Lunes, 01 de Diciembre de 2025

Los flujos comerciales globales se desacelerarán en 2026, en medio de una interdependencia instrumentalizada, según Cepal

UruguayEl País, Uruguay 1 de diciembre de 2025

José Manuel Salazar-Xirinachs, Secretario Ejecutivo de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe, advierte sobre las condiciones sociales y económicas en que se encuentra América Latina y el Caribe en la actual coyuntura.

La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) publicó la pasada semana sus "Perspectivas del Comercio Internacional", donde advierte sobre el buen crecimiento del comercio de bienes para este año y una desaceleración para el próximo. José Manuel Salazar-Xirinachs, Secretario Ejecutivo de la organización, explica los fundamentos para esa baja y las condiciones especiales que atraviesa el comercio, en base a lo que denomina "la nueva era de interdependencia instrumentalizada", a partir de las políticas de aranceles implementadas por Estados Unidos. De todos modos, advierte que para 2025 "el impacto de la política de aranceles de Trump está siendo menor al proyectado", pero en 2026 aumentará. Salazar-Xirinachs no observa un redireccionamiento de las exportaciones latinoamericanas desde EE.UU. a otros destinos, al tiempo que identifica el papel que juega China y el que deberían jugar Europa en estas nuevas reglas comerciales. Cepal también público su informe de panorama social recientemente; Salazar-Xirinachs advierte que la región enfrenta una trampa marcada por alta desigualdad, baja movilidad social y débil cohesión social. A continuación, un resumen de la entrevista.

¿Cuál es su visión sobre la economía regional durante este 2025 y su expectativa para el próximo año?

Nuestro diagnóstico en términos de crecimiento económico es que la región enfrenta una trampa de baja capacidad para crecer y transformar. Esto se traduce en escasa inversión, baja productividad, mercados laborales fragmentados y altamente informalizados, junto con persistentes desigualdades. Durante el periodo de 2014 a 2023, la región experimentó un crecimiento económico de apenas 0,9%. El crecimiento per cápita en ese periodo fue prácticamente nulo. Esto es claramente insuficiente para impulsar el desarrollo. Este es un mensaje que estamos intentando plantear con mucha fuerza: el crecimiento no lo es todo, ni debería constituir un fin en sí mismo, pero sin crecimiento es casi imposible alcanzar algunas de las metas que nos hemos propuesto como sociedades.
En cuanto a la coyuntura, nuestras más recientes estimaciones de crecimiento, publicadas a finales de octubre[1], indican que el PIB regional crecería 2,4% en 2025 y 2,3% en 2026. La revisión al alza para 2025 desde el 2,2% previsto en agosto refleja un entorno externo menos adverso al contemplado en la primera mitad del año, dado los cambios en la política comercial de los Estados Unidos.
A nivel subregional, estimamos que América del Sur crecería 2,9% en 2025, impulsada por un mayor intercambio con China y el repunte de los precios de metales y otros productos extractivos. América Central tendría un crecimiento de 2,6%, debido a un mejor desempeño del comercio internacional y a la resiliencia de estas economías ante la desaceleración y los ajustes arancelarios de los Estados Unidos. Por su parte, el Caribe de habla inglesa y neerlandesa registraría un crecimiento del 4,7% en 2025, impulsado por el turismo.
Para 2026, la proyección de crecimiento regional es de 2,3%, lo que implicaría cuatro años consecutivos con tasas de crecimiento de alrededor de 2,3%. Por lo que el crecimiento promedio para el periodo de 2017 a 2026 sería de 1,6%, lo que evidencia las limitaciones estructurales de nuestras economías para acelerar el crecimiento.
Ante este panorama, la CEPAL reitera su llamado a preservar la estabilidad macroeconómica, fortalecer las instituciones fiscales y monetarias e impulsar políticas de desarrollo productivo orientadas a elevar la productividad, diversificar las exportaciones, profundizar el comercio intrarregional y fomentar la inversión sostenible. Lo que estamos haciendo no es suficiente para cambiar la vida de las personas: es necesario elevar el perfil político y el impulso decidido al desarrollo productivo.

El informe Panorama Social de América Latina y el Caribe, presentado esta semana por CEPAL, advierte que la concentración del ingreso sigue siendo extrema en la región, donde el 10% más rico capta el 34,2% del ingreso total, mientras que el 10% más pobre solo el 1,7%.  ¿Qué hay detrás de lo que califican como "trampa de desigualdad" y cómo se puede salir de ella?

