juan Luis Carrellán y César Ross (Premio Nacional de Historia 2024), a estudiar el impacto que tuvo la Segunda Guerra Mundial en Chile, trabajo que publica en estos días editorial Marcial Pons, de España, con el título "Chile y la Segunda Guerra Mundial". Carrellán y Ross actúan de editores y autores a la vez, con sendos artículos, y los acompañan nombres como Cristián Garay, Cristián Medina, Enrique Brahm, Alvar de la Llosa, Fernando Wilson, Eduardo López Bravo, Erna Ulloa, entre otros. Todos ellos abordan el conflicto desde diversas aristas. "Hemos diseñado el libro que faltaba. Elaboramos un índice y luego pensamos en las autorías. Este es el libro que faltaba para volver a este tópico, en ningún caso es un libro que ponga cierre a este tema. Abrimos nuevamente esta puerta, por donde esperamos que pasen muchas otras voces", afirma César Ross. "La historiografía ha dedicado poca atención a los impactos que la Segunda Guerra Mundial, uno de los acontecimientos más importantes del siglo XX, tuvo en Chile", dice Juan Luis Carrellán. "Es un caso que se podría extender a la mayoría de los países latinoamericanos. Esto que digo se puede ver en los manuales de historia de Chile o de historia de América Latina donde las dos guerras mundiales prácticamente pasan desapercibidas. La motivación de este libro parte de ahí, de intentar cubrir este déficit historiográfico en un momento donde se cumplen 80 años de la finalización de la contienda".
No sucede lo mismo con la Primera Guerra Mundial, cuyo impacto en Chile está mucho mejor estudiado. César Ross indica que una de las razones que lo explican es que "el final de la Primera Guerra cerró el 'largo siglo XIX' (según Eric Hobsbawm), lo que conllevó un gran interés para muchas y muchos colegas. La Segunda Guerra Mundial y sus implicancias (cambios en la estructura del poder político, militar y económico) tendieron a pasar relativamente desapercibidas, porque la Guerra Fría subsecuente (1945-1991) capturó toda la atención sobre un fenómeno con vida propia, que lo fue, pero como si no hubiere sido una consecuencia directa del conflicto desarrollado entre 1939 y 1945". En Chile la Guerra Fría está fuertemente asociada a la proliferación de la insurgencia revolucionaria, sobre todo a la post Revolución cubana (1959), a los golpes de Estado y a la instauración de los regímenes dictatoriales. "La tragedia de la historia subsecuente absorbió casi toda la atención historiográfica, relegando casi al olvido las décadas de 1940 y 1950", sostiene Ross.
Ayudó en este olvido, se lee en la introducción del libro, la opinión de voces relevantes, de historiadores franceses, como Oliver Compagnon, de la Escuela de los Anales, quien afirmó que la Segunda Guerra Mundial no habría tenido repercusión en las historias nacionales de América Latina, en comparación, por ejemplo, a la crisis de 1929 y la Revolución cubana de 1959. Una opinión "frívola y desinformada", según Ross. "Por ejemplo, hace muy poco se ha publicado un libro acerca de la Guerra Fría que afirma tener un enfoque global, sin incluir África ni Asia. No nos extrañemos. El peso (calidad y vastedad) de la historiografía europea y estadounidense ha logrado convencer a muchos de que el mundo es la historia de unos pocos (que son ellos mismos), como lo pensaron en sus ciclos de apogeo los griegos y los romanos. No pocos de los latinoamericanos formados en esa tradición repiten ese mantra y reproducen ese patrón analítico de manera acrítica". Carrellán reafirma que, "por supuesto, si se revisa los manuales clásicos sobre historia de América Latina parece que en el siglo XX solo la crisis de 1929 y la Revolución cubana de 1959 impactaron en los países latinoamericanos, obviando otros acontecimientos internacionales de primer orden, como fueron las dos guerras mundiales. Pero como digo, esta situación ha ido cambiando en los últimos años y este libro viene a contribuir en esta dirección".
