Liderazgo puro y duro
Abunda el liderazgo de superficie: el "líder pop" que vive del algoritmo.
El ambiente está tenso, confuso y -sobre todo- desordenado. No es solo ruido: es falta de dirección. Vivimos rodeados de decisiones que alteran la vida de millones, mientras otros tantos permanecen paralizados sin saber qué hacer con su propia libertad. En ese vacío proliferan los oportunistas: quienes ofrecen certezas rápidas a cambio de que les regalemos nuestra capacidad de pensar. Y cuando eso ocurre, la pregunta-la más elemental herramienta humana-desaparece.
Hoy necesitamos recuperar el hábito de preguntar. Preguntas que incomoden, que obliguen a revisar nuestros supuestos, que nos acerquen a la frase más honesta que uno puede decirse a sí mismo: "cabe la posibilidad de que yo esté equivocado. y eso está bien, porque puedo pensar de nuevo."
La carencia de liderazgo es evidente, y no depende de una mirada apocalíptica: basta observar. No es que no existan líderes, es que son insuficientes en calidad y en densidad. Abunda el liderazgo de superficie: el "líder pop" que vive del algoritmo, del escándalo o del atajo emocional. Gente que genera atención, no dirección; adhesión, no sentido; intensidad, no impacto.
Y en paralelo, mientras el liderazgo científico y tecnológico progresa y da resultados, faltan liderazgos que conjuguen algo que parece obvio pero se está perdiendo: capacidad intelectual, estabilidad emocional y compromiso con el futuro.
Gente que pueda sostener conversaciones difíciles en serio, sin perder la sensibilidad ni la firmeza. Gente capaz de actuar sin transformarlo todo en una performance para las redes. Gente que, simplemente, piense.
Sin embargo, también están los líderes "del llano": los que hacen su trabajo en silencio, que sostienen equipos, empresas, comunidades y familias sin reclamar un minuto de atención. No aparecen en titulares, pero hacen girar el mundo.
Entonces, la pregunta que importa no es "qué líderes faltan", sino: ¿qué liderazgo necesitamos ahora?
¿Uno contra-cultural, que desafíe un statu quo incapaz de ofrecer resultados?
¿Uno maduro, capaz de gestionar un presente complejo sin vender ilusiones vacías del futuro?
¿Uno vocacional, que encuentre sentido en formar y cuidar personas?
¿Uno económico, que entienda que el desarrollo empresarial es parte del bienestar social?
¿Uno doméstico, que enseñe a través del ejemplo cotidiano que servir es más valioso que acumular?
¿Uno distribuido, menos concentrado en celebridades y más apoyado en ciudadanos preparados para decidir y actuar?
¿Uno emocionalmente regulado, que pueda decir "no" ante impulsos que seducen pero destruyen?
Y si la respuesta es "todos los anteriores", entonces viene la parte incómoda.
¿Cabe la posibilidad de que no estemos esperando líderes, sino evitándolos?
¿Cabe la posibilidad de que la salida no dependa de "ellos", sino de cada uno ocupando el pequeño o gran espacio que ya tiene?
¿Cabe la posibilidad de que la masa crítica de liderazgo no surge por generación espontánea, sino por responsabilidad asumida?
Yo creo que sí. Y justamente por eso, es momento de dejar de pedir líderes. y empezar a ejercer liderazgo.