La CEPAL advierte que la región enfrenta una trampa marcada por alta desigualdad, baja movilidad social y débil cohesión social. El 10% más rico concentra más de un tercio del ingreso total, mientras el 10% más pobre recibe menos del 2%, un reflejo de brechas productivas, tributarias, educativas, laborales, territoriales y de género que se retroalimentan y restringen las oportunidades de las nuevas generaciones.
Salir de esta trampa requiere políticas integrales y sostenidas, que aborden los múltiples factores que la explican. El Panorama Social 2025 enfatiza cinco estrategias para salir de la trampa: la primera de ellas, reducir la desigualdad educativa, ampliando la cobertura educativa en la primera infancia, asegurando la conclusión de la secundaria y fortaleciendo competencias cognitivas, socioemocionales y digitales.
La segunda, crear empleo de calidad, facilitando la transición desde la informalidad y articulando formación, intermediación laboral y protección social. También, es necesario avanzar en igualdad de género y sistemas de cuidados, así como enfrentar la discriminación hacia Pueblos Indígenas, personas con discapacidad y migrantes.
Por último, fortalecer la institucionalidad social y su financiamiento, mediante sistemas de protección social universales y mecanismos tributarios más progresivos.
Para que estas medidas sean efectivas, se requiere que las instituciones consoliden capacidades técnicas, operativas, políticas y prospectivas (TOPP), así como garantizar un financiamiento sostenible que permita avances reales hacia un desarrollo social inclusivo.

De todos modos, la incidencia de la pobreza monetaria viene mostrando ya una tendencia a la baja. ¿en qué se sustenta?

Nuestras estimaciones muestran que el ingreso del trabajo asalariado fue el factor que más impactó favorablemente en las variaciones de la pobreza entre 2023 y 2024. En los países con disminuciones en la pobreza monetaria, incluyendo el Uruguay, este factor fue predominante. En 2024, a la expansión del empleo, se sumó la desaceleración de la inflación, reforzando el rol de los salarios reales en la reducción de la pobreza.
Complementariamente, las transferencias públicas han tenido un rol creciente entre 2014 y 2023. Este último año, estas transferencias explicaron una reducción en la pobreza de 3,4 puntos porcentuales en 11 países, la que fue incluso mayor en el Uruguay. Este efecto se incrementa en personas mayores debido a los sistemas de pensiones no contributivos.
Estos datos confirman la importancia de la articulación de las políticas de inclusión laboral y los sistemas de protección social para la reducción de la pobreza, especialmente ante shocks que afectan a los hogares más vulnerables.
Pasando ya al informe de comercio, ¿cómo califica el impacto de la estrategia de aranceles de Trump?

Los profundos cambios que han ocurrido este año en materia arancelaria en los Estados Unidos marcan una ruptura con los lineamientos que caracterizaron a su política comercial en las últimas ocho décadas.
Hay un quiebre con las normas del sistema multilateral de comercio y con la mayoría de los acuerdos comerciales negociados por ese país desde la década de 1980. En su reemplazo, se prioriza el unilateralismo, combinado con negociaciones bilaterales en las que los Estados Unidos maximizan las asimetrías de poder con sus contrapartes.
Dada la centralidad de los Estados Unidos en la economía mundial, las repercusiones de este giro se sentirán durante varios años y posiblemente décadas, en la forma de realineamientos geográficos de los flujos comerciales y de inversión a nivel mundial, así como de las cadenas de suministro y de los arreglos institucionales que sustentan las relaciones económicas.
Estas transformaciones tienen como trasfondo la nueva etapa de "interdependencia instrumentalizada" por la que transita la economía mundial, es decir, el uso de instrumentos económicos para alcanzar objetivos geopolíticos mediante la intervención en los flujos comerciales, de inversión y financieros, y el acceso a tecnologías. En suma, como región debemos prepararnos para un nuevo escenario en el que el comercio y la geopolítica ya no corren por carriles independientes, sino que están cada vez más imbricados.

En ese contexto, ¿cómo observa la marcha del comercio global y su impacto en la región, a partir de esa disrupción?