A la hora de revisar los aspectos más novedosos, mirando el resultado de los encargos realizados por los editores-autores a los diversos autores invitados, desde el punto de vista, por ejemplo, de los efectos generales que tuvo la guerra en Chile, Ross afirma que la esta tuvo al menos seis efectos visibles en: 1) nuestra economía; 2) en los debates que se produjeron acerca de la tensión entre nuestra autonomía versus nuestra dependencia respecto de las potencias en disputa; 3) en la polarización de las colonias residentes de los países involucrados, alineadas en uno u otro bando; 4) en las operaciones de espionaje de agentes de, al menos, tres países (Estados Unidos, Alemania y Japón); 5) en acciones de lobby , sobornos y amenazas de estos mismos agentes o de residentes en el país, con el fin de incidir en las decisiones del Congreso Nacional, frente a la disyuntiva de declarar o no la guerra al Eje; y 6) en acciones de guerra ocurridas en la región.
Carrellán, a su vez, recuerda un hecho hasta ahora muy poco conocido: "Me gustaría destacar un elemento en concreto que me ha llamado mucho la atención y que pone de relieve el profesor Alvar de la Llosa, de la Université Lumière Lyon 2. Según este autor, la comunidad francesa en Chile fue la fuente de financiación más importante que tuvo el gobierno de Charles de Gaulle en el exilio londinense. También considero novedoso el trabajo de Cristián Medina sobre las relaciones entre Chile y la URSS durante la guerra, puesto que había un gran desconocimiento".
-Y desde el punto de vista de las relaciones bilaterales que se estudian aquí de Chile con numerosas naciones protagonistas, ¿qué tendencias generales se pueden obtener de estos nuevos trabajos?
César Ross: "Creo que lo novedoso es advertir que en la periferia del mundo o en los bordes del conflicto, los países hicieron su propia política y tuvieron una capacidad de agencia mucho mayor a la descrita incluso por la historiografía que conoce un poco más la historia del continente y de Chile. Al mismo tiempo, que la posición oficial de los gobiernos fue una más de la política internacional de Chile, porque cada actor relevante (colonias, empresas, partidos políticos, etc.) jugó su propio rol. Algo interesante fue la acción diplomática, donde puede verse las coincidencias y rupturas de los agentes diplomáticos chilenos con su matriz (Cancillería). Estas dinámicas se relacionaban con la experiencia de los diplomáticos en los países en conflicto, con sus visiones políticas anteriores, con sus cercanías y/o distancias con los países en conflicto (por ejemplo, muchos eran descendientes de franceses, ingleses y alemanes), y con la cercanía o distancia con los gobiernos radicales.
La guerra exacerbó aquello que permanecía subsumido, pero a muy poca profundidad y lo proyectó en un escenario de alta tensión, como fue vivir en medio del conflicto".
Juan Luis Carrellán: "Uno de los planteamientos más importantes fue la actitud que quiso seguir el Gobierno chileno de mantenerse neutral en todo momento, al igual que pasó en la Primera Guerra Mundial. Si bien en la primera conflagración lo consiguió, en la segunda la presión de los Estados Unidos y el interés de las autoridades chilenas de participar en la ONU hicieron que finalmente rompiera relaciones con los países del Eje y tuviera que declarar la guerra a Japón. Pero al margen de las simpatías o antipatías que generaba cada uno de los bandos, en el seno del Gobierno había una idea clara de que había que mantenerse neutral a toda costa, puesto que desde el siglo XIX los vínculos con los países europeos involucrados en el conflicto habían sido muy importantes en el desarrollo económico, sobre todo, pero también en otros aspectos que se pensaba se podrían rehacer con facilidad después de la guerra. También ayudaban en esta dirección los recelos que existían hacia Estados Unidos desde finales del siglo anterior".
Según el autor Alvar de la Llosa, la comunidad francesa en Chile fue la fuente de financiación más importante que tuvo el gobierno de Charles de Gaulle en el exilio londinense.