El impacto de los cambios en la política comercial estadounidense sobre el dinamismo del comercio mundial en 2025 ha sido menor que el proyectado tras el anuncio inicial de aumento de aranceles en abril. De hecho, en los primeros nueve meses del año, el volumen del comercio mundial de bienes mostró un gran dinamismo, creciendo un 4,8% respecto de igual período de 2024. Por esta razón, su expansión para el año completo, casi con seguridad superará la última proyección de la Organización Mundial del Comercio, que fue del 2,4%.

¿Por qué razones el impacto es menor?

Por una parte, los aranceles en EE.UU. han tendido a estabilizarse en niveles inferiores a los inicialmente anunciados y la mayoría de sus socios comerciales han tenido la prudencia de abstenerse de elevar sus propios aranceles en respuesta. Por otra parte, especialmente durante el primer trimestre de 2025, las empresas estadounidenses adelantaron sus importaciones y acumularon inventarios antes de la entrada en vigor de los nuevos aranceles, lo cual es una respuesta lógica y racional ante la subida de aranceles esperada. Pero estos son factores coyunturales que no se repetirán en el 2026. 2026 será el año en que se verá de manera más clara el impacto del nuevo panorama arancelario mundial.
El buen desempeño del comercio mundial de bienes en 2025 se refleja también en las cifras del comercio exterior de América Latina y el Caribe. En nuestra reciente publicación de comercio, proyectamos que el valor de las exportaciones de bienes en la región crecerá un 5% en 2025 (4% en volumen), mientras que el de sus importaciones lo haría en 6% (7% en volumen).

También proyectan una desaceleración del comercio mundial para 2026 ¿cuáles son las principales señales a las que hay que atender?

Como expliqué antes, el alto crecimiento del comercio mundial en 2025 se ha visto impulsado por factores coyunturales que no se repetirán en 2026. A diferencia de 2025, en 2026 el impacto de los mayores aranceles en Estados Unidos se sentirá desde el inicio del año y no habrá el estímulo que representó el adelantamiento de importaciones por parte de las empresas de ese país en el primer trimestre de este año. A esto se suma que, dado el alto crecimiento que tendría el comercio mundial de bienes en 2025, la base de comparación en 2026 será más alta. Por todas estas razones, la última proyección de la OMC es que el comercio mundial solo crecerá en 2026 en 0,5%.
No obstante, también hay algunas buenas noticias recientes que debieran impactar positivamente en el comercio mundial en 2026, especialmente el acuerdo alcanzado a fines de octubre entre los presidentes Trump y Xi para prorrogar por un año la "tregua arancelaria" entre los Estados Unidos y China. En suma, las perspectivas del comercio mundial para 2026 son menos auspiciosas que en 2025, pero existe mucha incertidumbre sobre la magnitud de esa desaceleración.

Donald Trump ha tenido una estrategia flexible en torno a los aranceles  anunciados, eliminándolos o reduciéndolos en la medida en que avanzaba en negociaciones. ¿Esa es la impronta que tendremos de aquí en adelante en las relaciones comerciales?

Efectivamente, durante este año el gobierno del presidente Trump ha recurrido varias veces al expediente de aumentar fuertemente los aranceles para luego negociar rebajas bilateralmente desde una posición de fuerza y obtener a cambio diversas concesiones de sus socios. Este ha sido el caso con sus principales socios de Europa y Asia (la Unión Europea, Japón, Corea, Vietnam, entre otros) y más recientemente también con los primeros cuatro países latinoamericanos (Argentina, Ecuador, El Salvador y Guatemala). Es posible que esta dinámica continúe en los próximos meses.

¿Es difícil pensar en recuperar el orden de las relaciones multilaterales, basada en institucionalidad y reglas?, ¿qué debería pasar?

El sistema multilateral de comercio representado por la OMC se encuentra debilitado desde hace varios años, en gran medida como consecuencia de las tensiones geopolíticas entre las principales economías mundiales. El profundo giro en la política comercial de los Estados Unidos durante 2025 ha agudizado y acelerado esta crisis, ya que ha puesto en cuestión principios básicos del sistema como el principio de nación más favorecida. De hecho, la Directora General de la OMC señaló que la proporción del comercio mundial de bienes que se realiza en condiciones
de nación más favorecida cayó del 80% a comienzos de este año al 72% en septiembre.
Sin embargo, la buena noticia es que la mayoría de los países no ha aumentado sus barreras al comercio y ha procurado respetar sus compromisos en el marco de la OMC. Es decir, no ha habido una huida hacia adelante hacia una guerra arancelaria. También hay que destacar nuevas iniciativas que buscan mantener lo más posible un comercio internacional basado en reglas, como los recientes acercamientos entre la Unión Europea y los miembros del Acuerdo Transpacífico (CPTPP). Por otra parte, es probable que dentro de la propia OMC haya que dar mayor espacio a los acuerdos plurilaterales entre grupos de países interesados en avanzar en temas específicos, como por ejemplo las actuales negociaciones sobre comercio digital y facilitación de las inversiones.
Lo más importante que debería pasar para recuperar el orden de las relaciones multilaterales es que haya un manejo prudente de la rivalidad en materia de liderazgo industrial y tecnológico entre las grandes potencias económicas que no se oriente hacia una trayectoria de más interdependencia coercitiva y fragmentación de mercados y regulatoria. Solo así se podría recuperar la importancia de un orden multilateral regido por reglas.

Prestando atención a nuevas tendencias, ¿es posible que los flujos de comercio que los países de la región vuelcan a USA y se vean entorpecidos, se dirijan a otros mercados? ¿Qué movimientos observa en ese sentido? 

Hasta ahora no ha habido una caída de las exportaciones de la región a Estados Unidos. Entre enero y agosto, el valor de las importaciones de Estados Unidos desde América Latina y el Caribe creció en 6,2% respecto del mismo período de 2024. Su dinamismo se ha visto favorecido por el adelantamiento de importaciones de las empresas estadounidenses en el primer trimestre y por el hecho de que, en general, los países de la región enfrentan menores aranceles en Estados Unidos que los principales socios comerciales de ese país como la Unión Europea, Japón, Corea, los países del sudeste asiático y la India.
A esto cabe agregar los recientes acuerdos marco con Argentina, Ecuador, El Salvador y Guatemala, que debieran reducir los aranceles promedio que enfrentan esos países, y la decisión de Estados Unidos de excluir de las alzas arancelarias a un amplio grupo de productos agropecuarios que la región le exporta, incluidos algunos tan importantes como el café y la carne bovina de Brasil.
Por todas estas razones, no se visualiza un redireccionamiento importante de exportaciones latinoamericanas desde los Estados Unidos hacia otros mercados. Ahora bien, los cambios de ese tipo toman tiempo, no pueden esperarse en plazos tan cortos. Para el año completo, hemos proyectado un aumento del 5% del valor de las exportaciones de la región a Estados Unidos, misma tasa a la que crecerían sus exportaciones al mundo.

¿Qué rol juega China en estos momentos y ante esas tendencias?

China se ha consolidado como el segundo socio comercial de la región tanto en exportaciones (13% del total) como en importaciones (22% del total). También es, desde hace varios años, el primer socio comercial de América del Sur, siendo el principal destino de las exportaciones de Brasil, Chile, Perú y Uruguay. Esta situación no va a cambiar en el futuro previsible, pese al actual contexto de competencia entre Estados Unidos y China. Sin embargo, y especialmente en el caso de los países más dependientes de Estados Unidos en términos comerciales, financieros, de inversiones y de remesas, pueden suscitarse complejidades en torno a actuales o potenciales inversiones chinas en sectores considerados estratégicos. Se trata de una coyuntura delicada y en la cual los países de la región deberán maximizar sus esfuerzos por mantener buenas relaciones con ambos socios, así como con la Unión Europea.

¿Y qué papel entiende que juega o debería jugar Europa? 

El reforzamiento de los vínculos políticos, económicos y de cooperación con la Unión Europea ofrece grandes oportunidades a la región en la compleja coyuntura actual. Esto, no solo por tratarse de su tercer socio comercial y su mayor fuente de inversión extranjera directa, sino también porque se trata de un bloque que ha mantenido el compromiso con un comercio basado en reglas. 26 de los 33 países de la región ya poseen acuerdos con la Unión Europea, cifra que se elevaría a 30 una vez que se firme y entre en vigor el acuerdo con el Mercosur, que esperamos que ocurra muy pronto.
En este contexto, surge la oportunidad de vincular todos esos acuerdos mediante un régimen de acumulación diagonal de origen, que permitiría utilizar libremente insumos originarios de cualquier país de la región y de la Unión Europea en los productos comerciados sin aranceles entre ambas regiones. Dicho mecanismo sería un poderoso incentivo a la integración productiva entre los países de la región, así como entre estos y Europa. Asimismo, las inversiones europeas canalizadas a través de la iniciativa Global Gateway pueden contribuir al desarrollo de cadenas de valor en la región en torno a recursos estratégicos como minerales críticos y alimentos.

¿La deslocalización productiva, cambios en cadenas de suministros y reorientación de las exportaciones, son cambios que han llegado para quedarse?

Así es. Como ya señalé, la economía mundial atraviesa por una nueva fase de "interdependencia instrumentalizada" que está trayendo aparejados realineamientos geográficos de los flujos comerciales y de inversión a nivel mundial, así como de las cadenas de suministro y de los arreglos institucionales que sustentan las relaciones económicas. En este contexto, se han planteado incluso escenarios de una economía mundial fragmentada en torno a dos grandes bloques geopolíticos. Aunque esos escenarios extremos no necesariamente se materialicen, es indudable que las relaciones económicas entre los países están siendo cada vez más permeadas por consideraciones geopolíticas. La región no está ajena a esta dinámica y deberá desarrollar las capacidades y la visión estratégica para minimizar los riesgos y maximizar las oportunidades asociadas con ella.

Los intercambios comerciales intrarregionales son bajos, en términos comparativos, ; ¿cuál es la razón?

Pese a más de seis décadas de esfuerzos en materia de integración, los países de América Latina y el Caribe exhiben en general una reducida integración productiva y comercial entre sí: la participación del comercio intrarregional en las exportaciones totales de bienes cayó de un máximo del 21% en 2008 al 14% en 2023, una de las tasas más bajas a nivel mundial, es decir, comparada con la integración que hay en otras regiones, no solo en Europa, sino también en Asia. Cabe notar, sin embargo, que en el caso de Centroamérica el comercio intrarregional es bastante mayor en términos relativos (alrededor del 25%), ya que se trata de economías pequeñas, cercanas geográficamente entre sí y bien integradas a través de infraestructura.
En América del Sur, los bajos niveles de comercio intrarregional (alrededor del 10%) son el resultado de múltiples factores: infraestructura de transporte y logística insuficiente en lo que es un territorio enormemente grande y una geografía con obstáculos naturales importantes como la cordillera andina, la Amazonía y la Patagonia, debilidades institucionales de los mecanismos de integración, y las limitadas complementariedades productivas entre algunos países que tienen perfiles exportadores muy similares, entre otros.
Una de las recomendaciones clave que hacemos a los países de la región para enfrentar la compleja coyuntura mundial es precisamente reforzar la integración regional, que puede ser una importante fuente de dinamismo económico y de creación de empleo. No olvidemos que, para la mayoría de los países de América Latina y el Caribe, el mercado regional es el principal destino de las exportaciones manufactureras y concentra la mayor presencia de empresas exportadoras (especialmente Mipymes). Para promover el comercio intrarregional, resulta prioritario avanzar en la facilitación del comercio, la convergencia regulatoria y la creación de corredores logísticos plurinacionales, como los que contempla la iniciativa "Rutas de la Integración Sudamericana" del gobierno de Brasil.

¿Cómo observa las tendencias de apertura a otros mercados? En el Mercosur parece estar cerca de cerrarse la negociación con la UE; Uruguay comienza su proceso de adhesión al CPTPP, Argentina avanza unilateralmente con USA.

La principal recomendación que desde la CEPAL hicimos a los países de la región en nuestra reciente publicación insignia sobre el comercio es diversificar sus relaciones comerciales. En este sentido, resulta muy bienvenida la noticia de la próxima firma del acuerdo Mercosur-UE a finales de diciembre, así como las negociaciones que están llevando adelante Costa Rica y ahora Uruguay para incorporarse al CPTPP.
También hay un enorme potencial en la profundización de los vínculos con socios como la India, la ASEAN, África y los países del Golfo Pérsico. Respecto de los recientes acuerdos anunciados por Estados Unidos con Argentina, Ecuador, El Salvador y Guatemala, se trata de acuerdos marco y no de acuerdos finales, por lo que no es posible evaluar aún con precisión sus impactos. En el caso particular de Argentina, un aspecto importante a monitorear es cómo los eventuales compromisos asumidos en favor de Estados Unidos se compatibilizan con las obligaciones asumidas por Argentina como miembro del Mercosur.
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